Un carro de la compra a tope esperaba sin dueño esta mañana junto a las taquillas del supermercado. Era de un cliente conocido, no llevaba ... suficiente efectivo y le habían fiado el día anterior. A ojo, no bajaba de los 150 euros. Parte de esos 10.000 euros de pérdida que sufrieron el lunes a cuenta del apagón en este establecimiento de Deusto, donde estuvieron más de cinco horas sin luz. «Un día normal hacemos una caja de 30.000 o 40.000 euros y nuestra hora punta es de doce y media a tres y media, justo el tramo afectado». No perdieron más porque rápidamente guardaron el pescado y la carne en las potentes cámaras frigoríficas, «que mantienen el alimento en buen estado muchas horas». «Por la tarde ya no lo sacamos a la venta por miedo a que se fuera la luz de nuevo porque entonces sí se habría roto ya la cadena del frío», contaba la responsable del supermercado mientras recorría un almacén practicamente vacío. «No ha llegado apenas género, solo carne, pescado y yogures, pero los camiones de fruta, charcutería y los quince palés de productos de estanterías no han venido. A este paso, nos quedaremos sin pan que vender a mediodía». A las 9.35 ya se habían quedado sin compresas de marca blanca y sin toallitas de bebé y escaseaba el papel higiénico. «Un día me puedo apañar con las reservas de almacén, pero a dos no llegaríamos».

Género es lo que les sobraba en un bar de comidas de Deusto. Despachan de 100 a 120 menús al día, pero el lunes la clientela tuvo que tirar de pintxos. «Vendimos las seis tortillas y todos los bocadillitos y sándwiches, que volaron de una a una y media», cuenta el dueño, que calcula «entre 2.000 y 2.500 euros menos» que otro lunes cualquiera.

Menos 300 anotaron en una frutería de la misma calle. «Cerramos dos horas y estuvimos paradas otras tres porque, como no funcionaba el peso, no podíamos vender más que lo que tiene precio por unidad: lechugas, aguacates, mangos…». Al menos, no tuvieron que tirar nada. «Lo más delicado, que son las fresas, los espárragos frescos y las setas, lo guardamos a todo correr en frío y se ha conservado bien». Ellas (son dos socias) hacen el pedido cada dos días y lo habían hecho el lunes, así que esta mañana todavía lucían llenas las cajas. «Por la tarde vendimos bastante bien, pero esos 300 euros están perdidos, no se recuperan los próximos días. Esto no funciona así».

Otro tanto calculan que dejaron de ingresar en una de las tiendas de Arrese en el centro de Bilbao. Y hoy igual también se dejan algo porque el mostrador no estaba tan lleno como acostumbra. «El obrador está en Basauri y allí no tuvieron luz hasta las ocho y media de la tarde, así que hoy hemos recibido un 15% menos de producto. No tenemos milhojas, ni rusos, ni bollos rellenos de crema… Hemos colocado los platos de los pasteles (a las once de la mañana solo les quedaban 25) en horizontal para que luzcan mejor».

Un datáfono que funcionó a ratos

Si las pastelerías son de esos negocios que reciben un goteo más o menos constante de clientes, en los estancos el goteo es casi chaparrón. En cuatro minutos han entrado ocho personas, que han dejado más de 35 euros. Todos han pagado con tarjeta, que es el método de pago habitual. «Los más jóvenes no tienen efectivo, así que el lunes dejamos de ingresar unos 1.000 euros». Aunque muchos fumadores que llevaban algo encima no dudaron en reservarlo para el estanco. «El que compra normalmente un paquete, el lunes pedía dos. O tres si le llegaba el dinero». El datáfono quedó inutilizado a las doce y media pero guardan uno viejo que «curiosamente, funcionó a ratos», lo que alivió un poco la sangría de la caja. Eso… y los mecheros. «La gente te decía: 'dame un par de mecheros por si acaso'… y porque no vendemos velas que si no…».

En el local de servicio técnico de al lado tampoco tienen velas, pero sí linternas. «Pedí una caja hace un mes y no había vendido ninguna, pero el lunes vendí nueve». Cuestan 5,5 euros. Y 13 las radios pequeñas de pilas, otros de esos productos 'vintage' que el lunes recuperaron una demanda que daban por perdida ya. «Cuando salió eso del kit de supervivencia las pedí, pero si vendo una cada quince días, contenta». Ayer 'colocó' ocho, todas las que tenía. «Se fue la luz y la gente de los comercios de la calle fuimos al bar de enfrente a ver qué pasaba. Entonces vi a un señor con un transistor que escuchaba las noticias y pensé: «Yo tengo radios también...' y decidí dejar la tienda abierta, total, no perdía nada». Ganó, de hecho, un piquito con eso y con las pilas («casi veinte paquetes»). Un inesperado extra para aliviar el balance del día porque, aunque tienen algo de producto de ferretería y menaje, su negocio son las reparaciones de electrodomésticos. «Nosotros vivimos de que nos llamen por teléfono para decirnos que se les ha estropeado la lavadora y que vaya el servicio técnico, pero ayer no recibimos ningún aviso, claro». Fácilmente, 500 euros menos.

Dos clientas: 134,30 euros. No dio tiempo a más. «Eso, para una peluquería como la nuestra es una auténtica ruina, un día perdido. Después de una Semana Santa en la que todo está flojísimo y antes de un puente. Menudo mes…». Además, cuenta la dueña que ella y su socia se tuvieron que quedar hasta que regresó la luz a última hora de la tarde porque las puertas y la persiana son eléctricas y no se podían cerrar.

210 pintxos que volaron

Y tres clientes llevaban este martes a las doce del mediodía en una tienda de ropa de la Gran Vía. «Hoy está siendo una jornada catastrófica de venta. Con lo bien que empezó ayer…». No sabe calcular cuánto dejaron de ingresar «porque las ventas son irregulares» y porque la luz solo faltó hora y media, pero tienen una referencia. «En las dos horas anteriores al apagón hicimos casi 400 euros de caja».

En otra tienda de moda femenina cercana a Moyúa anotaban en la columna de ingresos del martes los 600 euros de dos pedidos que tenían guardados del lunes. «Los precios son elevados, así que casi todo el mundo paga con tarjeta. Como eran clientas habituales compraron y lo dejaron sin pagar», cuenta una de las dependientas, agradecida porque el lunes, pese a todo, no trabajaron mal. «La tienda es muy luminosa y la gente seguía entrando. Calculo que entre lo que dejamos de vender en las casi dos horas que no tuvimos luz y lo que se vendió pero se quedó sin pagar tuvimos un agujero de unos 1.000 euros».

En este recorrido por el pequeño establecimiento de Bilbao nos lleva diez paradas encontrar un local que anotara más ganancias que otro lunes cualquiera. En la cafetería Coffela de la Gran Vía calculan a ojo que ingresaron 200 euros más. «No damos comidas y nuestra hora fuerte son los cafés y los desayunos de nueve a doce de la mañana». Se quedaron sin cafetera –«aún así, la gente te preguntaba: '¿y no tienes otra manera de hacerme un café?'»-, pero lo que dejaron de ganar con cafés, lo recuperaron de largo con las cañas. «Un café cuesta 1,80 y deja más beneficio que una cerveza que son 2,80 pero el ingreso de la caña 'abulta' más, así que el lunes compensamos por ese lado». Dice su dueño que sirvieron el doble que cualquier día a mediodía y también pusieron más vinos. «Yo llevo más de dos meses trabajando y el lunes serví mi primer 'copazo', un whisky con Coca Cola antes de las dos del mediodía», relata la empleada.

El local es pequeñito, lo justo para una barra bien surtida que el lunes se vació antes de lo habitual. «Preparamos unos ochenta pintxos y todos los días nos quedan una docena sin vender, sobre todo los de atún y los de jamón. Las tortillas, los sándwiches y los bocadillitos de chorizo y de pollo se venden mejor. Pero el lunes arrasaron con todo, hasta con el bizcocho que normalmente se acaba, si es que se acaba, por la tarde, cuando salen los niños del cole».

Como esta cafetería del centro de Bilbao, otros bares que no dan comidas salvaron de largo el lunes. «Tenía preparados 210 pintxos y vendí todos. No hice más porque no tuve tiempo. La gente pedía hasta cerveza caliente», cuenta el dueño de otro bar, que calcula un extra «de unos 300 euros» el lunes. Salvo estas dos excepciones, los negocios que protagonizan este reportaje acumulan pérdidas por valor de más de 15.000 euros... que son miles de millones en el conjunto de España.

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«El lunes serví mi primer 'copazo', un whisky con Coca Cola antes de las dos del mediodía» | El Correo


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