'El eclipse del padre': Gabriel Albiac alerta sobre la orfandad ideológica en la era 'woke'


Gabriel Albiac's essay, 'El eclipse del padre,' explores the loss of ideological frameworks in the 'woke' era, examining the metaphorical role of 'father' as order and tradition.
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He tardado en cogerle el tranquillo al último ensayo de Gabriel Albiac (Utiel, 1950), El eclipse del padre. Una crítica de la razón woke. Yo creo que esto se debe, en parte, a lo que me han inducido a pensar el subtítulo y algunas líneas de la solapa.

El eclipse del padre

Gabriel Albiac

La Esfera de los Libros, 2025. 232 páginas. 18,90 €

Pese a lo que presupuse, no es este un tratado cerrado de combate; tampoco me parece que la razón woke (sea esta la que sea) tenga un rol antagonista muy marcado. Lo woke le interesa a Albiac lo justo.

El eclipse del padre es una meditación más o menos psicoanalítica sobre la cultura y la paternidad, figura casi siempre metafórica y con más formas que Proteo. En términos generales, aquí paternidad significa orden. Incluye la sintaxis, las convenciones y códigos morales, el magisterio y la educación, el Dios Padre y los mitos.

A veces, donde se dice paternidad, también se designa la paternidad-paternidad biológica (por ejemplo, en un capítulo se recordará al famoso padre de Franz Kafka). Así que el padre es un sistema que exige subordinación a cambio de desarrollo y vida.

Los dieciséis capítulos del libro, cada uno en torno a un asunto diferente (Homero, el Surrealismo, Blade Runner, Heráclito, el mencionado autor de Praga, los cuentos de Andersen, Salomé, Guillermo Brown, Fénelon, Obsesión de Brian De Palma...), constituyen una variación sobre ese argumento central.

En efecto, someterse al padre, al gran organismo de valores y mitos del tiempo de cada uno, supone una auténtica aventura. Tal es la peripecia del yo. Que es siempre un hijo. El eclipse del padre acopia castraciones, decapitaciones, aprendizajes, regulaciones, rebeliones y domas varias. ¡Tanta energía y tantos disgustos comportan civilizarse!

En el “Epílogo” se dice: “El sujeto que resulta de una tal trama regulada de imágenes debe hablar la lengua del Padre. Incluso para constatar que no hay Padre” (p. 212). Por tanto, el crepúsculo que intitula el volumen implica muchos otros crepúsculos, entre otros, el de la lengua.

Este libro, insisto, no es un tratado cerrado y, al cabo de fatigarlo y subrayarlo, lo abandono con no pocas incógnitas. La “razón woke” es más bien un fantasma que planea alrededor de estos dramas. Esta razón no acepta ninguna autoridad y cancela, virtualmente, todas las tradiciones: “Lo que fue mundo paterno” (p. 16).

La razón woke es, en el fondo, una suerte de utopía adánica. Si no he entendido mal, justamente tal nuevo sistema de valores opera en el vacío. Justamente porque no asume (ni crítica ni revolucionariamente) ningún pasado. ¿Qué nuevo código va a oponer el wokismo al viejo código del Padre?

El ensayo, escrito primorosamente (si Albiac no es un maestro del Padre Idioma, que me aspen), también puede leerse como una sarta de escritos sueltos. Destaco el capítulo 12: “Tres musas y un fait divers”.

Para Albiac, el wokismo de hoy es destrucción sin arquitectura, contracultura sin sacrificio: es decir, contracultura sin cultura

Aquí Albiac habla del “matriarcado surrealista” (p. 139) y de las “mujeres sin lazos patriarcales” (p. 142) del París de los años 20, que, como todos sabemos, era una fiesta. Así pues, Kiki de Montparnasse, Elsa Triolet, Nusch Éluard y la criminal Violette Nozières inspiran entre los artistas y poetas de lo surreal un cierto sentimiento de rechazo o superación del Padre, de la herencia.

Me detengo en este capítulo porque juega en el discurso el rol de enseñarnos que sí hay espacio para la rebelión al Padre dentro de una cultura, pero para que esto sea existencialmente auténtico, tiene que venir desde dentro.

El hijo ha de matar al padre: nada más sano. El surrealismo de los años veinte supone para Albiac un nuevo orden que se impone al anterior tras un combate singular. Y Albiac bendice aquel rupturismo. En cambio, colijo que para él el wokismo de hoy es destrucción sin arquitectura, contracultura sin sacrificio: es decir, contracultura sin cultura. 

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