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La guerra comercial de Donald Trump no termina de dar tregua. A pesar de la pausa de 90 días en los mal llamados aranceles recíprocos, que dieron paso a una tasa universal del 10% para el grueso de las importaciones, el presidente de Estados Unidos abre nuevos frentes. El Departamento de Comercio ha anunciado este lunes la apertura de un periodo de consultas en sendas investigaciones encaminadas a imponer gravámenes a la importación de productos farmacéuticos y de microprocesadores. Esos bienes habían quedado exentos de las tasas impuestas el pasado 2 de abril, una exclusión que se interpretó como temporal a la espera de los aranceles sectoriales.
El Federal Register, el boletín oficial, ha avisado este lunes de la publicación para este miércoles de las notificaciones de apertura de ambas investigaciones y del plazo de consulta, en ambos casos alegando razones de seguridad nacional. A partir de entonces, se abrirá un plazo de 21 días para alegaciones y comentarios. Tras ese proceso, sin una fecha predeterminada, Trump impondrá previsiblemente aranceles a ambas categorías. En el caso de otros aranceles sectoriales, como los del aluminio, el acero, los automóviles y sus componentes, el nivel ha sido del 25%, pero no necesariamente deben aplicarse de la misma cuantía.
En el caso de los microprocesadores, el documento señala que el pasado 1 de abril, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, inició una investigación “para determinar los efectos sobre la seguridad nacional de las importaciones de semiconductores, equipos de fabricación de semiconductores y sus productos derivados”. Esto incluye, entre otras cosas, sustratos de semiconductores y obleas de procesamiento, chips tradicionales y de vanguardia, microelectrónica y componentes. Los productos derivados incluyen productos derivados que contienen semiconductores, como los que componen la cadena de suministro de productos electrónicos, precisa la notificación.
Por una vez, antes de matar moscas a cañonazos y dar un bandazo tras otro, la apertura de la investigación parece mostrar un interés por conocer el mercado y las posibles implicaciones de los aranceles. Se piden comentarios y análisis sobre la demanda actual y prevista de cada tipo de semiconductores, la medida en que la producción nacional puede satisfacerla, el papel de las instalaciones y el suministro extranjero, los riesgos asociados a la concentración del suministro, el impacto económico y financiero, la posibilidad de restricciones a la exportación por parte de naciones extranjeras y la viabilidad de aumentar la capacidad nacional de semiconductores, entre otras cuestiones.
Algo similar ocurre con los productos y compuestos farmacéuticos y sus productos derivados. La investigación abarca tanto los productos genéricos y no genéricos, principios activos y otros productos relacionados. La investigación también abarca los diferentes factores relacionados con la importación de aranceles, la concentración del suministro, la demanda nacional y la capacidad de las instalaciones productivas estadounidenses para satisfacerla.
No se concreta el plazo para adoptar medidas proteccionistas como aranceles o cuotas, pero la Administración tiene la intención de aplicar los gravámenes bajo la autoridad otorgada por la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962. Dichas investigaciones de la sección 232 deben completarse dentro de los 270 días posteriores a su anuncio.
El Gobierno de Trump ha abierto investigaciones similares sobre las importaciones de cobre y madera, y las investigaciones completadas en el primer mandato de Trump al amparo de esa sección 232 sirvieron de base para los aranceles impuestos en los últimos dos meses sobre el acero, el aluminio y la industria automotriz.
Trump dijo el domingo que anunciaría un arancel sobre los microprocesadores importados esta semana, y añadió que habría flexibilidad con algunas empresas del sector, pero el presidente con frecuencia no cumple con sus anuncios.
Estados Unidos depende en gran medida de los chips importados de Taiwán y su escasez durante la pandemia provocó problemas a la industria. Los semiconductores se inventaron en Estados Unidos y su uso se ha ido extendiendo a todo tipo de aparatos, desde teléfonos móviles a vehículos eléctricos, electrodomésticos, satélites, sistemas de defensa y mucho más. Pero Estados Unidos solo produce alrededor del 10% de los chips del mundo y hasta hace poco ninguno de los más avanzados. El Gobierno de Joe Biden se fijó el objetivo de que el 20% de los chips avanzados del mundo se fabricasen en Estados Unidos y concedió incentivos que atrajeron inversiones multimillonarias, gran parte de ellas aún en fase de desarrollo.
En cuanto a los productos farmacéuticos, los fabricantes de medicamentos han argumentado que los aranceles podrían aumentar la posibilidad de escasez y reducir el acceso de los pacientes. Aun así, Trump ha presionado para que se apliquen las tasas, argumentando que Estados Unidos necesita fabricar más medicamentos para no tener que depender de otros países para su suministro.
Las empresas del sector han presionado a Trump para que introduzca gradualmente aranceles sobre los productos farmacéuticos importados con la esperanza de reducir el impacto de los gravámenes y dar tiempo a trasladar la fabricación, informa Reuters. Los grandes fabricantes de medicamentos tienen presencia industrial en todo el mundo, principalmente en Estados Unidos, Europa y Asia, y trasladar más producción a Estados Unidos implica un gran compromiso de recursos y podría llevar años.
Los aranceles serían un golpe para los mayores fabricantes de medicamentos del mundo, entre ellos Merck y Eli Lilly, que operan decenas de plantas de fabricación repartidas por todo el mundo. Las empresas farmacéuticas, entre ellas las dos citadas, más Novartis y Johnson & Johnson, se han apresurado a anunciar importantes inversiones en Estados Unidos antes de la posible aplicación de aranceles.