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PLÁCEMES. El canciller Javier Martínez Acha no será un tipo muy risueño, pero sin duda esta semana la suerte le ha sonreído. Para empezar, estaba lejos -primero en Honduras y luego en Perú- cuando estalló el escándalo del acuerdo firmado con el secretario de Estado, Pete Hegseth. Luego, ese mismo conflicto terminó resolviendo (a su favor) la guerra de baja intensidad que mantenía con Carlos Ruiz Hernández, su vicecanciller hasta el pasado miércoles. Además, gracias a un fallo de la Corte Suprema, su hermano Valentín Martínez Vásquez ya no tendrá que cumplir la condena de 80 meses de prisión por blanqueo de capitales en el caso. Que disfrute los buenos momentos ahora, que ya viene el embajador Kevin Marino Cabrera.
DUPLA. La renuncia de Ruiz Hernández deja a Alberto Alemán Zubieta sin su principal delfín. Lo único seguro en política es que no hay nada seguro.
PASIVIDAD. El presidente Mulino había advertido, con casi dos semanas de antelación, que preguntaría a sus ministros cuáles son las denuncias que han presentado por las irregularidades halladas en sus respectivos despachos. Pero, en el último Consejo de Gabinete, la respuesta fue el silencio. Esta inacción es aún más preocupante en tiempos en que hay un puñado de diputados empeñados en poner de moda la impunidad otra vez.
DE BAJA. El presidente anunció que está convaleciente tras un procedimiento médico realizado el pasado miércoles. No sabemos si hay alguna relación causa-efecto, pero en Perú —a donde viajó con su urólogo, el doctor Ángel Alvarado— la pasó fatal, aquejado de la espalda y el abdomen. ¿Qué hacía allá, con semejante cuadro clínico? Las condecoraciones se las podrían haber enviado por courier. ¿Y el caballo? Ni se habría enterado si lo dejaban en Mamacona.
METIDO. Ya es costumbre que políticos (de casi todos los partidos) intenten sacar provecho de las ferias del IMA. El último ha sido Camacho, quien el pasado miércoles “colaboró” en la feria de la entidad en Veranillo, una comunidad que, casualmente, se encuentra dentro de su circuito electoral. Había personal cargando alimentos y organizando las filas, que estaba ataviado con unas camisetas azules que, en el dorso, llevaban anotada la frase: “H.D. Camacho”. ¿Acaso el IMA autorizó la participación de un político en su evento? ¿Por qué permite que otra gente haga su trabajo? Si la entidad fue a pedirle ayuda a Camacho, ¿también ha solicitado apoyo a otros diputados?
FUNESTOS. Al peruano Ollanta Humala lo han enviado al penal de Barbadillo, en Lima, conocido como “la cárcel de los expresidentes”, porque allí ya están Alejandro Toledo y Pedro Castillo, y antes albergó a Alberto Fujimori. ¡Cuánta falta hace algo así en Panamá! El proyecto insigne del gobierno de Mulino debería ser ese y no el hospital de mascotas. Si fracasa el plan de Bolota, Camacho y Popi, ya hasta tendrían al primer huésped.
