El endurecimiento de las tensiones comerciales a escala global ha dejado de ser una preocupación periférica para convertirse en una variable fundamental en los tableros de decisión de bancos centrales y organismos multilaterales. Lo que comenzó como un amago de declaración de guerra por parte de la Administración de Donald Trump se convirtió rápidamente en una escalada de gravámenes entre Estados Unidos y China que ha dado paso a una espiral que amenaza con cambiar el orden mundial. En el horizonte se vislumbra una ofensiva arancelaria con efectos sistémicos, capaces de alterar flujos de capital, cadenas de suministro y expectativas inflacionarias.
Ante este nuevo escenario, instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio (OMC) y los bancos centrales han comenzado a revisar no solo sus proyecciones de crecimiento, sino también el diseño de sus políticas y los planes que hasta hace unas semanas parecían inamovibles. El tablero económico internacional se mueve con reglas menos predecibles, lo que obliga a recalibrar estrategias en tiempo real. Incluso la OMC, tradicionalmente alejada de las dinámicas monetarias, advierte sobre un entorno crecientemente fragmentado que amenaza con desdibujar los marcos de cooperación global y con hundir el intercambio de mercancías y el crecimiento económico.
El FMI, en un preludio de la reunión que mantendrá el organismo la próxima semana —en la que también se revisarán las previsiones macroeconómicas—, adelantó este jueves que se avecina una oleada de “rebajas notables” en las proyecciones de crecimiento de muchos países. Por el momento, el fondo descarta una recesión, pero avanza recortes en el crecimiento y alzas en las previsiones de inflación. “La incertidumbre sobre las políticas comerciales ha alcanzado niveles sin precedentes”, explicó la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, en un discurso que avanza la que será la postura oficial del organismo. La política y economista búlgara advirtió de que la prolongada incertidumbre eleva el riesgo de tensiones en los mercados financieros, como se ha visto con el dólar y los bonos del Tesoro de Estados Unidos. “Estos movimientos deben tomarse como una advertencia. Si las condiciones financieras empeoran, todos salen perjudicados”, prosiguió. Y añadió que cuanto más persista la incertidumbre, mayor será el coste para la economía global, aunque sin mencionar expresamente a Trump.
En esta idea ahondó también esta semana el presidente del Banco Mundial, Ajay Banga, quien advirtió desde la sede del organismo, en Washington, que la mayor incertidumbre e inestabilidad económica lastrarán la economía mundial. “La tensión comercial está provocando que los agentes económicos sean más prudentes, lo que puede frenar las inversiones y las decisiones de compras de las empresas y hogares”, dijo tras pedir a los países que se sienten a negociar cuanto antes para establecer un marco comercial claro y duradero.
La situación es alarmante y todavía puede escalar a niveles impredecibles. El presidente Trump, tras establecer un arancel general universal del 10% y un crisol de tasas adicionales para los países con los que Estados Unidos mantiene un mayor déficit comercial, ha decidido congelar temporalmente la medida para negociar con cerca de 70 jurisdicciones y llegar a una solución pactada. El único que no se libra del armisticio es China, que ha respondido a Washington con una escalada arancelaria proporcional a la que se ha recibido. Por ahora, los encuentros con los países se cuentan con los dedos de una mano. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, se reunió esta semana con su homólogo estadounidense, el secretario del Tesoro, Scott Bessent. Posteriormente, hubo un encuentro entre Japón y EE UU, en el que no se produjo ningún acuerdo. Y este jueves, la cita ha sido entre el propio Trump y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, el primer encuentro desde el inicio de la ofensiva comercial con un mandatario comunitario, aunque por el momento sin resultados concretos.
Sin unas reglas de juego claras y con vaivenes constantes, los organismos multilaterales y los bancos centrales caminan con pies de plomo a la espera de lo que suceda, pero ya han empezado a proyectar escenarios, a lanzar advertencias y a redireccionar la política monetaria.
La ola proteccionista de EE UU ha orillado al Banco Central Europeo a recortar los tipos por sexta vez consecutiva, hasta el 2,25%, en un intento por contrarrestar los efectos económicos negativos derivados del aumento de las tensiones comerciales y la ola arancelaria. Es una señal inequívoca de que la zona euro se enfrenta a un periodo de crecimiento estancado, en sintonía con los recortes generales de las previsiones del FMI. La presidenta del organismo, Christine Lagarde, ha reconocido que el panorama general está condicionado por una “incertidumbre excepcional” y que el incremento de las disputas arancelarias amenaza con frenar aún más las exportaciones, uno de los principales motores de la economía europea, por lo que “las perspectivas de crecimiento se han deteriorado”.
Su tono sombrío terminó opacando cualquier efecto positivo que, en teoría, debería haber tenido la rebaja de tasas sobre los mercados bursátiles. En contra de lo que suele ocurrir con las Bolsas bajo el paraguas de una política monetaria más laxa, todos los mercados registraron caídas. El Ibex 35 cerró con un retroceso del 0,19%, el Dax alemán retrocedió un 0,53%, mientras que las caídas fueron algo más acusadas en la Bolsa francesa y el Euro Stoxx 50, superando el 0,6%. El Mib italiano, por su parte, limitó las pérdidas al 0,24%.
Aunque la rebaja de tipos no ha aupado las Bolsas, lo que sí ha hecho es reforzar la diferencia entre las políticas monetarias de Europa y Estados Unidos, donde la Reserva Federal apuesta por ser mucho más cautelosa con los recortes. Así lo ha dejado entrever su presidente, Jerome Powell, quien esta semana ha insistido en los riesgos inflacionistas de los aranceles impuestos por la Casa Blanca y se ha mostrado partidario de esperar a que haya una mayor “claridad” en la errática política económica actual para mover el precio del dinero. Sus palabras se asumen por los analistas como una confirmación de que la entidad no moverá ficha en la próxima reunión prevista para mayo y que habrá que esperar al menos hasta la reunión de junio para un recorte de 0,25 puntos.
Mientras el BCE ha disminuido las tasas en 1,75 puntos desde junio pasado, la Fed solo ha aplicado un recorte de un punto porcentual desde septiembre y mantiene una postura más contenida desde diciembre. Esta divergencia se debe principalmente a que las amenazas proteccionistas de Trump traen consigo un riesgo inflacionista. Por contra, Europa lidia con el impacto de la guerra en Ucrania y una mayor dependencia del comercio exterior. Además, el reciente fortalecimiento del euro y la caída del precio del petróleo están contribuyendo a una desaceleración de la inflación en la eurozona. Esto, sin descontar el contexto arancelario, pues más allá de la prórroga de 90 días que ha concedido Trump sobre los aranceles “recíprocos”, el bloque ya enfrenta gravámenes significativos, como un 25% para el acero, el aluminio y los automóviles.
En la partida también ha movido ficha la OMC, la institución multilateral que ordena las reglas comerciales. La entidad presidida por la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala ha recortado en casi tres puntos la previsión de crecimiento relativa al intercambio de mercancías, pasando de un avance inicial del 2,7% a una caída del 0,2% para 2025. Pero siempre teniendo en cuenta la situación vigente. Es decir, si la ofensiva arancelaria va a más, el retroceso sería del 1,5% este año y la economía global podría caer, en el largo plazo, un 7%.
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