Estando el campo como está (qué prodigio, esto de la colza en verde y amarillo de cada abril) y allegándose a todo correr la Semana Santa, les confesaré que me apetece más bien poco ponerme a llorarles. Qué necesidad habrá de dar guerra, verdad. Mejor vivamos y bebamos y comamos, que la vida es breve.

Creo que la rabia del jueves se me pasó el viernes cuando recogí a mis chavales del cole y me los encontré con esa paz ... interior que da saberse con diez días de vacaciones por delante. Beatífico nada de nada en el porvenir, qué recuerdos.

Porque el caso es que la rabia la tenía, el jueves, cuando me enteré con algo de sorpresa de que el Ministerio de Óscar Puente (un saludo al personal que rastrea la prensa para encontrar insultos a él dirigidos, feliz domingo) nos había negado algo que yo consideraba, en fin, cosa fácil. Porque parecía tan lógico, tan de sentido común y tan poquita cosa, que uno lo daba por hecho.

O sea, que no pedimos ya ni AVE ni grandes mejoras viarias para el siglo que viene; sino solo un par de trenes (o uno, yo que sé) que vayan y vuelvan rapiditos a Madrid. En tres horas. Por las vías que ya están, fíjense. Era tan razonable que hasta a los socialistas les parecía entonces, con lógica, bien. Pero va a ser que no.

En fin, que nos vayan dando, porque un poco sí que nos lo merecemos. Porque no hay nada más fácil para un ministro que decirle que no a La Rioja.

La cosa es así: de primeras, el ministro cuenta con que no va a salir en los papeles de Madrí, que son los únicos que se leen, y que nadie va hacer ruido en Instagram ni esas mierdas, que sólo se soliviantan con cataluñeces y moros y menas y esas cosas tan de la vida real.

Y segundo, porque sabe el ministro que inmediatamente una buena parte de los políticos riojanos le va a dar la razón. En esta ocasión le toca al PSOE, que entona el «sí ministro» con encomiable fe. Hay que buscar el argumento que uno pueda, en esos momentos. El de Arráiz («que nunca nos lo habían prometido») está entre los flojos, pero ya entiendo que uno ha de salir del paso como sea.

Si fuera al revés, no lo duden, sería el PSOE el que ladraría y el PP el que laudaría, con la misma argumentación para salir del paso.

Así ha sido, así será. Somos cuatro, y encima a dos siempre les va a venir bien lo que diga el amo. En fin. Vivamos, bebamos, comamos. Qué bien se vive en La Rioja, coño.

Cuadrados y triángulos

Todo lo que haga o diga ese tal Donald Trump tiene una importancia inmerecida. Estos últimos días ha jugado con los numeritos de la economía mundial como quien arma un puzzle de preescolar, de esos de meter triangulitos y cuadrados y esferas por los huecos de su forma. Solo que él, como era de esperar, intentaba meter el cuadrado por el triángulo. Y no entró, claro.

En fin, su vergonzosa retirada le ha dejado como único juguete una escalada infantiloide con el por enemigo posible, una China que está encantada de poder verse, qué cosas, como víctima.

Ay, madre. Estamos gobernados por idiotas del peor pelaje, que es el autoritario. Esperamos que ahora que Trump ha firmado un decreto para aumentar la potencia de las duchas y así poder lavar a gusto su «hermoso cabello» (se lo juro que es verdad) lo mismo se relaja. No creo: la Casa Blanca tiene recursos para que el cuadrado quepa por el triángulo, aunque sea rompiendo la caja.

El año de la SDL

Soy un aficionado al fútbol poco vigoroso. Merengue en la sangre, disfruto viendo a los Yamales y Pedris, qué cosa más bonita. Y aunque me tire más la UDL, hay que ser ciego para no reconocer que lo que se está marcando la SDL este año es un temporadón con tanto más valor cuanto más inesperado que era.

Ya que el milagro de la Unión seria eso, milagroso, ahí van mis mejores deseos para los chicos de la Sociedad: lo vuestro está siendo impresionante, y ahora solo falta que lo sea aún más.

Pablo Álvarez: Un último repaso: Decirnos que no está tirao | La Rioja


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