Roma se prepara para los funerales de Francisco. Se respira tristeza y alegría en la ciudad, ambas cosas al mismo tiempo, algo muy romano. Tristeza porque ha fallecido un Papa querido y respetado, como demuestran las largas colas para el último adiós en el Vaticano, y alegría porque Roma vuelve a ser estos días la capital del mundo. “Morto un Papa se ne fa un altro”. Hace casi dos mil años que se repite esta oración a orillas del río Tíber.
La psicología romana ha sido moldeada por muchos siglos de monarquía electiva. Cuando el Papa muere, el juego de alianzas se replantea, los bandos se dibujan de nuevo, todo vuelve a empezar. Durante mucho tiempo fueron alianzas, pactos y enfrentamientos entre las grandes familias romanas, en las que se colaron los Borja, audaces valencianos del siglo XV. Alejandro VI (Roderic Llançol i de Borja) fue el primero en dividir el mundo en dos áreas de influencia como árbitro del tratado de Tordesillas entre Castilla y Portugal. Hoy estamos hablando de un delicado equilibrio de fuerzas y visiones internacionales. Roma es consciente de ello y lo saluda. Roma, Caput Mundi.
Delegaciones de 130 países han confirmado su asistencia a los funerales. Gente muy poderosa se reunirá mañana en la basílica de San Pedro, y en la retransmisión televisiva destacará la resplandeciente cabellera de Donald Trump. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, anunció ayer que quiere aprovechar la cita romana para mantener un primer encuentro con el presidente de Estados Unidos.
El jefe del Gobierno de España no estará. Quizás sea el único gobernante europeo ausente: el líder de una coalición de partidos de izquierdas sin parangón en la UE. Hay en Europa coaliciones mixtas en las que participan los socialdemócratas (Alemania, Austria, Bélgica, Polonia, Eslovaquia, Rumanía...), pero la fórmula española hoy es única. Sobre el papel, el Gobierno español es el que presenta una mayor sintonía con los postulados sociales de Francisco. Su presidente no estará en los funerales. ¿Por qué?
Lee también Enric Juliana Francisco regresó a Pablo VI y ordenó a la jerarquía católica alejarse del combate político español“España envía una delegación del más alto nivel, encabezada por el Rey. Ese es el mensaje que se quiere transmitir. Salvo en la Cumbre Iberoamericana, el Rey y el presidente nunca viajan juntos”. Respuesta de una fuente autorizada del Ministerio de Asuntos Exteriores, consultada ayer.
Esa respuesta necesita un poco de contexto. Hace unos cinco meses se produjo una grave descoordinación entre el Gobierno y la Casa del Rey ante la invitación de la presidencia de la República Francesa para asistir a la reapertura de la catedral de Notre-Dame de París, seriamente dañada por un incendio en el 2019. No acudió nadie en representación de España. Más contexto. El presidente del Gobierno tampoco acompañó al jefe del Estado en la última Cumbre Iberoamericana, celebrada en noviembre del 2024 en la localidad de Cuenca (Ecuador), cumbre que fue un fiasco por la muy escasa presencia de jefes de Gobierno.
Queda bastante claro que en esta ocasión se ha querido dar el mayor relieve posible al histórico vínculo entre la monarquía española y la Santa Sede. Los Reyes encabezarán la delegación, acompañados por las vicepresidentas María Jesús Montero y Yolanda Díaz, más el ministro de la Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, interlocutor permanente del Gobierno con la Santa Sede y el episcopado español.
Lee también Enric Juliana El Gobierno ha querido dar el máximo relieve a la presencia del Rey, señalan en ExterioresMás elementos de contexto. Por razones de edad, Sánchez no forma parte de la generación de la transición que guarda un grato recuerdo del papel desempeñado por la Iglesia católica en los años setenta del siglo pasado. El entonces presidente del episcopado, cardenal Vicente Enrique y Tarancón, fue muy valiente, adoptando una actitud de neutralidad ante las primeras elecciones democráticas de 1977 y de no beligerancia en el debate constitucional, bajo la guía del papa Pablo VI, que siempre fue hostil al franquismo. Años después, Juan Pablo II reprochó severamente a Tarancón su actitud y ordenó una mayor beligerancia política de la Iglesia española, directriz que fue rigurosamente aplicada durante más de dos décadas por el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid.
(Al cumplir 75 años, Tarancón fue convocado por el Papa en Roma. Karol Wojtyla le cogió por los hombros y le dijo: “Usted es el culpable, usted es el culpable de que hayamos perdido España”, El papa polaco consideraba que la neutralidad política de la Iglesia en la transición había abierto las puertas de par en par a la laicización de un país históricamente moldeado por el catolicismo, por un catolicismo muy combativo).
A partir del 2013, Francisco volvió a la casilla de Pablo VI y ha mantenido a la cúpula eclesiástica alejada de la primera línea del áspero combate político español.
Sánchez no va a Roma y ha aprovechado el cono de sombra de esta semana –la opinión pública está muy pendiente de las exequias del Papa–, para anunciar un aumento del gasto en defensa que no pasará por el Congreso, asunto que se ha visto agravado por la compra de munición israelí. La coalición bergogliana que gobierna España se ha pasado la semana hablando de balas. La política española es en ocasiones una espiral enroscada sobre sí misma con los Pirineos enfrente. Sánchez sabe lo que se juega después de su viaje a Pekín.
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