La música es conocida, pero retumba más fuerte. Donald Trump ha vuelto a la Casa Blanca con el proteccionismo como bandera, promesas de proteger al trabajador nacional y hacer el país “grande otra vez”, al igual que en 2016. La diferencia es que ahora la melodía es atronadora: ha impuesto la mayor batería de aranceles en un siglo y ha hecho trizas el orden mundial, amenazando con cortocircuitar las cadenas de suministros y provocar un frenazo económico a gran escala. El eco también ha llegado a España, pero de forma amortiguada. Las previsiones dibujan una actividad que seguirá creciendo muy por encima de la eurozona y que no se verá particularmente afectada por las tarifas, a diferencia de otros grandes socios comunitarios, con Alemania a la cabeza. La economía española también se recuperó más rápido de la pandemia, pese a encajar uno de los peores golpes, y de la posterior crisis energética. ¿Casualidad o excepción ibérica?
No se pueden trazar analogías con la crisis recientes, de origen y naturalezas distintas, sin contar con que la impredecibilidad del nuevo jefe del Despacho Oval complica las previsiones. Lo que es manifiesto es que España ha reducido sus vulnerabilidades en la última década y ahora va a contracorriente en un clima de ralentización global. El empleo y el consumo tiran; los desequilibrios con el exterior se han reducido; los fondos europeos están revitalizando la inversión. El turismo, gran motor de la actividad y a la vez talón de Aquiles por ser muy procíclico, tampoco tendría que tambalearse ante la tensión comercial, ni se esperan nuevas llamaradas inflacionarias en una Europa renqueante que acaba de llevar al BCE a otro recorte de tipos.
“La clave de la fortaleza de un país ante un shock es el apalancamiento. Cuanto más la deuda de familias y empresas se acerca al doble del PIB, más problemas hay para la economía. Llegamos al 2,2 en la crisis de 2008 y ahora estamos en el 1,3″, desgrana Ignacio de la Torre, economista jefe de la firma de gestión de activos Arcano Partners. Otro elemento diferencial con respecto a esos años es el sistema bancario, ahora “muy solvente y líquido”. “El tercer factor crucial es la balanza de pagos. Si hay déficit y se corta el flujo, el ajuste es brutal”, añade. Eso ocurrió con el crac financiero, cuando España tenía un saldo negativo de 10 puntos. “Ahora tenemos superávit de cuenta corriente; España ahorra más de lo que invierte y financia al resto del mundo. Estamos menos expuestos”, resume.
Todo ello mejora la resiliencia de la economía, aunque la verdadera ventaja frente a la arremetida trumpista es fruto más del azar que de un plan ad hoc: España, a diferencia de la UE en su conjunto, importa de EE UU más bienes de los que exporta. Esta posición deficitaria augura un menor arañazo al PIB, de entre dos y cinco décimas, según los análisis de la Autoridad Fiscal o Funcas. Sí habrá empresas y sectores golpeados, sobre todo de la industria y la agroalimentación, que tienen los mayores superávits con EE UU.
“Tener una balanza deficitaria nos hace un poco menos vulnerables. Además, solo el 5% de lo que exportamos va a EE UU, y hay bienes de demanda rígida que son difíciles de sustituir, como los productos ibéricos”, argumenta Daniel Fuentes, profesor de la Universidad de Alcalá y director de KREAB Research. Esta menor exposición directa no genera, sin embargo, inmunidad: en la sombra hay otros riesgos, efectos de segunda ronda que poco dependen de la estructura de la economía española y mucho de las cadenas de suministros globales.
La ofensiva de Trump se ha materializado en un arancel universal del 10%, que se incrementa para los mercados con superávit comercial, como la UE (20%), si bien para estos últimos se ha acordado una pausa de 90 días. Aunque hay productos que España no exporta directamente al otro lado del Atlántico, los suministra a países que venden a EE UU, por lo que se enfrentan a un castigo indirecto si las tarifas se reactivan.
Tampoco son buenas noticias que le vaya mal a los vecinos, puesto que el grueso de los intercambios comerciales de España se produce dentro del mercado comunitario. Alemania, ya empantanada en una crisis de modelo productivo, acumula un superávit comercial récord con EE UU y su industria del automóvil —a la que España vende componentes— está en el punto de mira de Washington. “Los efectos de segunda ronda son mucho más difíciles de predecir, pero gran parte del riesgo para España viene por ese lado: una desaceleración fuerte de la economía europea”, reflexiona Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics. Encontrar destinos alternativos adonde desviar las exportaciones dirigidas a EE UU tampoco se vislumbra sencillo, puesto que el alcance de la guerra, al menos declarado, es global.
La otra incógnita es cómo responderán los demás países a la cruzada proteccionista y reajustarán sus flujos comerciales. La UE quiere exprimir la baza negociadora, pero ya tiene lista una contraofensiva arancelaria. A España, paradójicamente, le saldría caro este contraataque por su posición comercial deficitaria con EE UU.
China, excluida de la tregua arancelaria de Trump, ya ha sacado la artillería pesada: Washington le ha impuesto tarifas estratosféricas, a las que Pekín ha contestado a tono. El interrogante, en este caso, es dónde acabará la producción exportadora excedente del gigante asiático, cuyo mercado interno está estancado. “Solo Europa tiene el poder adquisitivo suficiente y se enfrenta a un aluvión de productos chinos. Habrá que ver cómo se defiende sin empezar otra guerra. Podría jugar al proteccionismo de manera indirecta, con regulaciones y estándares de calidad”, vaticina Fuentes.
De momento, las previsiones apuntan a que España mantendrá un lugar privilegiado en el mapa del crecimiento, tras destacar en 2024 como la economía avanzada con el mejor desempeño. Los pronósticos para este año rondan el 2,5%, más del doble que la eurozona, salvando la incertidumbre.
Talavera insiste en que las crisis del pasado no son comparables con el escenario actual, pero algo han enseñado. “Pudimos recuperarnos de una crisis como la pandemia de manera relativamente rápida e incluso mejor que muchos de nuestros vecinos, España podría lidiar con una crisis como la actual si aplicamos las políticas correctas”, afirma. “Dicho esto, la capacidad de maniobra de una economía como la española es limitada para esquivar crisis de carácter global como esta: cuando la marea sube o baja, el barco español generalmente se mueve de la misma manera”.
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