Pablo Iglesias's new book, "Enemigos íntimos," is an account of his past and a political positioning for the future of Podemos. It features accounts of various figures in Spanish politics, including Victoria Prego, whom Iglesias critiques for her role in the press, and leaders of the Spanish right (Aznar, Ayuso, Feijóo, Rajoy), whom he describes as an "oligarchic" right.
The book is a blend of personal anecdotes and political commentary from a radical left perspective. It depicts Iglesias's happiness after leaving government and his perception of Spanish politics shifting rightward. The book doesn't mention his ties to Venezuela. Iglesias's book can be seen as an attempt to relaunch Podemos' future leadership under Irene Montero.
En el trato corto, la persona que es Pablo Iglesias puede ser afable y buen conversador. Sabe seducir. Luego está el político, el del discurso afilado y vehemente que disfruta provocando y sabe ilusionar a los suyos y atemorizar al resto. Hay un tercero, el profesor universitario que rezuma cierto complejo y gran ambición porque a sus 46 años es un mero profesor asociado, aunque con una gran experiencia política. Y hay un cuarto: el que se ríe de sí mismo y de una pedantería que sólo no niega, sino que utiliza como forma de reivindicación y de terapia psiocológica: “Yo a Yolanda la quería mucho”, dice de la actual vicepresidenta a la que designó sucesora por dedazo.
Todos esos Pablo Iglesias comparecen en Enemigos íntimos (Navona, 2025), el nuevo libro con el que el fundador de Podemos realiza un ajuste de cuentas con su pasado y en el que se sobrepone el segundo temperamento, el de la lengua viperina. Editado por la periodista y politóloga Irene Zugasti, es un libro que busca la vuelta al primer plano desde una suerte de antipolítica y en el que subyace una de sus obsesiones: el periodismo. O el antiperiodismo: de las diecinueve semblanzas que conforman el relato seis son destacadísimos profesionales de la información, y la primera está dedicada a Victoria Prego. Ella, referente del buen oficio, sinónimo de prestigio entre los profesionales de Madrid, fue para Iglesias un ejemplo de “actor político” en tanto que actriz mediática. Así es como entiende Iglesias el periodismo, y así es como no le perdona a Prego que, como presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid, pusiera freno a sus desmanes contra la prensa. Porque Iglesias sigue enfangado en la teoría de que Podemos fue víctima de una cacería mediática, política y judicial, una idea que atraviesa el libro de principio a fin.
‘Enemigos íntimos’ es un fondo de armario ideológico para el Podemos 2.0. No sólo no es un mero divertimento de un expolítico, ni un instant book de esos que tanto gustan a las editoriales para hacer un negociete de temporada. No. Este libro es un posicionamiento político para que la experiencia del Podemos de 2014 sirva de lanzadera al Podemos del futuro, el de Irene Montero, la futura candidata (también por dedazo) a presidenta del Gobierno.
El segundo personaje del libro es un collage de líderes de esa derecha “oligárquica” madrileña “que se prepara para volver a dirigir el Estado”: Aznar, Ayuso, Feijóo o Rajoy forman parte de “una derecha embrutecida, trumpista y dopada de poder -y de fondos de inversión- gracias a la ultraderecha latinoamericana que ha instalado en el Little Caracas madrileño su base de operaciones”. Eso sí, de “Chávez vive, la lucha sigue”, de Nicolás Maduro y de los vínculos venezolanos de Podemos en su origen, ni palabra. Eso no existe en este anecdotario político.
Y así van desfilando por las 188 páginas de este libro todo tipo de personajes que el autor utiliza para fundamentar lo que considera una derechización de España: de Felipe VI dice que es más de derechas que su padre y que lo vio “borbonear en directo”; de la Transición (con mayúsculas aunque él no lo haga) afirma que es el reparto de un botín consustancial a la corrupción del franquismo; de Felipe González asegura que es la quintaesencia del “régimen del 78”; de Carmen Calvo apunta que es una figura fundamental en la derechización del PSOE; y de Pedro Sánchez, que le gusta medrar en lo internacional, pero no cuenta con el bagaje intelectual de los Borrell, Almunia o Solana.
"Yo a Yolanda la quería mucho". A este Pablo Iglesias todo se le ha quedado a la derecha salvo Ione Belarra e Irene Montero
El libro está bien escrito y se lee rápido. Las anécdotas personales se intercalan con habilitad narrativa con postulados ideológicos propios de la izquierda radical, la suya. Tanto, que es fácil concluir que no es que España se esté derechizando, es que a este Pablo Iglesias todo se le ha quedado a la derecha salvo Ione Belarra e Irene Montero. Él que disfruta moviendo los hilos del partido que fundó desde la retaguardia de Canal Red y la taberna Garibaldi, admite desde un ego reseñable que “la reflexión y el juicio” salen “de mi garganta con poco filtro, dejando al atado el superyó de la prudencia y el cálculo, al tiempo que liberando al ello de toda mesura”. Aunque no lo escribe, se presenta como el auténtico núcleo irradiador.
El libro concluye así: “Cuando me marché del Gobierno en 2021 aún era primavera. Pedro Sánchez se despidió de mí con mucha cordialidad. Jamás fue maleducado, jamás perdió las formas aunque no hubiera mucho feeling entre nosotros y, de hecho, tras mi salida, volvimos a vernos para charlar alguna vez. Nunca se lo dije personalmente, pero soy mucho más feliz ahora, en esta vida”. Porque como él mismo admite Victoria Prego tenía razón cuando le espetó al abandonar la política que “provocar y agitar es bastante más divertido que gobernar”.
En el trato corto, la persona que es Pablo Iglesias puede ser afable y buen conversador. Sabe seducir. Luego está el político, el del discurso afilado y vehemente que disfruta provocando y sabe ilusionar a los suyos y atemorizar al resto. Hay un tercero, el profesor universitario que rezuma cierto complejo y gran ambición porque a sus 46 años es un mero profesor asociado, aunque con una gran experiencia política. Y hay un cuarto: el que se ríe de sí mismo y de una pedantería que sólo no niega, sino que utiliza como forma de reivindicación y de terapia psiocológica: “Yo a Yolanda la quería mucho”, dice de la actual vicepresidenta a la que designó sucesora por dedazo.
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