¿De cuál país eres? | La Prensa Panamá


A Panamanian author recounts their Easter week travels, highlighting stark differences in policing and traffic enforcement between Chiriquí and other provinces, questioning if this discrepancy reflects corruption or regional disparities.
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La semana pasada viajé a Chiriquí para pasar unos días con la familia, en reflexión, oración y esparcimiento, por la Semana Santa que acaba de culminar. Es bien conocido el dicho entre nuestros hermanos chiricanos de llamarse la República Federal de Chiriquí, y somos varios los que, en un momento u otro, hemos hecho alguna chanza con ese término o sentimiento regional.

Una realidad que impacta cuando uno llega a la tierra de mi abuela paterna es la cantidad de coterráneos, gente buena, y también extranjeros que residen allí, principalmente en las tierras altas y paisajes espectaculares como los de Boquete. De verdad que, a veces, uno se siente en otro país, por la calidez de su gente y su trato humilde y sincero.

Lo interesante y medular de este artículo es lo que pude percibir al regreso. Decidimos volver el sábado en lugar del domingo, como estaba planificado, previendo el tráfico vehicular que, como efectivamente ocurrió, se acumuló el Domingo de Pascua de Resurrección.

Desde que uno sale de la ciudad de David, si bien es cierto que hay intervención estatal en la reparación de las vías, el tráfico era fluido, con solo los policías necesarios para prevenir, y no para perseguir o buscar a quién multar, excedieran o no la velocidad límite autorizada en ese tramo de la carretera Panamericana, que en la mayoría de los casos era de 100 km/h. El tráfico se movía bastante bien y me pareció que la mayoría de los conductores obedecían las señales de tránsito.

Qué diferencia al pasar el Tabasará y llegar a Veraguas, con escenas muy similares a las que luego veríamos en Coclé. Los policías de tránsito, así como los de la ATTT, estaban escondidos, todos —sin excepción— viendo sus celulares en una mano, y algunos los radares que tenían en la otra. Eso sí, cada cierta cantidad de autos detenían alguno, y debo asumir que le imponían una multa por exceso de velocidad: 80 km/h en la mayoría de los tramos.

Es curioso —y fue parte de lo que me inspiró a escribir este artículo— que la diferencia en la velocidad permitida se hizo evidente justo al cruzar la línea divisoria entre esas dos provincias.

Esto me lleva a elucubrar si es una forma más “económica” de recaudar (justificada o injustificadamente), o si sencillamente los chiricanos saben manejar mejor y son más responsables que los veragüenses y coclesanos. Créanme que no me inclino mucho por la segunda opción.

Durante el recorrido por esas dos bellas provincias, hay paisajes dignos de postales turísticas y de obligada visita para cualquier nacional o extranjero. Pero tengan la plena seguridad de que, con la actitud agresiva, corrupta y de “todos son culpables hasta que demuestren lo contrario” de algunos agentes del orden público, lo único que logran es alejar a los turistas, que no están dispuestos a tolerar abusos.

Se me hace ilógico que en áreas de poca población —como entre Penonomé y Aguadulce— y con vías como la autodenominada “recta de Coclé” (nombre usado por los propios policías), la velocidad permitida sea diferente a la de las “rectas de Chiriquí”. Siento, y creo que así lo sentimos la mayoría de quienes usamos la vía Interamericana —que además tiene regulaciones que muchas autoridades y policías desconocen—, que no hay razón lógica para tales diferencias. A menos, claro está, que en su entrenamiento se esté sugiriendo el regreso a ese nefasto y oscuro capítulo de nuestra historia: la dictadura militar, que muchos estábamos seguros de haber superado.

Es curioso, pues uno vuelve a sentir la diferencia, de forma notoria, al cruzar el puente del río Caimito, que divide Coclé de Panamá Oeste. En esta última, a pesar de los tranques causados por la cantidad de turistas que regresan de las playas, uno podía notar un trato completamente distinto.

Esa es la clase de policías y agentes de tránsito que muchos anhelamos y respetamos. Pero cuando se alejan de ese comportamiento, los criticamos y seguiremos criticando. No queremos que viajar por la Panamericana se sienta como pasar de un país a otro.

¿Será que la presión del béisbol nacional ha afectado la capacidad y honestidad de estos agentes?

El autor es dirigente cívico y analista político.

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