Un día después del mayor apagón de la historia de España y con las preguntas clave aún sin responder, todos los actores con la responsabilidad de dar explicaciones a los ciudadanos comenzaron a tomar posiciones defensivas ante un eventual reparto de culpas. Nadie fue capaz, sin embargo, de responder la cuestión principal: cómo pudieron saltar los plomos de toda la península Ibérica. Hasta que no se sepa con precisión lo que ocurrió el lunes, la especulación acusadora es irresponsable y dañina. Bastante inquietud ciudadana genera la estupefacción de los expertos ante el suceso y la falta de certeza de que no se volverá a repetir.

La información proporcionada este martes por Red Eléctrica, el gestor público-privado de la red española, permite conocer la secuencia de los hechos, pero no sus causas. El sistema, que va compensando la oferta de energía de distintas fuentes con la demanda en cada momento, era estable a mediodía del lunes. A las 12.33, se produjo un “evento”, que en la gráfica es como un diente de sierra. Red Eléctrica apunta a una caída de la oferta de energía proveniente del suroeste de España. En cuanto al origen, señaló sin mayor precisión a la energía solar. Un segundo y medio después se repitió ese evento. Esa doble dentellada, por alguna razón, desestabilizó todo el sistema y en cinco segundos la península Ibérica tenía “cero” energía. Las consecuencias las vivieron en directo decenas de millones de personas.

La Península es una isla energética con muy poca conexión internacional a través de Francia. Esto tiene consecuencias ambivalentes. Por un lado, España no forma parte de la gran red europea de electricidad, por lo que no la puede usar para estabilizar rápidamente el sistema en caso de problemas. Por otro, esa independencia ha permitido un desarrollo extraordinario de las energías renovables. El aislamiento se ha debido tradicionalmente a la falta de interés de Francia, muy dependiente de la energía nuclear, por dar entrada en su mercado a la energía española. La falta de interconexión permitió también a España y Portugal descolgarse de un injusto sistema europeo de precios durante la crisis inflacionaria de hace tres años.

La primera hipótesis de Red Eléctrica —participada en un 20% por el Estado y en un 80% por capital privado— puso en el disparadero la supuesta poca fiabilidad de la energía solar. La empresa había apuntado en un informe hace dos meses que una mayor presencia de renovables y el cierre de centrales convencionales podía producir problemas “severos”. Si hay una relación con este evento, se debe decir a las claras. España es un país muy avanzado en la transición hacia las renovables y hasta ahora no ha habido grandes problemas que la cuestionen. No es que el apagón no hubiera sucedido nunca; es que es algo que no debe suceder. Si esa vulnerabilidad estaba identificada, se tenían que haber puesto los medios técnicos para prevenirla. Dos días después, ningún alto responsable de Red Eléctrica —tampoco la presidenta designada por la SEPI, Beatriz Corredor— ha dado una explicación pública sobre si existe relación entre aquella advertencia y lo ocurrido el lunes. “Esto no puede volver a pasar”, dijo ayer el presidente del Gobierno, con palabras que pueden compartir todos los españoles. Sin embargo, no logró transmitir que hoy esté en su mano dar esas garantías.

Con la pregunta clave por responder, la confusión deja el campo libre para promover intereses económicos e ideológicos obvios mediante acusaciones apresuradas. Se trata deliberadamente de confundir la necesidad de tener disponible electricidad generada con gas, o incluso nuclear, para estabilizar el sistema cuando sea necesario con la idea de que esas energías deban seguir aportando el grueso del suministro, como si la imprescindible transición verde fuera técnicamente inviable. Es un debate interesado y falaz que no aporta nada a las respuestas que necesitan los ciudadanos.

Muchas preguntas sobre un apagón | Opinión | EL PAÍS


Click on the Run Some AI Magic button and choose an AI action to run on this article