The article highlights Central America's small size and economy but emphasizes its crucial geopolitical location, acting as a bridge between North and South America and connecting major oceans. This strategic position has made it a coveted region throughout history, drawing the attention of major global powers.
The author points out the historical struggle for control of Central America, starting from the European empires and continuing with the United States' dominance, now challenged by China's growing influence. The U.S.'s actions, including potentially undermining the Torrijos-Carter Treaty, showcase the ongoing power struggle and its potential impact on the region.
Central America's internal integration is described as weak, hindering its ability to speak with a unified voice on the international stage. The article expresses concern over the lack of regional cooperation, specifically mentioning Costa Rica's diminished leadership role. These internal issues weaken the region's ability to navigate the external pressures.
The article concludes with a pessimistic outlook for the region, emphasizing the need for greater regional cooperation and integration to navigate the challenging geopolitical landscape. The current situation presents risks to Central America's sovereignty and interests.
Centroamérica es una región muy pequeña. Siete países, desde Belice hasta Panamá, se apretujan en un estrecho istmo cuyo territorio es apenas la mitad de Colombia. Y ni hablar del tamaño de su economía: sumando todos los enanos, llegamos a una décima parte de la producción de California. O, para ponernos en clave latinoamericana: una cuarta parte de México.
Enanitos, de acuerdo, pero atractivos y apetecibles. Somos el puente que une, en el plano norte-sur, a las dos grandes masas del continente americano. Quien quiera controlar este continente debe controlar el Istmo. Y, en el plano este-oeste, no hay territorio en el mundo en el que los dos grandes océanos estén separados por tan poquito como aquí. Cuando mucho, unos 500 km, en la zona fronteriza entre Nicaragua y Honduras, y, cuando poco, unos 80 km en Panamá. Quien quiera dominar rutas cruciales del comercio internacional (legal e ilegal) debe aposentarse en esta regioncita.
No extraña, pues, que cuando la competencia entre las grandes potencias se intensifica, Centroamérica pasa a ser sitio codiciado. Nos volvemos guapos. Y no de ahora, cuando China y Estados Unidos están en una pugna geopolítica, sino desde el siglo XVI, cuando los imperios europeos empezaron a disputarse las riquezas del Nuevo Mundo. Recordemos que Estados Unidos se estrenó como imperio haciéndose del dominio de Centroamérica y el Caribe, expulsando de ahí a las demás potencias.
Ahora que el coloso del norte siente a China respirándole a la nuca, patea loncheras en Centroamérica. Quiere, en la práctica, anular el Tratado Torrijos-Carter, que reconoció la zona del Canal como territorio panameño. Encontró en la complicidad de Bukele un lugar para establecer una cárcel extraterritorial. Habrá que ver las nuevas demandas que pida, pero mientras siga este pulso geopolítico, ninguna pinta muy allá para las y los centroamericanos.
Y nosotros, ¿qué? Pues cociéndonos en nuestro propio infiernito. Nuestro proceso de integración regional está en coma. Los lazos de cooperación entre países y la articulación de una voz común en foros internacionales están en mínimos. Solo resiste la vitalidad del comercio y la inversión privada regional, una buena pero insuficiente noticia. Costa Rica, un líder regional en épocas claves de la historia regional, está afónica, sin interés ni planteamiento sobre el vecindario. El peligro acecha.
Jorge Vargas Cullell es sociólogo.
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