This article delves into the complexities of Spain's electricity system, triggered by a recent major blackout. It highlights the intricate interplay between generation, transportation, control centers, consumption, and storage, emphasizing the usually unseen workings behind a simple act like flipping a light switch.
The article notes the diverse range of electricity generation sources in Spain, from traditional methods (hydroelectric, nuclear, gas, coal) to the growing renewable energy sectors (wind and solar). It highlights how this shift to renewables has reduced costs and decarbonized the grid while also presenting new challenges for system management.
Electricity is transported through a three-tiered network: high-voltage lines, medium-voltage lines, and low-voltage lines. The article points out that while Red Eléctrica de España (REE) manages the transmission network, distribution is handled by different electric companies operating in assigned regions.
The system relies on control centers that monitor and manage electricity flow in real time. REE operates two major centers, complemented by additional centers operated by energy companies. The article stresses the crucial role these centers play in maintaining grid stability.
The article identifies the major electricity consumers in Spain: industry, services, and households. While currently limited, the article emphasizes the growing importance of energy storage solutions, particularly hydroelectric pumped storage and batteries, to stabilize the system and integrate renewable energy sources more effectively. The need for increased investment in storage is highlighted as crucial to preventing future disruptions.
Pulsar el interruptor y que se haga la luz. Para hacer posible un gesto tan cotidiano se necesita que todo un complejísimo engranaje opere como la mejor de las orquestas. Si fallan solo un par de notas de la partitura y el director de la sinfónica ―en este caso, Red Eléctrica de España (REE)― no es capaz de solventarlo en pocos segundos, el resultado puede llegar a ser tan desastroso como lo fue el del lunes: el mayor apagón de la historia reciente de Europa y uno de los mayores del mundo en décadas.
Casi una semana después sigue sin saberse qué instrumento desafinó el lunes. Con la investigación aún en curso, lo que todo hogar ha podido sentir en carne propia es hasta qué punto un corte estas características ―un cero nacional, en el argot del sector― trastoca el día a día. Un buen momento para preguntarnos qué hay detrás del contador de casa: qué intrincado sistema permite que sea posible poner la lavadora o el lavaplatos sin pestañear. El esquema siguiente muestra los principales elementos de esa red.
“No sé si es tanto como un milagro, pero lo que está claro es que el sistema eléctrico es muy complejo y que, afortunadamente, esa complejidad la sabemos manejar casi siempre”, reflexiona Pedro Linares, profesor de ICAI, la escuela de ingenieros de la Universidad Pontificia Comillas. “Es un recordatorio de que en nuestra sociedad damos muchas cosas por sentadas sin darnos cuenta de lo difíciles que son”, añade.
El sistema eléctrico tal como lo conocemos, recuerda Alejandro Labanda, responsable de energía de la consultora BeBartlet, es algo reciente. “Lo damos por hecho. No solo porque seamos un poco comodones sino, en gran medida, porque hasta ahora ha sido muy robusto y siempre se había podido ir ajustando automáticamente para evitar apagones”.
Más información“Vivimos en un país moderno y desarrollado, con procesos industriales y tecnológicos cuyos entresijos la ciudadanía desconoce por completo. Y no estamos acostumbrados a que nos fallen. Por eso solo paramos a pensar lo que hay detrás en momentos como este”, sostiene José María Yusta, catedrático de la Universidad de Zaragoza con tres décadas de experiencia en el estudio de sistemas eléctricos. Le sorprende que no haya más estudiantes de ingeniería eléctrica, a pesar de la alta demanda en el mercado de trabajo. “Quizá”, dice, “porque se da por hecho que es un sistema que ya está hecho y que funciona”. Una verdad que parecía escrita en piedra hasta el lunes.
Lo que sigue es una breve síntesis, esquemática, de lo que hay detrás de cualquier enchufe doméstico.
Es el principio de todo. La electricidad se produce en un enorme (y creciente) abanico de centrales de todo tipo. Desde las más clásicas (hidroeléctrica, nuclear, gas ―ciclos combinados o cogeneración― y carbón) hasta las pujantes eólica y fotovoltaica, que no han dejado de ganar peso en los últimos años. Un cambio de tornas que ha abaratado drásticamente el precio mayorista y descarbonizado la matriz eléctrica, pero que también ha hecho más difícil el trabajo del gestor del sistema, REE.
La electricidad sale de las centrales, cada vez más y más alejadas entre sí, para adentrarse en la red. Una suerte de autopistas por las que fluye hacia los consumidores finales. Son de tres tipos: de alta tensión (que recorren grandes distancias y llevan la energía a las subestaciones de transformación), de media tensión (que van de las subestaciones a los transformadores que hay en cada localidad, cada barrio o incluso cada manzana) y de baja tensión (que parten de los transformadores y llevan la corriente a hogares y empresas).
Mientras que las redes de transporte son competencia de REE, las de distribución son propiedad de las eléctricas: Iberdrola, Endesa, Naturgy, EDP y Viesgo se reparten el mapa español como si de un tablero de Risk se tratase, operando en régimen de monopolio en cada comunidad o territorio asignado.
Son el centro neurálgico del sistema eléctrico español. Allí, un pequeño grupo de técnicos gestiona en tiempo real ―24 horas al día, 365 días al año― los grandes flujos de electricidad, corrigiendo posibles desviaciones o fallos.
REE cuenta con dos centros de control: el Cecoel, donde se vivieron las horas más críticas del pasado lunes, y el Cecre, exclusivamente para renovables. A ambos hay que sumar otros 36 centros de control de las empresas generadoras, habilitados para el intercambio de información en tiempo real con el gestor del sistema.
Pese a tener un peso sensiblemente menor sobre la economía que en otros grandes países europeos, como Alemania o Italia, la industria es la mayor consumidora de electricidad, seguida a gran distancia por el sector servicios y los hogares. Muy lejos, aunque creciendo, figura el transporte, con el tren a la cabeza. La agricultura cierra la tabla.
Su peso actual es pequeño, menor que en otros vecinos europeos, pero está llamado a ser ―en todas sus facetas― clave de bóveda de la revolución renovable, tanto para reducir los vertidos de energía renovable en las horas y días de mayor producción como para estabilizar los precios y aportar firmeza al conjunto del sistema.
Las alternativas más relevantes son dos: las centrales hidroeléctricas reversibles, de bombeo; y las baterías, que ya juegan un papel relevante en Alemania, Reino Unido, Australia o los Estados de California y Texas (EE UU). Pronto también deberían hacerlo en España. Con más motivos aún, tras el gran apagón.
Skip the extension — just come straight here.
We’ve built a fast, permanent tool you can bookmark and use anytime.
Go To Paywall Unblock Tool