The article discusses the controversy surrounding El Ventorro restaurant and journalist Maribel Vilaplana, who were both criticized for having lunch with Carlos Mazón, the President of the Generalitat Valenciana, on the day of a severe weather event (dana) that caused significant damage and loss of life in Valencia.
The author argues that both El Ventorro and Maribel Vilaplana are victims of a public backlash and are being unfairly blamed for the events of that day. They highlight that neither had any responsibility for the disaster and that the criticism amounts to a form of public lynching.
El Ventorro has suffered damage to its reputation, with negative reviews online and the removal of its signage. The author points out the restaurant’s owners and employees have families and livelihoods that are being negatively impacted.
Maribel Vilaplana has also been subjected to professional attacks and rumors for having lunch with Mazón. The author stresses that she shouldn’t have to justify her actions and that her gender is being unfairly used to fuel gossip.
The author calls for accountability from those responsible for the decisions made during the severe weather event and stresses that the focus should remain on the actual decision-makers and not on those who happened to be having lunch with the president. Questions surround Mazón’s actions during the crisis, and these are much more relevant than discussions about where he had lunch.
Ultimately, the article serves as a defense of El Ventorro and Maribel Vilaplana, arguing they have been unfairly targeted and should not be held responsible for the events of that day. The author criticizes the lack of support from the journalism profession in defending them against this public lynching.
En El Ventorro se come bien. Plato de cuchara. Lentejas, alubias, garbanzos... una carta tradicional, propia de un restaurante de toda la vida, sirviendo ... platos desde 1967, lejos de esa gastronomía de fuegos artificiales donde se esferifica la fabada asturiana, y en un marco propio de comedor de toda la vida, en el centro de Valencia, donde hay poco lugar a las sorpresas ni en el continente ni en el contenido. Comer allí se paga, sin hacer un agujero en tu economía y como no puede ser de otra manera.
Maribel Vilaplana es periodista, una buena comunicadora, durante muchos años una cara reconocible en Canal 9 y que se buscó las habichuelas una vez el Consell de Alberto Fabra fundió a negro la televisión pública de todos los valencianos. A Vilaplana le iba bien, muy bien de hecho, como conductora de actos, presentaciones y eventos, experta y maestra comunicadora, y al frente del departamento de comunicación del Levante Unión Deportiva.
El Ventorro y Maribel Vilaplana son las víctimas colaterales de la dana del 29 de octubre, sin tener ninguna responsabilidad ni culpa de lo que ocurrió aquella tarde, ni del fenómeno natural ni de las 228 víctimas que se llevó el agua en la peor tarde de la historia de la Comunitat Valenciana.
El linchamiento a estos profesionales, tanto de la restauración como de la comunicación, es manifiesto. El Ventorro forma parte de pancartas en las manifestaciones y de monólogos de cómicos de chiste fácil. La periodista, por su parte, es comidilla de insinuaciones y cotilleos que no se sostienen de ninguna manera, sin que las huestes feministas hayan salido a defender que una persona es libre de comer con quien quiera. Creo que muchos periodistas han (hemos) comido con Mazón, antes y después de ser presidente, solos y en compañía. Incluso esos que juzgan y prejuzgan sin caer en la cuenta del daño que puede hacer opinar sobre dos personas que no tienen vela en este entierro.
El Ventorro ha tenido que quitar hasta de la puerta el cartel porque se había convertido en un souvenir para nativos y turistas. Carne de selfie. Un negocio cuyos propietarios tienen familia; donde dan trabajo a camareros y cocineros, que también tienen familia, y que es punto de encuentro de todo tipo de gente, más allá de políticos y empresarios porque las puerta de un restaurante están abiertas para todo el mundo.
En Tripadvisor, ese lobby-portal donde te pueden encumbrar o destruir el negocio al gusto del paladar y del interés, el último comentario sobre El Ventorro nada tiene que ver con su comida. Un tal Rubén, y bajo el epígrafe «Un estercolero de políticos», ancló este mensaje el 31 de marzo de 2025: «Lugar donde un hdlgp como Mazón estaba comiendo mientras la gente moría ahogada y nadie del restaurante ha tenido la valentía de decir la verdad».
Algunas de las reseñas de Google van en la misma dirección. La última, un botón: «Acogedor sitio para pasar unas horas de relax y despreocupación mientras tu gente se ahoga, desaparece e incluso muere. Añadir que la cobertura no es muy buena y eso le baja una estrella de ambiente. Además, hay que valorar la conciencia medioambiental que tiene el sitio, ya que no dan las facturas por no malgastar el papel».
A veces, como en estos casos, se echa de menos una respuesta de la profesión en contra del linchamiento de una negocio cuya única responsabilidad es dar de comer y cobrar por ello. Para mirar a otro lado ya están los políticos, pero hay que entender que le pudo pasar a cualquiera.
De la misma manera que Maribel Vilaplana, que no tiene que dar explicaciones de la dana ni de aquella tarde, ha sido machacada profesionalmente por atender un almuerzo como han hecho de la misma manera sus colegas, de ambos sexos. Porque en este caso, y es así con el silencio cómplice, hasta el género de la comensal importa para alimentar rumores que dañan a una persona y a su familia, que pasaba por allí sin tener ninguna responsabilidad en los hechos.
Después hay lamentos y ruegos, arrepentimientos por alimentar los problemas de salud mental, sin que nadie dé un paso al frente para pedir que no se desvíe el tiro a la hora de pedir responsabilidad, decisiones y explicaciones.
De aquella tarde, las explicaciones son las del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, que ya dio cuenta en la tribuna de Les Corts Valencianes sin satisfacer a una mayoría. Las preguntas son muchas: ¿Por qué no acudió antes al Cecopi? ¿Qué hizo durante las horas que estuvo ausente? ¿Qué decisiones tomó y que comunicaciones mantuvo? ¿Si era consciente de la situación? Muchas preguntas en las que las respuestas que menos interesan son dónde y con quién comió. Las comisiones de investigación y el proceso judicial será el que determine la culpabilidad de los actores, en una tarde en la que El Ventorro y la periodista están pagando sin tener ninguna responsabilidad.
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