Así saca partido la ultraderecha antifeminista del “declive” económico de los chicos jóvenes | España | EL PAÍS


A new report reveals that the economic decline of young men in Spain is fueling their support for far-right, anti-feminist parties.
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Es una de las preguntas estelares de la política mundial, también de la española. ¿Por qué la ultraderecha seduce a tantos hombres jóvenes? Entre el abanico de respuestas ofrecidas han sobresalido dos: las redes sociales y el repliegue antifeminista alentado por la omnipresente “batalla cultural”. El European Policy Centre, un laboratorio de ideas con sede en Bruselas, ofrece ahora una respuesta complementaria en un informe de su analista Javier Carbonell, investigador español especializado en desigualdad, extrema derecha y juventud. El combustible que impulsa a Vox y al resto de partidos ultras es el “declive” educativo y económico de los hombres menores de 30 años, sobre todo si se materializa en un atraso con respecto a las mujeres o en una percepción de amenaza de verse superados.

Dentro del auge general del voto joven a los ultras, hay una “creciente brecha de género”, expone Carbonell, profesor asociado en la universidad parisina Sciences Po e investigador en la de Edimburgo. Según datos del European Election Studies, el 17,2% de los varones menores de 25 años apoyaron a un partido ultraderechista en las europeas de 2024, casi el doble que las mujeres de esas edades (9,5%). En España, por cada chica en esta franja que votó a Vox y Alvise Pérez lo hicieron 4,6 chicos. Los varones de 18 a 28 años son la cohorte que más intención de voto declara a Vox, un 29,9%, frente a un 18,3% de las chicas de esa edad, según el barómetro de abril 40dB. Son también los que ven con mejores ojos a Donald Trump.

Uno de los factores más utilizados para explicar esta brecha es el uso masivo de las redes sociales, que amplifican los contenidos polarizadores, entre ellos sobre género, para enganchar a los usuarios. Otra es que responde a una reacción ideológica y cultural de los varones jóvenes contra el feminismo, conexión respaldada por encuestas como la realizada en 30 países por el instituto Ipsos y el King’s Collegue, que reveló que el 57% de los hombres de la generación Z creían que su país había ido “demasiado lejos” en la promoción de la igualdad de género.

Las explicaciones culturales y tecnológicas son indispensables pero “incompletas”, escribe Carbonell, subdirector del laboratorio de ideas Future Policy Lab, que cree que es necesaria otra de carácter más material. “En las últimas décadas, los hombres jóvenes han experimentado un declive real de ingresos, riqueza, empleo, poder adquisitivo, educación universitaria y salud mental”, recoge el informe, que lleva por título De proveedor a precario: Cómo el declive económico de los hombres jóvenes alimenta el antifeminismo.

Aunque este “declive”, concentrado en la “clase trabajadora”, se deriva de cambios “estructurales” como el aumento de la automatización, la ultraderecha ha sabido “capitalizar la frustración” de los varones jóvenes culpando sin fundamento al feminismo, añade Carbonell, coordinador del ensayo colectivo La desigualdad en España (Lengua de Trapo, 2024).

Educación e ingresos

El éxito ultra entre los jóvenes no se entiende, según Carbonell, sin algunos datos que muestran no solo dificultades de los chicos compartidas igualmente por las chicas, sino algunos atrasos específicos de ellos. Se trata de un fenómeno global. Los mejores resultados académicos femeninos han empezado a trasladarse a la etapa de incorporación al mercado laboral, como destacó en septiembre de 2024 un artículo de Financial Times titulado elocuentemente: “Las mujeres jóvenes están empezando a dejar atrás a los hombres”. En la misma línea apunta Chicos perdidos, un estudio publicado el mes pasado por el Centre for Social Justice, con sede en Londres.

Carbonell subraya que en las sociedades occidentales, incluida la española, persisten múltiples desigualdades que favorecen a los hombres, también a los que hoy son jóvenes, que por ejemplo no sufrirán la “penalización” laboral por maternidad. Pero eso es algo que muchos postadolescentes y veinteañeros “aún no ven”, explica el investigador a EL PAÍS. “A estas edades escuchan que son unos privilegiados, pero frecuentemente viven la experiencia de quedarse atrás respecto a las chicas”, añade.

El autor pone el foco en dos terrenos. El primero es la educación. En la UE, tienen titulación universitaria el 48,8% de las mujeres y el 37,6% de los hombres entre 25 y 34 años, con datos de Eurostat de 2023. En España, el contraste es entre el 58% femenino y el 46,1% masculino. La cifra concuerda con la que ofrece el INE para los titulados superiores entre 25 y 29 años: 57,2% ellas, 43,3% ellos. Y se suma al dato del INE de abandono educativo temprano, el porcentaje entre 18 y 24 años que deja los estudios sin un título de bachillerato o FP: 15,8% de abandono masculino frente a 10% femenino en 2024. Otra brecha se abre en los porcentajes que intentan y logran titulación de FP de grado medio (72,9% ellas, 62,8% ellos) o superior (81,1% ellas, 73,1% ellos), con datos de 2024.

Las brechas educativas no son nuevas. En el caso de jóvenes con titulación superior en España, existe desde hace más de 30 años. Pero entonces era menor: 21,6% ellas frente a 19,5% ellos en 1992. Con algún altibajo, la tendencia es creciente, igual que a escala europea. La clave es que esa diferencia en las aulas tiene ya un reflejo visible en el bolsillo. A fuerza de incorporar año tras año a más mujeres que hombres con elevada preparación, el mercado laboral ha ido adaptándose. Aunque persisten discriminaciones, las jóvenes ya traducen su mayor formación en una mayor capacidad de competir en ingresos con ellos. O incluso de superarlos.

Los ingresos son el otro objeto de atención de Carbonell. En la UE, entre los jóvenes menores de 25, la brecha salarial de género se está reduciendo y en algunos casos se ha invertido. Las diferencias más marcadas a favor de las mujeres, con los datos de ingresos por hora trabajada de Eurostat de 2023, son en Bélgica (8,3% más para las mujeres) o Francia (7,2%), “países pioneros de una tendencia que se da en toda Europa occidental”, explica a este periódico el investigador. En España, la diferencia es aún levemente favorable a los hombres (0,4%), a pesar su peor formación en general. Pero está desapareciendo. En 2013 era favorable a los varones por 7,3 puntos, y ahora solo por 0,4. “La tendencia apunta a una inversión a favor de las mujeres, en línea con Bélgica, Francia, Finlandia o Grecia”, añade. La brecha salarial a favor de los hombres es aún generalizada entre 25 y 34 años, pero su tendencia también es decreciente. En España, en diez años, ha bajado del 9,9% al 2,9%.

El aprovechamiento político

El analista del European Policy Centre pone estos datos en contraste con el papel de “proveedor” familiar que tradicionalmente se ha asignado al hombre, un rol que casa mal con su pérdida de terreno o incluso con su atraso comparado. Ahí es donde surge la “frustración” de los jóvenes, explica. Y también donde aparece la ultraderecha ¿Con soluciones? No. Identificando a un culpable que en realidad no lo es, pero que sirve como chivo expiatorio: el feminismo. Carbonell ve significativo cómo en la “manosfera digital” se combinan la misoginia, la subcultura incel [de los varones célibes involuntarios] y los discursos sobre la virilidad “asediada” con otros que alientan el espejismo de una rápida recuperación de la primacía económica masculina a través de “criptoinversiones”. De ahí el maridaje del mundo criptobro con el antifeminismo, cuajado en un entorno digital en el que la ultraderecha se mueve como pez en el agua.

“Presentar el éxito ultra entre los jóvenes como una respuesta cultural al feminismo cebada por los algoritmos de las redes deja sin colocar una pieza del puzle, que se completa analizando las condiciones materiales y cómo las están gestionando los chicos jóvenes en función de sus expectativas”, explica Carbonell a EL PAÍS. Por una parte, señala, aunque están “sufriendo los mismos problemas” de vivienda y emancipación que las chicas, su “sensación de fracaso” puede verse agravada por una idea de masculinidad aún “muy ligada a un papel de sostén” que temen no alcanzar nunca. Por otra, “tanto en las aulas como en las primeras fases de la carrera profesional, chicos de clase trabajadora ven cómo se quedan atrás respecto a sus compañeras o están a punto”, agrega Carbonell, que recalca que ello es simultáneo a la persistencia de múltiples desigualdades desfavorables a la mujer en tareas domésticas, cuidados o salarios.

“Lo que ocurre es que los privilegios económicos masculinos derivados de desigualdades no han sido aún experimentados por muchos jóvenes de clase trabajadora. Mientras tanto, reciben un gran caudal de mensajes políticos. Desde el espacio progresista, les llega que son unos privilegiados. Desde el conservador, se alienta su victimismo, se culpa al feminismo y se promete una restauración del estatus perdido”, añade Carbonell, que recalca que el repliegue antifeminista de una parte de los varones jóvenes es, paradójicamente, “síntoma de algo positivo, un avance social de las mujeres”.

¿Qué hacer ante la percepción de una parte de sus pares masculinos de que ese “avance” es un desafío alentado por un feminismo desbocado? Carbonell cree que “renovar el discurso sobre la masculinidad” es tan imprescindible como insuficiente. Hay que sumar medidas sociales, pero no “específicas para hombres jóvenes”. “Todas las políticas de juventud, para hombres y mujeres, serían positivas, por ejemplo en vivienda o estabilidad laboral”, señala el investigador, defensor de la “herencia universal”. Su mensaje final es este: “Hay que introducir a los hombres jóvenes de clase trabajadora en los análisis sobre desigualdad de género y en las políticas para reducirla”.

Neil Datta, director del Foro Parlamentario Europeo sobre Derechos Sexuales y Reproductivos, una organización que defiende las conquistas del feminismo, coincide con el diagnóstico de Carbonell. Aunque las redes actúan como “cámara de resonancia” de mensajes antifeministas, es “aún más preocupante” que, en muchos países occidentales, los hombres jóvenes se estén quedando “rezagados” de sus compañeras en “acceso a la universidad, tasas de empleo y niveles de ingresos”. “Un número creciente de mujeres jóvenes parece acceder a la clase media, mientras un número cada vez mayor de hombres jóvenes desciende a las clases menos favorecidas. Si bien los progresistas aún no han reconocido esta tendencia —y, por lo tanto, no la han abordado—, la extrema derecha sí”, concluye.

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