La Semana Santa de 2025 ha marcado el récord histórico de integrantes de las cofradías sevillanas. El crecimiento sostenido del número de nazarenos en las últimas dos décadas y media ha alcanzado este año unas cifras que dan buena muestra del músculo de las ... hermandades en cuanto a respaldo social y devoción popular, pero que asustan por la inabarcable longitud de las comitivas mientras los tiempos de paso y recorridos se mantienen prácticamente estancados.
Tomando como referencia las estimaciones compartidas por las propias corporaciones a ABC en las semanas previas a Semana Santa, este año el acumulado de las 71 cofradías ronda las 83.000 túnicas, sobrepasando las del año pasado en 8.000 y a un abismo ya de las de hace tan sólo década y media. El conteo realizado en la carrera oficial mostrará el tamaño real de los cortejos que los diputados mayores de gobierno tuvieron que encajar entre la Campana y la Catedral, pero es innegable la subida generalizada, responsable en buena medida de los importantes retrasos en algunas de las jornadas más saturadas, como el Domingo de Ramos, el Miércoles Santo y, sobre todo, la Madrugada.
La noche más mágica y multitudinaria de la ciudad, que no puede ganar tiempo ni por delante ni por detrás, es el ejemplo más claro del nivel de asfixia que vive la Semana Santa. La jornada se saldó en la Catedral con 57 minutos de retraso cuando terminó de pasar el palio de los Gitanos, una hermandad que discurrió al completo por la carrera oficial ya de día. La Macarena puso en la calle unos 4.500 nazarenos, la cifra más alta jamás alcanzada por una cofradía, lo que la obligó a poner durante buena parte del recorrido a las hermanos en filas de tres, cuatro e incluso «de cinco y de seis», como señala a este periódico su hermano mayor, José Antonio Fernández Cabrero: «Todos nuestros hermanos han hecho un esfuerzo ímprobo para cumplir los horarios». Como prueba de ello, destaca que, a la salida de la Catedral, «sólo dejamos cuatro minutos de retraso».
«Nosotros no salimos en procesión, salimos en manifestación con los nazarenos en filas de cinco y de seis»
José Antonio Fernández Cabrero
Hermano mayor de la Macarena
El máximo representante de la Macarena no maquilla la situación cada vez más complicada que vive su cofradía cuando se echa a la calle: «Nosotros no salimos en procesión, salimos en manifestación. Lo llevamos haciendo desde que entré como hermano mayor». Sin embargo, cada año ha ido acentuándose la dificultad para encajar una comitiva tan grande en los tiempos y espacios asignados. Cabrero valora el «compromiso de todos y cada uno» de los miembros de su cortejo, así como de su diputado mayor de gobierno, «el mejor de la historia»: «Nosotros hemos hecho todo lo que teníamos que hacer. Siempre se pregunta por la hermandad de la Macarena, pero somos los que más cumplimos».
El Gran Poder también ha subido en nazarenos, algo que ha solventado tanto a la hora de formar la cofradía como en la calle, como explica su hermano mayor, Ignacio Soro: «Nosotros llevamos siempre los nazarenos muy juntos, pecho con espalda, algo que queda patente en todo el recorrido, sobre todo en la carrera oficial. Lo hacemos desde hace años, pero esta vez con el esfuerzo sobreañadido de que el cuerpo de nazarenos era mayor y las molestias que eso acarrea».
La corporación de San Lorenzo volvió a experimentar un importante parón en su regreso pese a que hace unos años tuvo que alargar su recorrido de vuelta por la calle Adriano para evitar –o retrasar– el cruce con la Esperanza de Triana, que también extendió su itinerario de ida por la calle Zaragoza y la plaza Nueva. El crecimiento de todas las cofradías provocó que la de Pureza no pudiese dejar expedito el cruce de Santas Patronas con Gravina antes de la llegada del Gran Poder. «Me remito a lo que dije en su día: estas soluciones son cortoplacistas. Se tomaron por imposición del Consejo, pero este problema persiste. Cada año se va a presentar con más gravedad y hay que buscar una solución definitiva, que se mantenga en el tiempo». Soro es claro al respecto de que su cofradía ya no tiene «espacio material» para sacar al palio de la Catedral sin que su cruz de guía avance por Gravina, lo que generó una pescadilla que se mordía la cola e impidió dejar libre Reyes Católicos al propio cortejo de la Esperanza de Triana, que este año alcanzaba los 3.800 nazarenos.
«El Consejo impuso soluciones cortoplacistas, pero el problema persiste y cada año se va a presentar con más gravedad»
Ignacio Soro
Hermano mayor del Gran Poder
Por su parte, la hermandad del Silencio puede ser de las que menos sufre estos problemas, como apunta su hermano mayor, Eduardo Castillo, si bien entra en Campana antes de la hora fijada y «corremos todo lo posible para llegar a la Catedral». Tuvieron un pequeño parón a la vuelta al encontrarse todavía discurriendo la Macarena por Trajano, algo que podría acentuarse en los próximos años si la tendencia persiste.
La insostenibilidad de esta situación que afecta a buena parte de la Semana Santa, no sólo a la Madrugada, también la ven quienes han tenido cargos de relevancia en el mundo de las cofradías durante años. Manuel Román, presidente del Consejo entre 2000 y 2008, reconoce que «me ha dado una pena tremenda ver cortejos que dejan mucho que desear en cuanto al agolpamiento de hermanos, que se ven obligados a ir en fila de tres o cuatro permanentemente». Para el antiguo hermano mayor de San Esteban, el número es desorbitado porque pone en peligro su integridad y dignidad: «Es lamentable la densidad de los cortejos. No tienen vistosidad ni orden, y lo sufren tanto los hermanos como el público».
No todas las percepciones van en la misma dirección. El delegado diocesano de hermandades y cofradías no ve tantos problemas. Marcelino Manzano es consciente de que hay muchos más nazarenos, aunque «el reparto es desigual» entre las cofradías. Destaca el «gran esfuerzo» de todas ellas y, si bien cree que cada hermandad tendrá que organizarse y ajustarse en función de su situación concreta, cree que es «positivo» que cada vez haya más personas que quieran salir de nazareno pese a la dureza de las estaciones de penitencia. Una dureza que, si no se pone remedio, puede seguir en aumento hasta hacer imposible encontrar hueco para las cofradías en el limitado tiempo y espacio que tiene la Semana Santa.
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