El presidente de Estados Unidos ha dado un respiro parcial al mundo, frenando por 90 días el despliegue de los mal llamados aranceles recíprocos. Todos los países se han beneficiado de la medida, salvo China, con la que, por el contrario, ha decidido ir un paso más allá en la guerra comercial imponiendo un arancel total del 145%. La medida cierra de facto el acceso al mercado estadounidense a uno de sus mayores proveedores de bienes, con el que ha registrado en 2024 el mayor déficit comercial ―la diferencia entre lo que un país vende a sus socios comerciales y lo que compra― según los datos de la Oficina del Censo de EE UU. Ese desequilibrio comercial rozó los 300.000 millones en 2024, lo que representa un repunte casi del 6% respecto al año previo y consolida a Pekín como el principal contribuyente del desequilibrio comercial estadounidense. Esa piedra en el zapato de la economía americana que tanto crítica el republicano y que ve como un signo de debilidad.
A continuación, se presentan cuatro gráficos que ilustran la compleja relación comercial entre ambas potencias, actualmente inmersas en una disputa cuyas repercusiones podrían sentirse a escala global.
Las exportaciones estadounidenses a China alcanzaron en 2024 los 143.500 millones de dólares, un 3% menos que en 2023. Las importaciones, por su parte, repuntaron prácticamente en la misma proporción hasta alcanzar los 438.900 millones de dólares. Esto ha dado como resultado un aumento en el déficit comercial de Washington con Pekín que superó el año pasado los 295.400 millones de dólares.
El incremento subraya las persistentes disparidades en el comercio bilateral, acentuadas desde inicios del siglo XXI. Pese al estruendo político generado por Donald Trump, la relación comercial entre ambos países se ha mantenido relativamente estable en los primeros meses del año. Según datos oficiales, el flujo de bienes sigue siendo a favor de Pekín, lo que ha ocasionado que hasta febrero la balanza comercial de Washington con este país presentara un saldo negativo de 52.911 millones de dólares. El 12% de todas las importaciones han sido chinas, solo superado por México (13,8%).
La balanza comercial muestra que desde el año 2000 Washington ha comprado muchos más bienes al gigante asiático de los que les ha vendido. Esto ocasionó que en 2018 el saldo negativo alcanzara un máximo histórico de 418.232 millones, que luego ha ido disminuido moderadamente debido a cambios en las políticas comerciales y a las perturbaciones causadas por la pandemia. Cabe destacar que el mayor desequilibrio se produjo durante el primer mandato del presidente Trump, un periodo en el que también impuso severas restricciones comerciales a productos chinos, lo que contribuyó a la desaceleración de la economía del país asiático y a una caída cercana al 50% en las exportaciones estadounidenses hacia ese destino a finales de 2018. En contraste, la fortaleza del dólar ese año incrementó el poder adquisitivo de los consumidores estadounidenses, impulsando el consumo interno.
Estados Unidos depende fuertemente de la manufactura china para abastecer su demanda interna de bienes de consumo y tecnología. Entre los principales productos importados desde China se encuentran teléfonos, computadoras, semiconductores, muebles, juguetes y textiles. Solo los productos electrónicos y maquinaria representaron más del 50% del valor total importado, según datos de comercio exterior.
En contraste, las exportaciones estadounidenses a China están más diversificadas, pero considerablemente más bajas en volumen. Predominan productos como aeronaves, vehículos, semiconductores, maquinaria industrial y bienes agrícolas como soja y carne. Estos sectores, aunque estratégicos para la economía estadounidense, tienen un alcance limitado en comparación con la magnitud de lo que se importa desde el mercado chino.
Casi la mitad del desequilibrio comercial entre importaciones y exportaciones de Estados Unidos se concentra en tres naciones que han sido el blanco prioritario de las políticas comerciales de Donald Trump: China, México y Canadá, en ese orden. México ha emergido como el principal socio exportador hacia Estados Unidos, desbancando a China en 2023 y consolidando esa posición en 2024. Gracias al acceso preferencial que le otorga el Tratado entre Estados Unidos, México y Canadá (TMEC), el país ha capitalizado su proximidad geográfica y sus vínculos comerciales con el mercado estadounidense.
China, por su parte, ha cedido su liderazgo como principal proveedor de bienes a Estados Unidos, pero continúa siendo el país con el que Washington mantiene el mayor déficit comercial. Los últimos datos de la Oficina del Censo de EE UU muestra que hasta febrero, el mayor saldo negativo en bienes se registraba con el gigante asiático, seguido de Suiza y México. Estas cifras explican que Donald Trump haya elegido a Pekín como su principal objetivo en esta nueva guerra comercial. Este jueves, la Casa Blanco publicó un decreto con el que oficializó la subida del “arancel recíproco” a China y aclaró que ese gravamen se incrementa al 125%. A esa medida se suma otra tarifa que había impuesto antes Washington a Pekín a cuenta del fentanilo, del 20%. De esta forma, las tasas actuales suman un 145%.
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