Los días históricos a veces se convierten en semanas, meses, e incluso años —pandemias y guerras lo atestiguan—. Pero otras, van seguidos de días normales. O casi normales. Si el lunes fue el día del estupor ante lo improbable, este martes España tenía ganas de hablar. De contar dónde se estaba cuando todo se apagó, de explicar los kilómetros de caminata de la oficina a casa, las horas de atasco, la incertidumbre por ese familiar del que no se tenían noticias, la suerte de tener una radio. Un inmenso relato coral con aires de terapia colectiva que perdurará a través del tiempo como un sueño extraño que encaja como un guante en el lustro distópico iniciado en 2020.

El país volvió a madrugar, como en toda jornada laborable, mientras en la noche Red Eléctrica no paraba de lanzar buenas noticias a los insomnes. La recuperación eléctrica se extendió como una mancha de aceite que recordaba a los recuentos electorales. 61% a medianoche, 77% a las dos, 87% a las cuatro, 92% a las cinco, 99,95% a las siete, y por fin, a las 11.15 el mensaje más esperado. “Normalizado el funcionamiento del sistema eléctrico peninsular”, señalaba el operador del sistema en la red social X. Cada décima de avance suponían miles de hogares que regresaban al siglo XXI y abandonaban la era analógica de velas, monedas y silencio electrónico. A veces con la sorpresa nocturna de la luz que volvía en mitad de la noche por la posición del interruptor, y otras con el alivio al pulsarlo nada más despertar.

El día, sin embargo, no acabó de ser normal. En varias autonomías se suspendieron las clases, aunque los colegios siguieron abiertos libres del estrés de los exámenes para que los padres pudieran acudir a sus trabajos. Y el transporte no terminó de recuperar el pulso. Los trenes circularon a medio gas, con los Cercanías funcionando al 50% en Madrid, y el Rodalies al 60% en Cataluña. En el caso de la larga distancia, los servicios ferroviarios entre Madrid y Barcelona operaron sin problemas, como los AVE desde el centro hacia Andalucía salvo en el tramo Córdoba-Sevilla en las primeras horas. El mayor lunar fue la suspensión de todos los servicios de tren en Galicia.

Pasajeros en la estación de Atocha, este lunes.César Vallejo

En cuanto al metro, en Barcelona el servicio se prestó con normalidad, igual que en Bilbao, mientras que en Valencia se suspendieron cuatro líneas y en la capital empezó a las ocho de la mañana, con dos horas de retraso respecto al horario habitual, como si se hubiera contagiado del cansancio de la jornada previa, cuando muchos trabajadores y viajeros llegaron a casa bien entrada la noche, o incluso estuvieron a punto de dormir en su lugar de trabajo, tirados sobre unas colchonetas.

Ese fue el caso de Patricia Peruccon, de 35 años, gestora documental en la Fundación Prodis. “Mis compañeros me dijeron ‘quédate a dormir, no te vaya a pasar algo en el camino’. Pero yo les dije que me iba aunque fuera andando. Salí a las 19.45 y llegué a mi casa a las nueve de la noche. Me quería morir, una angustia... No por el hecho de volver a casa, sino por saber de mi madre. Imagínate que se hubiera quedado encerrada en el ascensor”, dice al teléfono.

La recuperación del suministro fue muy desigual geográficamente. “Hemos ido encendiendo la generación en función de las peticiones del gestor del sistema, porque la tensión se recupera paso a paso”, explican desde una empresa distribuidora. “Lo más complicado era recuperar la tensión en el área de Madrid, porque está en el centro de la península, lejos de los centros de generación, y porque es donde la demanda es más elevada”, añaden.

Restablecida la luz, la demanda de explicaciones sobre el apagón continuó. Y Red Eléctrica trató de aportar algo de claridad sobre lo ocurrido. La compañía descartó un ciberataque y apuntó a una caída de la generación solar como causa preliminar del apagón. Eduardo Prieto, director de servicios para la operación de la gestora eléctrica, habló de dos episodios de “desconexión de generación”.

Poco después, sin embargo, llegó la respuesta desde La Moncloa. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, vino a decir que el Ejecutivo está lejos de conformarse con esas explicaciones. “El Gobierno tiene dos prioridades claras: consolidar el restablecimiento de nuestro sistema eléctrico al 100% y descubrir qué ha pasado para tomar medidas para que no vuelva a pasar”, sostuvo.

En su tercera intervención en 24 horas, anunció que se elaborarán dos informes independientes de Red Eléctrica sobre qué falló en esos cinco segundos en que todo se vino abajo: uno encargado a una comisión comandada por el Ministerio para la Transición Ecológica, y otro a Bruselas. “El Gobierno de España va a llegar al fondo en este asunto, y se van a hacer las reformas pertinentes y exigir responsabilidades a operadores privados”, prometió sin descartar ninguna hipótesis, ni siquiera la del ciberataque.

Impacto económico incierto

Todavía no hay cifras oficiales sobre el impacto económico, pero sí empiezan a aparecer estimaciones. El presidente de la patronal de empresarios CEOE, Antonio Garamendi, cifró el impacto del apagón en 1.600 millones, el 0,1% del PIB español, mientras que BBVA Research sitúa el golpe en un rango similar, entre una y dos décimas. El shock económico recuerda así al de la dana de Valencia, que el Banco de España calculó en dos décimas de PIB.

Fuera de los ámbitos político y económico, en el flanco hospitalario, el sobresalto fue menor después de que durante el lunes mantuvieran sin problema los servicios básicos debido a los grupos electrógenos que garantizaron el suministro, aunque algunas comunidades anunciaron que seguirán de momento solo con la atención básica. Y este martes fue también mucho más tranquilo para las fuerzas de seguridad y los servicios de emergencias, tras una jornada en la que tuvieron que atender miles de llamadas y rescatar a numerosas personas que habían quedado atrapadas en ascensores o trenes. De los vagones hubo que sacar a 35.000 personas, a veces varados en zonas rurales.

Con las aplicaciones de contar pasos todavía echando humo del día anterior, lo extraordinario del fenómeno dejó otras conclusiones. La primera, la demostración de civismo de la población durante el percance. La falta de incidentes graves desató una oleada de bromas en redes sociales sobre la capacidad de los españoles de encajar el golpe con humor y filosofía. En grandes urbes como Madrid, el contraste era notorio. La mitad de la población trataba de llegar a casa como fuera y la otra media hablaba de lo sucedido en terrazas a rebosar. Se hubiera podido recorrer la ciudad —seguramente el país— de un extremo a otro saltando de bar en bar sin cambiar de tema. “La respuesta de la ciudadanía estuvo a la altura, como en otras muchas crisis como Filomena, La Palma, la pandemia o la crisis energética”, destacó Sánchez.

El camino a la normalidad también pasa por ir reduciendo el nivel de alerta en las comunidades autónomas. Murcia, Castilla-La Mancha, Andalucía, La Rioja y Galicia, cinco de las ocho que solicitaron el lunes que se declarase en sus territorios el nivel 3 de emergencia de interés nacional, solicitaron este martes al Ministerio del Interior rebajarlo al nivel dos. En cuanto al resto, Extremadura dejará la decisión en manos del Gobierno, y Madrid y Comunidad Valenciana ya han pedido públicamente permanecer en esta situación.

España regresa del estupor del apagón y abandona la era analógica en busca de normalidad | Economía | EL PAÍS


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