“Si hace 30 años nos preguntaban a aquellos dedicados a la sexología cómo iban a ser las cosas hoy, hubiésemos pintado una Arcadia idílica: estábamos convencidos que todos los problemas del sexo tenían que ver con la represión y, en la medida que la sexualidad se desreprimiese, fluiría de forma natural. Hoy lo vemos como una postura súper naif”, advierte el psicólogo, sexólogo y experto en trauma Arun Mansukhani en conversación con Clarín.
Nacido en Lagos, Nigeria, y con ascendencia india, Arun vive en Málaga, España. Pero atiende a este diario desde Lituania, en un hueco entre los cursos que dicta en diferentes partes del mundo sobre EMDR, técnica que busca tratar trastornos causados por eventos traumáticos.
“Todo lo que tenga que ver con sexo lo tengo que repartir a lo largo del libro, porque si no algunos irían directamente a ese capítulo y dejarían sin leer los demás”, bromeó en las páginas de Condenados a entendernos (Sinequanon, 2023). A partir de esto, esta cronista le consultó sobre esta “contradicción” de un mundo cada vez más hipersexualizado, mientras los jóvenes se alejan del sexo.
¿Cuál es el panorama que observa el psicólogo? “Que esa sexualización realmente no está siendo sana (no tenemos una sociedad en la que a los niños se los eduque sexo-emocionalmente en los colegios): tenemos una sociedad en la que hay un bombardeo de estímulos sexuales -más para vender y captar la atención que para otra cosa-, mientras la sexualización de nuestra sociedad ha ido yendo en una dirección muy determinada”.
“Aquí aparece el tema del porno, que tanto nos preocupa: primero, porque el porno se ha extendido y el acceso es casi universal. Luego, en cuanto a la evolución del porno, vemos cómo cambió el modelo sexual que se vende hacia un modelo muy restringido, de unas expectativas totalmente irreales y de unas conductas que, en la mayoría de los casos, no serán satisfactorias y con una relación de género terrible”, señala Arun.
“¡Y estamos hablando de pornografía mainstream! No quiero ni pensar (lo que hay) en la Deep Web”.
En esa línea, advierte cómo ese “porno mayoritario”, junto con los vínculos que muestran también las películas, cambia la vivencia sexual de las personas y va hacia un mismo patrón: “Deseo altísimo, sexo muy pasional y jadeante... Lo que llamamos el modelo de ‘sexo máquina’”.
Arun reconoce que “nadie esperaba” cómo han evolucionado los vínculos en el último tiempo: “Sobre todo en la última década, el nivel de satisfacción sexual de los jóvenes ha empezado a caer, junto con el número de conductas sexuales y el número de parejas (o sea, luego de una subida progresiva empezó a bajar)”.
Explica que, mientras antes se veía esto en algunas sociedades determinadas (por ejemplo, Japón, que producto de esto arrastra problemas de natalidad), “hoy la cantidad de gente joven que renuncia al sexo es impensable hace tres décadas. Creo que es una contradicción aparente: no lo supimos ver, pero lo entendemos”.
“La sexualidad es cada vez menos satisfactoria, y la hemos llevado a un punto de ‘no intimidad’. No hablo de relaciones a largo plazo, ya que se puede tener una sexualidad muy íntima con alguien que acabas de conocer, en una relación de una noche. Pero es desde dónde me acerco y me conecto. Y vemos que está yendo mal”.
Es en ese contexto que “la intimidad, más que algo placentero, se convierte en algo problemático: como lo que yo vivo no está a la altura de lo que me cuentan, me genera conflicto y entonces renuncio a la sexualidad, me quito esos conflictos de la vida”.
Mientras hay parejas y sociedades que prescinden de la sexualidad, otros modelos van en dirección contraria, dice Arun. Esto es, no limitar y que la sexualidad y la afectividad no dependan de la misma persona, sino tenerla simultáneamente con varias personas.
“Dado el escaso éxito del modelo tradicional de pareja para llevar felicidad a los seres humanos, me parece fenomenal que cada uno investigue y encuentre su modelo: ya no existe un contrato ‘único’ de pareja como antes, en la que si te iba bien, bien; y si no te iba bien, haz lo que puedas. Ahora estamos en un mundo que se ha abierto mucho, pero una mayoría de personas siguen teniendo relaciones monógamas secuenciales”, es decir, un modelo de relación en el que una persona tiene varias parejas estables a lo largo de su vida.
“Una muy pequeña minoría tiene una relación monógama de por vida (creo que es cada vez más minoritario), y otra minoría de personas (que va creciendo) están experimentando con todo este nuevo modelo: relaciones no monogámicas consensuadas”.
- ¿Qué es lo que se le reclama a la pareja hoy?
- El peso que ha ido recayendo sobre la pareja ha sido cada vez mayor. De hecho, decimos que la pareja tiene que cumplir tres grandes bloques de funciones:
Estos tres grandes bloques hasta hace poco no dependían exclusivamente de la pareja ni de la familia (podía estar repartido en estructuras comunitarias, religiosas).
- ¿Por qué hoy todo está centrado en la pareja?
- Con la “media naranja” y el ideal romántico de la pareja para toda la vida, la pareja se fue convirtiendo en el centro en el siglo XX. Esto hizo recaer sobre la pareja un peso y unas expectativas que es muy difícil que las cumpla.
Además, dos de estas necesidades (las afectivas y las sexuales) se rigen por leyes contrapuestas: mientras lo afectivo mejora con el tiempo, la exclusividad y la confianza, la sexualidad en general decrece, ya que mejora con la novedad, el cambio, la sorpresa.
Es muchísimo peso, y todo esto dentro de una estructura casi idealizada de lo que debe ser la pareja. Entonces, no es extraño que, después de ‘encumbrar’ a la pareja, la gente esté buscando otras alternativas.
Escribe Arun Mansukhani: “El tener que cubrir funciones tan distintas hace que las relaciones íntimas sean, como escribió el sociólogo Zygmunt Bauman, «las encarnaciones más comunes, íntimas y profundas de la ambivalencia. Se debaten entre los placeres de la unión y los temores del encierro». Estos son los temores ante la intimidad”.
- Decís que nos movemos entre dos tendencias, “vincularnos e intimar, y el miedo a vincularnos, porque al hacerlo nos vulnerabilizamos”...
- Hasta hace poco, la pareja no tenía como pretensión la intimidad. Podía ocurrir, pero le ocurría a unos cuantos afortunados; al resto, no.
Recuerdo que, de pequeño, uno de mis tíos que había tenido un matrimonio concertado en la India (gente que no se conocía hasta casarse) durante 20 años había tenido una relación súper cercana y súper íntima con su mujer; y el resto de mis tíos lo comentaban como una anomalía, como diciendo, "mira éstos, qué bien que han conectado, el karma”. Porque no se planteaba que eso fuese algo fundamental.
Si a partir de ahí se podía generar una intimidad, fenomenal. Y si no, mala suerte, no era algo necesariamente importante. Había quizás otras estructuras que compensaban.
- Esto ha cambiado totalmente: formar pareja es una opción, y esto también es novedoso. Si por algo se distingue el ser humano en su desarrollo en los últimos 150 años es porque cada vez elegimos más cosas: hace 200 años no se elegía nada, ni tu trabajo, ni el rey que te gobernaba, ni tu pareja... No elegías prácticamente nada.
Lo primero fue empezar a elegir gobernantes, y a partir de ahí, cada vez elegimos más cosas. De hecho, todo lo que estamos viendo de los movimientos transgénero es una extensión de la capacidad de elegir, o sea, hemos ido pudiendo elegir cada vez más y ha llegado un momento en que las generaciones han dicho, “oye, ¿por qué no puedo elegir si soy hombre o mujer?”
Es lo que ha evolucionado: puedo elegir… ¡Y además tengo que ser feliz! La felicidad tampoco era un requisito antes, te diría hasta la generación de mis padres. Ellos trabajaban, eran buenos ciudadanos y miembros de su comunidad, criaban a su hijo lo mejor que podían... Pero la felicidad no era necesariamente un requisito; eso es muy contemporáneo.
- ¿Cómo ves el futuro de las relaciones y los vínculos en el futuro cercano?
- Ojalá pudiese decirte, pero no tengo ni idea. Si hacemos un análisis histórico, mientras las condiciones socioeconómicas mejoren, los modelos serán más flexibles. Si las condiciones socioeconómicas empeoran abruptamente -algo que hace unos años era impensable y ahora se plantea como posibilidad-, el modelo se volverá a cerrar muchísimo: la gente volverá a refugiarse en pequeñas estructuras, y las familias y comunidades volverán a ser muy importantes.
Entonces, el elemento económico es algo importante, y a eso hay que incorporarle la inteligencia artificial: si ya las redes han cambiado la forma de relacionarnos, con la IA vamos a empezar a relacionarnos con un “no sujeto”, y va a cambiarla completamente.
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