La trampa roja - La Tercera


AI Summary Hide AI Generated Summary

The Threat of Communism in Chile

The article expresses deep concern over the growing influence of the Communist Party in Chilean politics, particularly with Jeannette Jara's presidential candidacy. It argues that Jara, despite a seemingly moderate image, represents a continuation of the party's core ideology: statism, class hatred, and suppression of freedom.

Jara's Campaign and Political Maneuvers

The author criticizes Jara's political strategy, highlighting her ability to garner support through seemingly moderate policies while maintaining her core communist beliefs. The article points to the passage of policies like the 40-hour work week and subsidized minimum wage as examples of her success in achieving communist goals.

The Danger of a Communist Victory

The article warns of the potential consequences of a Jara presidency, drawing parallels to Cuba, Venezuela, and Nicaragua. It paints a grim picture of a future under communist rule, where freedom is curtailed, and the state controls all aspects of life.

Call to Action

The piece concludes with a call for courage and decisiveness in confronting this threat. It urges voters to reject Jara and choose a path of freedom and individual liberty over the perceived dangers of communism, emphasizing the urgent need for real and profound change in Chile.

Sign in to unlock more AI features Sign in with Google

La historia no se repite, pero a veces rima con tragedia. Y la que se está escribiendo en Chile tiene letra roja.

Por primera vez desde el retorno a la democracia, un Partido Comunista sin disfraces ni disimulos se apresta a disputar La Moneda con una candidata propia: Jeannette Jara. La señora de la polera del matapacos, de las marchas con puño en alto y sonrisa de tecnócrata. La ministra que vendieron como moderada, pero que jamás renunció a su carnet ni a su causa. Al contrario: la barnizó, la maquilló de gestión y ahora la ofrece envuelta en papel celofán a una izquierda que ya no es ni democrática ni social. Es simplemente resignada.

¿Moderada? ¿Dialogante? Por favor. Jara es comunista. Y en política, como en la vida, cuando alguien insiste en que “no es como los demás”, es porque es exactamente igual. Cambian las formas, pero el fondo permanece intacto: estatismo, control, odio de clase, persecución a la prensa, culto al resentimiento y una convicción ciega de que la libertad es un problema y el Estado, la solución.

Mientras Tohá se chamuscaba intentando explicar el desastre de la seguridad, el colapso migratorio y la vergonzosa defensa de Monsalve, acusado de violación de una subordinada, Jara avanzaba sin ruido, como buena comunista: paso corto, lengua larga, cumbia entusiasta y rostro amable. Y con la ayuda entusiasta de una centroderecha sin columna vertebral, logró aprobar las 40 horas, el salario mínimo subsidiado y la antesala de la gran estafa previsional. Todo con votos “transversales”. Todo con aplausos. Todo con la complicidad de los que después alegan que “no lo vieron venir”.

Y mientras eso pasaba, el Frente Amplio puso a Winter como telonero. Una versión “a cuenta” de Boric, diseñado para perder. El candidato bufón que vino a guardarle la silla al Presidente para cuando decida volver en cuatro años más. Porque su rol no era competir: era distraer.

Pero Jara es otra cosa. Es seria, metódica y peligrosa. Porque no viene a administrar lo que hay, sino a completar una obra que el Partido Comunista ha venido redactando hace décadas en sus pasillos. Una obra que siempre empieza con eslóganes bonitos y termina con la libertad por el suelo y la dignidad en fila para conseguir un kilo de arroz. El neocomunismo no llega gritando, llega sonriendo. No entra con uniforme verde olivo, entra con el rostro de una mujer astuta. No arrasa de golpe: avanza sin pausa, hasta que un país entero se despierta preguntando cuándo fue que se le acabó el futuro.

Y no es histeria. Es historia. Pasa en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Y puede pasar en Chile si seguimos tratando esto como una extravagancia, un accidente o una rareza de la política. No lo es. Es una trampa. Y no es roja por casualidad.

Frente a la amenaza del comunismo, no bastan los matices ni las buenas intenciones. Sobran los discursos tibios, las “propuestas de consenso” y las candidaturas que piden permiso hasta para respirar. Porque esta elección no será entre matices: será entre libertad y servidumbre. Entre la República y el partido único con poder total. Entre los que creen que cada persona debe ser dueña de su vida y quienes creen que el Estado debe ser dueño de todo, incluidos tus hijos, tu trabajo y tu pensamiento.

Lo que se necesita en noviembre es carácter, convicción y coraje para decir lo que tantos piensan y pocos se atreven a gritar: que Chile no puede seguir por este camino. Que el pueblo —el verdadero pueblo, ese que vive con miedo, que se ahoga con la economía, que ha sido traicionado por años— no quiere más retórica, quiere soluciones. Chile lleva años esperando un cambio radical, real, profundo. Y ha llegado el momento de dárselo. Sin miedo ni complejos.

Por Cristián Valenzuela, abogado

Was this article displayed correctly? Not happy with what you see?

Tabs Reminder: Tabs piling up in your browser? Set a reminder for them, close them and get notified at the right time.

Try our Chrome extension today!


Share this article with your
friends and colleagues.
Earn points from views and
referrals who sign up.
Learn more

Facebook

Save articles to reading lists
and access them on any device


Share this article with your
friends and colleagues.
Earn points from views and
referrals who sign up.
Learn more

Facebook

Save articles to reading lists
and access them on any device