Partía como víctima el Madrid en esta final. Por muchas razones. Tanto por su juego como por el buen momento del rival. Además, el Madrid había perdido los tres últimos partidos, entre Liga (0-4), Supercopa (2-5) y el amistoso de pretemporada en New Jersey (1-2). Tres derrotas en las que, además, había recibido muchos goles. Parecía como si le tuvieran tomada la medida. Todo lo tenía en contra, en fin. Además, el partido se le puso canalla bien pronto con ese 1-0 en contra que se veía venir y, por qué no decirlo, por un primer tiempo bastante flojo en el que podía dar por bueno incluso ese 1-0. De hecho, el poste le salvó del 2-0 cerca del descanso.

Parecía, en fin, que no era la noche del Madrid y, sin embargo, en el segundo tiempo vio la luz, entre otras cosas por la entrada de Mbappé en lugar de un Rodrygo que no hizo nada....una vez más. Ancelotti volvió a equivocarse al confiar en él. Lleva tiempo que no está para jugar de titular.

Con el que sí acertó Ancelotti fue dando entrada a Arda Güler. El turco lleva tiempo pidiendo minutos. No es la primera vez que un lanzamiento suyo de córner acaba en gol. No es la primera vez que eso ocurre en el equipo blanco. En la selección turca, también tiene un guante en esas ocasiones. Después, ya en la prórroga, puso un balón en el área al que no llegó Bellingham por muy poco.

El caso es que el Madrid en la segunda parte le dio la vuelta al marcador y le dio un buen susto a su rival, que se encogió. Y saboreó durante muchos minutos la victoria, que se le escapó cerca ya del final en una indecisión increíble de Rüdiger y Courtois. Un gol que en condiciones normales no se habría producido, pero así es el fútbol. No se mereció esta derrota el Madrid, pero al menos dejó un buen recuerdo en el madridismo.

El Madrid no se mereció esta derrota


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