Un economista liberal, con vasta experiencia en bancos centrales, que jamás había ocupado un cargo electo. Una política profesional socialdemócrata que ha pasado casi un cuarto de siglo encadenando cargos, incluido el que hay en la cúspide nacional. Una científica ecologista, bregada en el activismo estudiantil y heredera de un pope de la izquierda latinoamericana. Así presentados, no parece que los primeros ministros de Canadá y Dinamarca, Mark Carney y Mette Frederiksen, respectivamente, tengan mucho que ver ni entre sí ni con la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum. Pero los une un hilo: los tres países han sido objeto de ataques de Donald Trump, los tres líderes se han opuesto firmemente y los tres viven un momento de fuerte respaldo social.

Aunque el regreso al poder de Trump ha agitado la política en todo el mundo, Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano, cree que solo en los tres países citados cabe hablar de un claro efecto Trump. “Es imposible extraer un patrón de cómo influye Trump. Las singularidades en cada país cuentan mucho. Lo que sí observamos, gracias a Canadá, México y Dinamarca, es que si hay un ataque que despierta los sentimientos patrióticos, Trump fortalece a los que desde el poder se le oponen con firmeza”, explica Molina, que también detecta una influencia de Trump en Australia, donde el primer ministro, el laborista Anthony Albanese, ha adelantado las elecciones al 3 de mayo tras alcanzar su mejor dato de aprobación en 18 meses justo cuando el debate se centraba en los aranceles de Trump.

Mark Carney, primer ministro de Canadá.Christinne Muschi (AP)

En cuanto a la posición de los partidos en la órbita trumpista, Molina ve “evidente” que se sufren “contradicciones” cuando Trump toma decisiones contra sus países, pero no se reflejan necesariamente en las encuestas. Tomando como referencia las medias de sondeos que hace Politico, en unos casos bajan, en otros suben. En Austria, el Partido de la Libertad cae desde el regreso de Trump. También la formación del mismo nombre en Países Bajos, si bien allí la tendencia empezó antes. En Hungría, el Fidesz primero repuntó y luego ha empezado a caer, igual que los brexiters de Nigel Farage en el Reino Unido. En Polonia, cae levemente Ley y Justicia, pero sube Confederación, más a su derecha aún. Los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni están estables y Alternativa para Alemania sube, según Ipsos. Ya con muestra en las urnas, los ultras han sufrido un batacazo las elecciones regionales de Finlandia.

¿Y en España? ¿Hay efecto Trump? El barómetro del CIS muestra al PSOE, con el 32,6% de estimación de voto, algo por encima que antes del regreso al poder del líder republicano, aunque marcando una bajada de casi dos puntos en el último mes, coincidiendo con los aranceles. El PP baja con Trump del 28,4% al 26,1%. Vox, que alcanza el 15,2%, sube con fuerza desde la anterior encuesta (11,7%). La serie de 40dB., que no abarca los aranceles, dibuja un PP (del 33,3% al 32,6%) y un PSOE (del 29,9% al 29,5%) algo a la baja, mientras sube Vox (13,1% al 14,1%).

Con estos datos, tres especialistas coinciden en que es pronto para extraer conclusiones. “En España, Trump es todavía un asunto internacional”, afirma Molina, que también es profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid. Aunque tanto el Gobierno —con la campaña Compra lo tuyo. Defiende lo nuestro— como los líderes de la UE —con llamamientos al europeísmo— alientan adhesiones en clave patriótica, la situación “no tiene aún una gravedad que convierta a Trump en un gran movilizador de voto”, señala Molina, que añade: “Ahora bien, si llega a convertirse en un problema nacional, la cosa cambiaría”. ¿Cambiar cómo? En teoría, responde, una crisis con una potencia extranjera brinda condiciones favorables al principal partido en el Gobierno, en este caso el PSOE, que podría utilizar la estrategia del efecto bandera, al estilo —salvando las distancias— de Canadá, México y Dinamarca. También en teoría, apunta, el partido más próximo al líder amenazante, en este caso Vox, tendría dificultades, aunque “un seguidor de Santiago Abascal por razones emocionales no va a dejar de votarlo porque no condene unos aranceles”.

Molina señala que, pese a su “contraintuitivo” repunte, la posición de Vox es delicada: “A priori no se dan buenas condiciones para su crecimiento”. Así lo ve también Paco Camas, investigador de Ipsos. Para un “partido patriótico”, dice, aparecer “alineado con un líder que daña los intereses de tu país es objetivamente negativo”. “En España todo el efecto de Trump está diluido por nuestra pertenencia a la UE. Los cambios en la opinión pública serán de decantación lenta, y mayores cuanto mayores sean los perjuicios que cause Trump”, añade el investigador, que cree que una crisis grave, gestionada “con inteligencia, firmeza y prudencia”, reforzaría al Gobierno. En cuanto al PP, agrega, “si [Alberto Núñez] Feijóo muestra ideas claras, puede arrebatar votantes pragmáticos a Vox, cuyo crecimiento ahora proviene en buena medida de la abstención, lo cual indica que hay una parte de voto protesta que podría diluirse al acercarse las elecciones”.

La experta en estrategia política Ana Salazar observa que la “rápida reacción” de Vox, recurriendo a un discurso según el cual “PP y PSOE son lo mismo y tienen la culpa de todo porque gobiernan juntos en Europa”, ha probado efectividad para lograr “de momento” evitar un desgaste. “Lo que sabemos es que si la situación se agrava, el que está en el poder, en este caso el PSOE, tendrá mucho margen de maniobra. No solo lo sabemos porque las crisis y situaciones de riesgo son el terreno preferido de Sánchez, sino por la experiencia de otros países”, afirma la directora de Idus 3, mirando a Canadá, México y Dinamarca.

Tres países con ‘efecto Trump’

Cuando Justin Trudeau anunció su dimisión el 6 de enero, las encuestas le daban un 20,1%, frente a un 44,2% del conservador Pierre Poilievre, según CBC News. Pintaba oscuro para los liberales ante las elecciones de octubre. Pero no. El sucesor de Trudeau, Mark Carney, es hoy el favorito para los comicios, que él mismo ha adelantado al 28 de abril. ¿Qué ha pasado? Ha pasado Trump, que desde antes de tomar posesión el 20 de enero insiste en que quiere convertir a Canadá en el “Estado 51″ de su país, y que en marzo empezó por Canadá —y México— su guerra arancelaria.

Los discursos firmes de Carney, que combina las apelaciones patrióticas con los llamamientos a la unidad, se han hecho famosos en el país mientras subía en las encuestas hasta el 44%, frente a un 37,8% de Poilievre, al que ahora le pesa que lo llamen “el Trump canadiense”. Trump ha repartido malas cartas para Poilievre, que trata de centrar la campaña en la economía, pero sin éxito porque la “amenaza” exterior se ha convertido en la “cuestión clave”, explica Janice Gross Stein, fundadora y directora de la Escuela Munk de Asuntos Globales y Políticas Públicas de la Universidad de Toronto. En cambio, Carney centra su mensaje en “su capacidad de liderazgo” frente a esa “crisis”, añade.

Trump también puso a México en la mirilla desde antes de llegar al cargo, cuando dijo que pondría aranceles al vecino del sur —y a Canadá— para frenar la llegada de drogas e inmigrantes. “Siempre tendremos la frente en alto”, respondió Sheinbaum en un acto multitudinario en el Zócalo. Los aranceles entraron en vigor en marzo. ¿Resultado? “Trump ha provocado un mayor sentimiento nacionalista y un salto en el apoyo a la presidenta. Ha sido una bendición política para Sheinbaum, con el nivel de aprobación más alto de cualquier presidente en 30 años [más del 80%]”, explica Michael Shifter, investigador en el laboratorio de ideas Diálogo Interamericano y profesor en la Universidad de Georgetown, que destaca cómo Sheinbaum, que lleva en el poder seis meses, ha respondido denunciando los atropellos de Trump sin abandonar la vía negociadora.

La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum.Sáshenka Gutiérrez (EFE)

La primera ministra de Dinamarca y Trump son viejos conocidos. En 2019, el mismo año en que Frederiksen llegó al cargo, Trump canceló un viaje a Copenhague después de que ella calificara de “absurda” su idea de comprar Groenlandia. Aquella crisis no rebajó la fiebre groenlandesa del magnate, que ahora exhibe sus deseos de anexión, a lo que Frederiksen ha reaccionado con una defensa de la soberanía de la isla. La primera ministra está siendo “tan amable como puede, pero cada vez más firme”, explica el politólogo Jesper Willaing Zeuthen, de la Universidad de Aalborg. Su colega Ulrik Pram Gad, del Instituto Danés de Estudios Internacionales, cree que este desafío le ha servido para ejercer de “líder fuerte en tiempos de crisis”, faceta que ya elevó su tirón popular durante la pandemia de covid.

La primera ministra danesa, Mette Frederiksen.Tom Little (REUTERS)

La mezcla de contundencia y apertura al diálogo, que hermana su reacción con la de Carney y Sheinbaum, le funciona. Según el seguimiento que realiza Politico, el Partido Socialdemócrata ha subido del 20% al 23% desde que Trump tomó posesión, una alza más fuerte de lo aparente en un país tan multipartidista. Su distancia con respecto al segundo ha pasado de cuatro a nueve puntos.

Zeuthen señala un acierto en la forma en que Frederiksen planta cara a Trump: “Es convincente al comunicar que no aprovecha deliberadamente su posición para ganar popularidad”. Es algo que Shifter destaca también en Sheinbaum, que ha evitado —afirma— “victorias populistas fáciles”, esmerándose en demostrar que hace lo posible para dar “estabilidad y la certeza” a las relaciones con el gigante del norte.

Lecciones para España de cómo responder a Trump que dejan Canadá, México y Dinamarca | España | EL PAÍS


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