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Puente, según el diccionario de la Real Academia: «Construcción sobre un río, una vía o un obstáculo para poder pasarlos por encima». Significado de pontífice, ... de acuerdo con la misma docta institución: «Su etimología deriva del latín y tiene el significado literal de constructor de puentes, presumiblemente entre la humanidad y la deidad o las deidades». De donde se deduce que la Comunitat está habitada por un elevado número de pontífices, que desde la antigüedad han levantado para tender puentes en nuestra sociedad (expresa y metafóricamente) una serie de construcciones que salvan ríos, barrancos y desniveles del terreno para acercar entre sí a quienes pueblan una orilla y la de enfrente. Una hermosa alegoría de la capacidad de entendimiento de los valencianos que deja su huella para la posteridad en forma de unos cuantos de ellos, de especial belleza o relevancia, que nutren un libro de reciente publicación: 'De puentes por España'. Un viaje por los cien casos que su autor, el ingeniero Carlos Polimón, juzga «imprescindibles».
Y entre ellos, por supuesto, un buen número de obras enclavadas entre nosotros. El espléndido viaducto de Sant Jordi, en la localidad alicantina de Alcoy, por ejemplo. O el que su autor bautiza como el puente del Puerto, es decir, el enclavado en la zona de la Marina a la altura del antiguo circuito para la Fórmula 1. Y, sobre todo, ese racimo de ellos que se asientan sobe el antiguo cauce del Turia a su paso por Valencia, que configuran el particular 'skyline' de la ciudad desde tiempo inmemorial y dotan de un singular atractivo al paseo tanto sobre su espinazo como bajo su sombra, mientras se cruza el interminable y encantador jardín.
De ahí que Polimón subraye la condición de Valencia como ciudad de puentes, una consideración de raíz histórica que desmenuza en estos términos: «En efecto, Valencia es casi una excepción en número de puentes a nivel español: hay incluso cuatro del siglo XV y XVI». Y añade: «No es normal que haya tanto puente tan antiguo tan cerca entre sí». Una peculiaridad de donde nace esta reflexión: «Hay que pensar que, en la antigüedad, los puentes eran objetos de deseo, obras muy caras y que ahorraban horas o jornadas de viaje. En la actualidad», prosigue, «sólo desde el Parque de Cabecera hasta el puente de Astilleros hay veinte ejemplares, sin contar los del cauce nuevo, ni el del Puerto». ¿Conclusión? «Una barbaridad». Una observación que añade al factor cuantitativo otro atributo: su estilizada belleza, un elemento de orden cualitativo que complica la contestación a la pregunta formulada al autor del libro, publicado por GeoPlaneta en su colección Nómadas: cuál es su favorito.


Respuesta: «El puente de las Artes me gusta mucho, pero mi favorito es el del Puerto por cuestiones personales», a saber: «Participé en la obra de sus 'dos vidas', en 2001 y 2008». Una implicación que recuerda con un punto de nostalgia («En la primera tuve una colaboración corta al final de la obra y en la segunda muy activa tanto en el diseño como en la construcción») y que arroja una sobresaliente valoración de esa coqueta conexión, de índole más bien discreta, al pie del edificio Veles e Vents: «Las dos veces fueron obras muy complejas que demostraron la capacidad de la ingeniería española para afrontarlas».
Polimón, nacido en Madrid en 1974 e ingeniero de Caminos, Canales y Puertos de profesión, es un dinámico divulgador de la importancia que para nuestra vida tienen todos esos artefactos recogidos en su libro como muestra, a su juicio, «de una expresión más del ser humano». Los puentes no son, advierte, «meros proyectos técnicos». En ellos palpita también el talento de quienes los idearon, ingenieros pero también arquitectos, cuyo legado en el caso de Valencia tiene nombres y apellidos: es el caso del ingeniero de caminos Julio Martínez Calzón, autor del puente del Puerto. O de su colega Leonardo Fernández Troyano, a quien se debe otro de sus favoritos, el puente de Las Artes. De ahí que Polimón anote que «el histórico enfrentamiento entre ingenieros y arquitectos» a cuenta de su respectiva autoría en esta clase de proyectos «no tiene cabida hoy en día». «Está demostrado en los puentes y edificios en las que han colaborado activamente que el resultado siempre es mejor que el individual», estima.
Un parecer que se refleja en otro caso muy particular de la Comunitat: el valioso arsenal de puentes con que cuenta la localidad alicantina de Alcoy. Polimón destaca en especial el de Sant Jordi, donde en efecto colaboraron el arquitecto Víctor Eusa y el ingeniero Carmelo Monzón para alumbrar una obra de rabioso encanto y enorme vigencia». No es sólo que sea un puente maravilloso, sino que el enclave sobre el barranco es imponente», dice. «El de Canalejas también es estupendo», agrega, en alusión a esa otra apabullante muestra con que cuenta Alcoy entre lo mejor del rico catálogo de puentes de España. O todos los que salvan el viejo curso del Turia a su paso por Valencia, merecedores de un capítulo completo en su libro, un conjunto que tanto debe en su actual fisonomía a la contribución de Santiago Calatrava.
- Hablando del debate entre ingenieros y arquitectos, ¿qué opinión le merecen todo esos puentes de Calatrava en Valencia?
- De él, en general, me gustan los que no son especialmente llamativos visualmente. Así, en la ciudad, el que más me gusta es el 9 d'Octubre, una revisión de puente losa muy interesante, que se ajusta muy bien al tamaño del cauce y del actual parque. El problema es que los demás me parecen puentes demasiado grandes para sus emplazamientos que, en mi opinión, pedirían puentes más pequeños.