El juez Juan Carlos Peinado investiga desde hace más de un año si Begoña Gómez, mujer del presidente Pedro Sánchez, cometió hasta cuatro delitos: tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo profesional.
Peinado no ha encontrado en este tiempo de intensa y controvertida investigación -algunas diligencias han sido aparatosamente anuladas por la Audiencia Provincial de Madrid- una sola prueba de lo que busca y, sin embargo, ya ha imputado a otras cinco personas sobre las que no existe sospecha sólida alguna de haber cometido un delito.
El juez ha conseguido acumular decenas de evidencias de la inocencia de la esposa del presidente del Gobierno, pero sigue investigando. A estas alturas, nadie sabe a ciencia cierta qué busca el instrucgtor aunque todos saben lo que ha conseguido: que el Partido Popular acuse cada día de corrupción al Gobierno por, entre otras cuestiones, la imputación de Begoña Gómez.
El último empeño de Peinado ni siquiera se dirige contra Gómez sino que investiga una supuesta malversación de fondos públicos cometida por alguien a quién está buscando pero que no consigue identificar. La malversación consistiría en que Cristina Álvarez, la asistente de Begoña Gómez contratada como eventual en junio de 2018 desde el ministerio de la Presidencia pero dependiente del gabinete del Presidente del Gobierno, envió varios correos electrónicos a patrocinadores de la cátedra que codirigía Begoña Gómez en la Universidad Complutense. Esa conducta probaría, según una acusación popular de ultraderecha que el juez respalda con sus decisiones, la supuesta actividad privada de Cristina Álvarez desde su puesto público de asistente de la mujer del jefe del Ejecutivo. Álvarez no sólo asiste a Begoña Gómez en las múltiples tareas institucionales que desempeña la esposa de Pedro Sánchez sino también en su trabajo privado en la universidad pública.
En el marco de esa pieza separada del caso, el juez Peinado citó como testigo al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, porque en el momento de la contratación de Cristina Álvarez, el dirigente socialista era secretario general del ministerio de la Presidencia. Aunque el encargado de proveer los puestos de trabajo eventuales en Moncloa era su vicesecretario general, Alfredo García.
El interrogatorio, que duró dos horas, mostró a un instructor, el juez Peinado, capaz de formular decenas de preguntas absurdas con escasa relación con el delito investigado -no preguntó por las supuestas actividades privadas de la asistente que habrían causado la supuesta malversación de fondos públicos sino que lo tuvo que hacer la acusación popular- y amenazó en varias ocasiones al ministro Bolaños con tomar duras medidas: un careo con su subordinado Alfredo García y quizás algo más.
El interrogatorio llegó a ser tan absurdo -muchas preguntas del juez Peinado a Bolaños eran la misma: si había visto juntas a Begoña Gómez y su asistente en Moncloa, o en la Universidad Complutense o en algún otro lugar, y cuántas veces, y cuándo- y las amenazas veladas del juez tan incomprensibles, que Bolaños esbozó una sonrisa en uno de los momentos más tensos.
El juez descubrió el gestó y se molestó:
Peinado: No sé a qué obedece que esboce usted una sonrisa.
Bolaños: Me está resultando muy sorprendente su interrogatorio, por eso he esbozado una sonrisa.
Peinado: Será porque usted no está habituado a un interrogatorio judicial.
La sorpresa del ministro se debió a la interpretación que el juez hacía de sus palabras. Peinado obligó a todos los presentes en el interrogatorio a escuchar las respuestas que el vicesecretario general de Presidencia, Alfredo García, le dio cuando hace unas semanas le preguntó por la contratación de Cristina Álvarez como asistenta de Begoña Gómez.
El vicesecretario general era el competente para hacer ese tipo de nombramientos y aseguró que no recordaba quién le había sugerido el nombramiento de Cristina Álvarez, a la que no conocía antes de nada.
Oídas las declaraciones de Alfredo García, comenzó un tenso interrogatorio que amenazó en varios momentos con precipitarse hacia el barranco de los diálogos inútiles e incomprensibles.
Peinado: ¿Después de haber oído la declaración de Alfredo González, según sus conocimientos hay algo que no se ajuste a la realidad?
Bolaños: No. Creo que lo que he escuchado me parece que todo se ajusta a la realidad, de cómo se hacen los nombramientos, cuales son los procedimientos…
Peinado: No le pregunto por su parecer, sino si el tenor literal del testigo Alfredo González se ajusta a la realidad.
Bolaños: Si, creo que se ajusta a la realidad.
Peinado: ¿Lo cree, o está seguro? Una cosa son las creencias y otra cosa los testimonios que tienen que prestar los testigos que son aquello que conozcan, no cuales son sus creencias. Por eso le pregunto si lo que ha escuchado se ajusta a la realidad…
Bolaños: Utilizo el término creer porque de lo que he escuchado, en mi opinión, corresponde a la realidad lo que ha manifestado el testigo Alfredo González.
Peinado: No se trata de conocer su opinión, sino de conocer sus conocimientos…
Bolaños: Todo lo que he escuchado es cierto al amparo del conocimiento que yo tengo.
Peinado: ¿Entonces no discrepa en nada con él?
Bolaños: En términos generales no discrepo en nada con él, no.
Peinado: ¿Y en término concreto?
Bolaños: Pues tampoco. Todo lo que he escuchado me ha parecido coherente y que se corresponde con la realidad.
Peinado: ¿Le ha parecido o se corresponde con la realidad? Me está usted contestando de una manera que no es como se admite en sede judicial… Es una forma de contestar con evasivas que la Ley de Enjuiciamiento Criminal contempla como negarse a contestar…
Bolaños: Creo, su señoría, que no estoy contestando con evasivas.
Juez: No es una cuestión de creencias, es una cuestión de constatación, de conocimiento…
Bolaños: Todo lo que ha dicho el testigo Alfredo González, todo me resulta creíble y absolutamente ajustado a la realidad que yo conozco. Creo que no es ninguna evasiva lo que estoy diciendo.
Juez: Si es una evasiva o no, no es usted el que lo tiene que valorar, es la persona que está dirigiendo este acto procesal.
Pero Bolaños no contestó con evasivas en ningún momento. Sólo el juez Peinado lo consideró así. La Ley de Enjuiciamiento Criminal entiende que una evasiva es no responder a la pregunta o simplemente no decir nada (algo que no hizo Bolaños); responder con frases vagas o que no se refieran directamente a la pregunta (algo que no hizo Bolaños) o responder con preguntas o con temas no relacionados con la pregunta (algo que no hizo Bolaños). La pregunta de Peinado a Bolaños, tampoco se alcanza a entender qué respuesta buscaba, era si el ministro estaba de acuerdo con la declaración de su subordinado, y el testigo contestó que sí.
La declaración de Bolaños sobre los mismos hechos fue idéntica a la que prestó Alfredo González: no conocía de nada a Cristina Álvarez, no era el competente para hacer su nombramiento, la asistente de Begoña Gómez no dependía de su departamento sino del gabinete de Presidencia del Gobierno y no sabía quién sugirió ese nombramiento.
Tampoco se entiende qué avance para la investigación supone conocer quién sugirió el nombramiento de Cristina Álvarez, un acto que no puede ser nunca delictivo aunque el juez, con sus preguntas, para transitar por ese callejón sin salida.
La guinda que colmó el vaso del interrogatorio absurdo del juez Peinado al ministro Bolaños llegó al final, cuando el instructor, visiblemente enfadado porque no le respondía a la pregunta de quién era el jefe directo de la asistente de Begoña Gómez, suspendió la sesión y ordenó al testigo que fuese a averiguarlo.
Resulta que ese nombre del jefe directo de Cristina Álvarez figuraba desde el pasado 6 de febrero en el sumario del caso y el juez debería conocerlo. Moncloa envió un certificado informando sobre esa cuestión dos meses y 10 días antes de que Bolaños prestase declaración ante el juez.
Cuando el ministro regresó para dar cuenta de este detalle, el juez le conminó a que dijera el nombre de la persona. Y Bolaños contestó: “Raúl Díaz”.
Juan Carlos Peinado, instructor del caso Begoña Gómez y sagaz investigador, repreguntó: “¿Segundo apellido?“.
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