Cinco segundos que sumieron España en el colapso | Economía | EL PAÍS


A massive power outage plunged Spain into darkness, prompting investigations into the cause and sparking debates about energy policy.
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El accidente es un hecho ―y de primer orden: una tarde entera sin electricidad en la cuarta economía de Europa, que se dice pronto―, pero la caja negra sigue sin aparecer. Los técnicos de Red Eléctrica de España (el gestor del sistema) se afanan estos días en tratar de dilucidar, contra el reloj, qué llevó al cero absoluto, la mayor pesadilla que se pueden encontrar: un sistema completamente vacío de energía; un escenario de película al que varias generaciones de ingenieros solo se habían enfrentado en simulaciones.

Primero, los hechos. Poco después del mediodía del lunes, y en cuestión de segundos, algo hace caer súbitamente la frecuencia de la red por debajo de los 50 hercios habituales. La interconexión con Francia salta automáticamente para evitar males mayores: un contagio masivo al resto de Europa. Unos 15 gigavatios (GW) de generación, cerca del 60% de los que estaban activos en ese momento, también se desconectan y millones de españoles y portugueses se quedan sin luz. Esa es la secuencia conocida; la clave ahora es conocer qué ocasionó esa repentina bajada de potencia y, en última instancia, el mayor apagón de la historia reciente de Europa. A la espera de analizar miles de registros de datos, la hipótesis preliminar que manejaba el martes REE es que un incidente en dos plantas fotovoltaicas en el suroeste peninsular pudiera estar detrás. Menos de 24 horas después, su presidenta, Beatriz Corredor, matizaba, sin embargo, que “no es correcto relacionar el incidente con las renovables”.

Todo en el sistema eléctrico queda registrado. “Así que, con toda seguridad, podremos saber dónde y qué ocasionó el apagón”, subraya Luis Atienza, expresidente de Red Eléctrica. Al igual que la media decena de especialistas consultados, Atienza muestra su sorpresa porque no saltaran los automatismos que habrían permitido encapsular el apagón, circunscribiéndolo a una zona concreta y evitando que ocurriera lo que ocurrió: una afectación casi total en la península Ibérica. Pasarán días, dice, hasta que se conozcan ambos porqués.

La ciudad de Barcelona, durante el apagón el 28 de abril. Gianluca Battista

“La caída de una fotovoltaica, por grande que sea, no parece que pueda ser la causa del hundimiento del sistema eléctrico en su conjunto”, sostiene Pedro Fresco, director general de la Asociación Valenciana del Sector de la Energía y exdirector general de Transición Ecológica de esa comunidad. “Tampoco es cierto que no hubiera fuentes síncronas suficientes en ese momento: había nuclear, mucha hidráulica, algo de termosolar y de ciclos combinados, y hasta cogeneración, carbón y residuos renovables… Había, de hecho, más potencia síncrona que en otros momentos”.

El gran apagón no ha sido como algunos temieron. En el 2022 de la crisis energética, los profetas del apocalipsis hicieron sonar sus trompetas durante meses, proyectando una caída de suministro que nunca se produjo. La generación, venían a decir, no alcanzaría, y los consumidores no podrían encender la luz, poner la lavadora o cargar su móvil. La realidad ha sido otra: a mediodía del lunes ni la demanda era particularmente alta, ni la oferta estaba bajo mínimos (al contrario, la solar operaba casi a pleno rendimiento, cubriendo casi el 60% del consumo, la suma de agua y viento aportaba otro 20% y había cuatro reactores nucleares funcionando). Apenas era necesario echar mano de unos ciclos combinados de gas cuya rentabilidad lleva tiempo en entredicho, pero que siguen siendo esenciales en picos de consumo y cuando no hay sol y viento.

“Hasta que no se sepa al 100% el origen del problema, ponerse a arreglarlo va a ser difícil: por ahora es como si se hubiese caído un avión y no tuviésemos acceso a la caja negra”, compara el ingeniero Javier Revuelta, responsable de la práctica de electricidad de la consultora sueca Afry. “Lo primero que hay que dirimir es si el problema era porque había poca potencia síncrona o si ha sido algo más”, añade Óscar Barrero, socio responsable de energía de PwC. “Lo más probable es que haya sido una combinación de ambas”. En el sector, la sorpresa es mayúscula por la incapacidad para aislar el apagón circunscribiéndolo solo a un área en concreto, lo que obligó a reenergizar el sistema partiendo de cero.

Las bondades de las renovables, que hacen del mercado mayorista español uno de los más baratos y limpios de Europa, permanecen. No parece probable, pese al impacto del apagón sobre negocios y particulares, corto pero brutal, que vaya a abrirse un debate sobre un cambio de modelo, máxime cuando la competitividad que ganan las empresas gracias a él es una de las patas que explican el mejor comportamiento del PIB español respecto a sus socios europeos. Sin embargo, algunas voces, como las de los consultores Barrero y Revuelta, piden ajustes. “La penetración de eólica y, sobre todo, solar, cuando es masiva, genera desafíos en la gestión del sistema eléctrico. Hace falta potencia de respaldo, síncrona, no solo en momentos de alta demanda, sino también cuando sobra electricidad”, sostiene el primero. “Habrá que revisar los criterios de operación para ser aún más precavidos: merece la pena un análisis en profundidad sobre cómo se han comportado los generadores de solar y eólica, a los que probablemente tengan que exigirles más prestaciones técnicas. Quizá obligándoles o incentivándoles a incorporar baterías para paliar bajones de frecuencia en milisegundos”, aclara el segundo, que trabajó varios años en REE.

La ciudad de Madrid y la M-30, durante el apagón. Claudio Álvarez

Que la Península sea en la práctica una isla energética, no ha ayudado. Las interconexiones con el resto del continente siguen siendo mucho menores de lo que exige la Comisión Europea. No porque no quiera España, sino porque Francia lleva años resistiéndose a ampliarlas. Una actitud que algunos especialistas atribuyen a un intento de proteger su poderoso parque nuclear de la competencia que le haría la solar española, mucho más barata. Tirar más cables con el país vecino ―ya hay uno en obras, en el golfo de Vizcaya, pero aun así no será suficiente para llegar al objetivo de la Comisión Europea― puede ser, también, parte de la solución. El informe de Bruselas sobre lo ocurrido puede añadir presión a Francia en ese flanco para que ponga fin a sus reticencias.

Otro punto débil a paliar es el retraso de España en el despliegue masivo de baterías que sí se ha producido en Alemania, en Australia o en el Estado de California (EE UU). El almacenamiento, en forma de pilas a gran escala o de bombeos hidroeléctricos mitigaría el problema, haciendo más robusto el sistema. “Baterías e interconexiones fuertes son los mejores antídotos contra los apagones. Hay que instalar más de las primeras, que convierten en síncronas a la fotovoltaica y la eólica, y mejorar las segundas”, urge Fresco.

El corte ha dado alas a un debate que, como tantos otros, hace tiempo dio el salto de lo técnico al de la guerra cultural: el del futuro de las cinco centrales nucleares que siguen operando en España con un calendario que contempla su cierre en 2035. “En este caso, no es tanto un debate de tipo ‘nuclear sí o no’, sino en torno a si la generación síncrona, que también aportan otras tecnologías como los ciclos combinados o la hidroeléctrica, contribuye a mitigar posibles apagones”, cierra Revuelta. “No sé si tiene mucho sentido que el presidente del Gobierno se haya pronunciado tan rotundamente tan pronto”, apunta en referencia a las recientes críticas de Sánchez a quienes vinculan el incidente a la falta de nucleares. Los primeros análisis del Gobierno apuntan a que la presencia nuclear en el mix no hizo el sistema más resiliente, e incluso retrasó la normalización al hacer necesario enviar energía para mantenerlas.

Respuesta ágil

La lectura más positiva de la pesadilla es que el suministro volvió relativamente pronto. La tarde del lunes fue eterna, sí, pero por la noche la mayor parte de España y Portugal ya tenía luz. Unas horas que, para un incidente de estas características, son poco tiempo. “La reposición del servicio en este apagón ha sido impecable”, sostiene Atienza. “Merece la pena comparar con los apagones de Italia o del noreste de EE UU, ambos en 2003”. Se tardaron días en restituir el servicio. En el apagón de Texas en febrero de 2021 fueron más de dos semanas.

¿Puede volver a suceder un apagón de estas características? “El riesgo cero no existe ni existirá, pero la probabilidad de que suceda es hoy menor que el lunes porque todos irán con pies de plomo”, atisba Barrero. Como en los accidentes aéreos, la aparición de la caja negra debería ayudar a aprender de lo sucedido ―no solo en España, sino también en el resto del mundo― y tratar, así, de que no se repita. “Es un suceso extremadamente improbable. No creo que volvamos a ver uno así en nuestra vida”, zanja Fresco.

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