Que Israel le haya declarado la guerra a Irán ya es una derrota para muchos en Teherán. Desde que triunfó la revolución en 1979, la república islámica ha tratado de construir el mejor ejército que un país pueda soñar: uno doble. Por un lado, unas fuerzas armadas convencionales y bien preparadas, con un servicio de inteligencia sofisticado. Por el otro, un ejército externo, no oficial, formado por extranjeros dispuestos a librar las batallas de Irán, siempre fuera de sus fronteras.
Cuando Hamás atacó a Israel en octubre de 2023, el señorío del ayatolá Jameneí se extendía de Irak al Líbano, pasando por la Siria de Bashar al-Asad. En el sur, los hutíes de Yemen controlaban el mar Rojo. Entonces, Irán era "como un pulpo con tentáculos que responden a lo que les manda la cabeza", dijo a principios de 2024 un estratega israelí de origen persa en el Centro Sefarad-Israel de Madrid.
En los últimos dos años, Israel ha abatido uno a uno los principales tentáculos de este pulpo. A Hamás y a la Yihad Islámica en Gaza, que siguen luchando una guerra de guerrillas contra un ejército que ha matado ya a más de 55.000 palestinos. A los hutíes, que se unieron a sus socios en Palestina con ataques contra Israel y han sufrido operaciones coordinadas de Tel Aviv y varios países occidentales en los últimos meses. Y, sobre todo, a Hezbolá, la hija predilecta de Teherán.
"Durante décadas, los iraníes han invertido mucho para aumentar el poderío militar de Hezbolá y que sirva de disuasión contra Israel", cuenta a El Confidencial Nicholas Blanford, investigador sénior del think-tank estadounidense Atlantic Council y experto en la milicia libanesa. Pero la guerra contra Hezbolá, que se convirtió en una guerra contra todo el sur del Líbano entre septiembre y noviembre del año pasado, descabezó a la milicia, destruyó el 70% de su capacidad militar y mató a la mitad de sus combatientes. Las operaciones de Israel contra el que fuera 'el actor no estatal más poderoso del mundo' acabó también con su líder de más de tres décadas, Hasan Nasrallah.
"Hasta el momento, la lógica era que cualquiera que pensara en atacar territorio iraní tendría que tener en cuenta primero cómo respondería Hezbolá", cuenta Blanford. Ahora que el aliado libanés y el resto del eje —autodenominado ‘de la Resistencia’— resiste como puede, la república de los ayatolás ha perdido su principal manera de hacer guerra. Para el experto, "el hecho de que los israelíes hayan decidido atacar Irán de todos modos indica que la política de disuasión ha fracasado".
Este nuevo frente deja a Irán desnuda. Por primera vez en la historia de la república islámica, es Teherán la que tiene que defenderse de los ataques de Israel, y son las vidas iraníes las que tienen que pagar por ello. Según una ONG estadounidense, en la última semana han muerto en Irán al menos 639 personas, 263 de ellas civiles. La Guardia Revolucionaria ha contraatacado —hasta el punto de atacar un hospital en la ciudad israelí de Beerseba este miércoles—, pero se ha llevado otro chasco: los misiles balísticos que Irán creía que servirían para disuadir los ataques del enemigo no son tan efectivos como pensaba. Apenas consiguen penetrar la cúpula de hierro israelí y, cuando lo hacen, fallan sus objetivos.
Ahora cabe preguntarse si Hezbolá y el resto de milicias proiraníes le sirven de algo a Teherán una vez la guerra ha llegado a suelo —y cielo— iraní. "Se desencadenaría otra gran guerra, sin garantía de que después Hezbolá pueda reconstruirse para seguir sirviendo de disuasión a Irán", cuenta Blanford. "Creo que la lógica anterior sigue prevaleciendo, e Irán cuenta con la milicia libanesa para el futuro. No creo que los iraníes levanten el teléfono a menos de que se trate de una amenaza existencial. Por ahora, están absorbiendo los golpes solos", explica.
El curso de la guerra amenaza constantemente con cambiar. La ofensiva inicial israelí contra el enriquecimiento nuclear se ha convertido en toda una cruzada para derribar el régimen persa y deponer al ayatolá. A la espera de que Estados Unidos decida si entra o no en la contienda del lado de Israel, surgen las dudas de si una intervención de Washington arrastraría a luchar a los aliados de Teherán. Este miércoles, un responsable iraní declaró a Al Jazeera: "La entrada de Estados Unidos en la línea de confrontación con la entidad sionista significa que Hezbolá entrará en acción".
Pero por ahora nada apunta a ello. "Creo que Irán sabe que sería delicado activar al Líbano, aunque aún tengan armamento para hacer daño a Israel. Sería el fin de Hezbolá. Los israelíes volverían y no solo atacarían objetivos militares: probablemente infraestructuras libanesas, el aeropuerto, centrales eléctricas, puentes… Eso volvería a la gente contra Hezbolá, y la reacción política sería enorme. Sobre todo cuando el país todavía se está recuperando de la última guerra", afirma Blanford.
En Beirut hay una clara reticencia ante la idea de otra guerra. "No creo que la declaración [de Al Jazeera] sea cierta… ¿Quién es esta fuente? Irán puede defenderse sola", declaró al diario emiratí The National un portavoz anónimo de Hezbolá. De involucrarse, el partido-milicia se enfrentaría a grandes presiones dentro del Líbano después de que el conflicto del año pasado acabara con la vida de más de 4.000 libaneses y de que en el sur del país sigan viviendo el bombardeo casi diario de Israel a pesar del alto el fuego.
"El Líbano no entrará en guerra. 200%", dijo este jueves Nabih Berri, presidente del Parlamento libanés y cabeza del ala chií de la política institucional libanesa. Poco antes, Berri había tenido una reunión con el enviado de EEUU a Siria y embajador en Ankara, Thomas Barrack. "Sería una muy mala decisión que Hezbolá se involucrara", dijo Barrack en la rueda de prensa que dio durante su visita.
"No tengo claro que Hezbolá respondiera afirmativamente si los iraníes les pidieran atacar Israel para ayudarlos. Hace dos años, si se le hubiera ordenado atacar, Hezbolá habría atacado. Creo que ahora es mucho más complicado", cuenta el experto del Atlantic Council.
Con la filial más importante fuera de combate, Irán podría decidir contar con el resto de sus socios. Pero no sería nada fácil: los hutíes llevan atacando Israel desde el comienzo de la guerra en Gaza. El pasado 13 de junio, cuando empezaron los ataques a Irán, intensificaron su ofensiva. Pero son históricamente más pragmáticos y no tan supeditados a los intereses de Irán. Según Inbal Nissiv-Louvton, investigadora de la Universidad de Tel Aviv, su modus operandi puede considerarse mínimo. "En última instancia, actúan ante todo de la manera que más les beneficie", explica.
La mayor probabilidad está en Irak, donde unas 67 milicias proiraníes combaten bajo el paraguas de las Fuerzas de Movilización Popular (FMP). Algunas de ellas están financiadas y entrenadas directamente por la Guardia Revolucionaria, otras son leales al ayatolá Ali al-Sistani, el máximo líder chií de Irak. La mayoría amenaza con atacar bases estadounidenses en la región, y de hecho han golpeado tres en Siria y una en Irak en la última semana.
En abril, antes de que el conflicto en Oriente Medio tomara este giro, muchas de ellas se habían mostrado dispuestas a desarmarse. Ahora el tono es otro: "Si EEUU interviene en la guerra, actuaremos directamente contra sus intereses y bases repartidas por toda la región sin dudarlo", amenazaba el pasado 15 de junio el líder de las Falanges de Hezbolá, probablemente la milicia proiraní más poderosa en Irak.
Que Israel le haya declarado la guerra a Irán ya es una derrota para muchos en Teherán. Desde que triunfó la revolución en 1979, la república islámica ha tratado de construir el mejor ejército que un país pueda soñar: uno doble. Por un lado, unas fuerzas armadas convencionales y bien preparadas, con un servicio de inteligencia sofisticado. Por el otro, un ejército externo, no oficial, formado por extranjeros dispuestos a librar las batallas de Irán, siempre fuera de sus fronteras.
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