León XIV, retrato robot del papa sintético ¿y perfecto?


This article contrasts the papacy of Pope Francis with the newly elected Pope Leo XIV, highlighting the differences in their personalities, leadership styles, and approaches to the Church.
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No cabe mayor contraste entre el último Angelus de Francisco respecto al que este domingo va a protagonizar León XIV. Apenas podía hablar Bergoglio cuando lo vimos por última vez el 20 de abril, mientras que "Bob" Prevost va a aparecerse en plenitud de facultades y provisto de su aura providencialista. Se le observaba contenido y sobrio en la misa que ofició en presencia de sus propios electores en la Capilla Sixtina. Todos ellos desprovistos de las casullas rojas, del peso de la responsabilidad. Y uniformados en la blancura catártica de los hábitos, igual que la fumata de la "anunciación" el 8M.

Parecían los cardenales un rebaño de ovejas —blanco sobre blanco—, siguiendo el báculo del pastor. Suya ha sido la iniciativa de concebir el retrato robot del "papa perfecto". Ni demasiado joven ni excesivamente mayor. Estadounidense y poco estadounidense a la vez. Peruano sin haber nacido allí. Misionero sin haber desatendido las ocupaciones de la alta administración vaticana. Doctor en derecho canónico y matemático. Heredero del discurso social de Francisco y expresión tutelar de la doctrina. Pastor que huele a oveja y miembro de la exquisita curia. Activista y burócrata. Hombre de fe… y de razón. La propia indumentaria con que compareció en el balcón de San Pedro —estola, muceta, cruz dorada, zapatos rojos— caracteriza un rigor litúrgico que se percibe en términos tradicionalistas, aunque el equilibrismo del "caso Prevost" explica que se le observe indistintamente como progresista y como conservador. Cada medio informativo, cada feligrés, cada vaticanista, cada turista, encuentra en el nuevo Papa un espejo donde mirarse. Es Roberto y es Bob. Es carismático… e introspectivo.

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Tan introspectivo que su perfil discreto representa una contracción al modelo expansionista de Bergoglio. Vuelve a acreditarse la lógica "coronaria" con que funciona la Iglesia de Roma. Sístole y diástole. Francisco se había significado en la ocurrencia, en la sobrexposición, tantas veces trivializando la misión suprema, mientras que al heredero se le percibe con un perfil moderado. No se expondrá a las 277 entrevistas que concedió el papa Bergoglio.

Las comparaciones resultan inevitables, más todavía cuando fue el propio Prevost quien aludió a su predecesor en el discurso de la proclamación. Era la manera de subrayar el hilo de continuismo y de recordar que Bergoglio se lo trajo a la curia romana, pero el homenaje no contradice el contraste de personalidades ni las maneras distintas de manejar las llaves.

No resulta arriesgado decir que el papado León XIV será muy diferente del de Francisco. No ya por la personalidad o por el carácter, sino porque el cargo de papa ejerce una capacidad transformadora en el cardenal ungido. Cambiar de nombre implica un proceso de metamorfosis. Y no se trata de renegar de los principios, sino de congeniar las presiones, las sensibilidades.

Hablaba Carlos Alsina del "Papa de la síntesis", del gobierno de la lluvia fina. Robert o Roberto Prevost habría sido convocado para inducirla o recomendarla, no solo limitando la extroversión de Bergoglio ni su connotación caótica, sino tratando de reconducir las inquietudes sociales y doctrinales que ha dejado abiertas el pontificado argentino y que requieren una definición prudente para no soliviantar las costuras.

Podríamos anticipar que León XIV será un pontífice de repliegue. No más ni menos conservador de cuanto podría etiquetarse, pero consciente de las distancias formales que ha establecido Bergoglio con su modelo de extroversión personal y de trivialización litúrgica.

La Iglesia no termina de fiarse de sus propios pastores. Y es verdad que han existido pontificados de larga duración en los tiempos modernos —Pío IX, Juan Pablo II—, pero la edad avanzada con que acostumbran a elegirse los papas implica un ejercicio de prevención. Nadie está por encima de la Institución ni puede eternizarse en el cargo conduciéndola a su manera.

Lo demuestran los 69 años de León XIV. Hemos convenido que es un pontífice joven cuando ya ha excedido el límite de jubilación de las profesiones convencionales. Y hemos aceptado que su buena salud y su destreza en el tenis garantizan un periodo de fertilidad, pero ya queda menos para el próximo cónclave… porque la Iglesia ha cumplido dos milenios.

No cabe mayor contraste entre el último Angelus de Francisco respecto al que este domingo va a protagonizar León XIV. Apenas podía hablar Bergoglio cuando lo vimos por última vez el 20 de abril, mientras que "Bob" Prevost va a aparecerse en plenitud de facultades y provisto de su aura providencialista. Se le observaba contenido y sobrio en la misa que ofició en presencia de sus propios electores en la Capilla Sixtina. Todos ellos desprovistos de las casullas rojas, del peso de la responsabilidad. Y uniformados en la blancura catártica de los hábitos, igual que la fumata de la "anunciación" el 8M.

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