Las amenazas de Trump a la soberanía de Canadá aplacan el independentismo de Quebec | Internacional | EL PAÍS


Donald Trump's threats against Canada's sovereignty have unexpectedly fostered unity across the country, significantly dampening Quebec's independence movement.
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El bastión francófono de Quebec tiene su propia representación en el Parlamento de Ottawa gracias al partido Bloque Quebequés (hay otro partido independentista, pero limitado a la provincia). Los sondeos reservan un discreto tercer lugar, muy descolgado, para el Bloque, que logró 33 escaños en los comicios de 2021. Pero de que Quebec desempeña un papel clave tanto en las elecciones como en el conflicto con EE UU dan buena muestra dos datos: es la segunda provincia con más asientos en el Parlamento canadiense (78), solo por detrás de Ontario (122), y el 73% de sus exportaciones tuvieron en 2024 como destino a EE UU.

Los esfuerzos de Trump por castigar la economía de Canadá han tenido el efecto nada sorprendente de unificar un país diverso en una causa común. Las encuestas revelan que una de las mayores explosiones de patriotismo se da en Quebec, una región que en el último medio siglo ha celebrado dos referendos de independencia. En el partido de hockey entre las selecciones de EE UU y Canadá disputado en febrero, los asistentes entonaron el himno nacional con pasión… aunque el encuentro se celebraba en Montreal, la principal ciudad de Quebec (luego el público abucheó convenientemente el estadounidense). Hay tiendas que venden bagels con los colores de la bandera, y en escaparates y estantes de los negocios conviven enseñas canadienses con la de la flor de lis, la quebequesa.

“Las amenazas del presidente Trump, tanto esta idea de convertir a Canadá en el 51º estado americano como la imposición de aranceles a los productos que Canadá exporta a EE UU, han cambiado completamente la dinámica de las elecciones. La pregunta en las urnas es claramente quién representa la mejor opción para gestionar la relación con Trump. En este contexto, el Bloque Quebequés y su líder, que obviamente no puede aspirar a convertirse en primer ministro de Canadá, quedan automáticamente marginados”, señala André Lecours, experto en nacionalismos de la Universidad de Ottawa. “También debe señalarse que el cambio de dirección en Estados Unidos plantea un problema estructural, en mi opinión importante, para el movimiento independentista de Quebec porque resulta mucho menos claro con quién podría comerciar si fuera independiente. En el último referéndum de 1995, la respuesta a esta pregunta fue Estados Unidos. Ahora, nada es menos seguro que eso”, añade.

La fractura provincial es un hecho, con divisiones crecientes en todo el país —también reivindicaciones de soberanismo económico en el oeste, rico en petróleo— y un dato curioso: la visión positiva de Quebec (confianza en la economía, las instituciones, las libertades, el futuro) frente al sentimiento más cenizo del resto del país. La amenaza arancelaria a los principales sectores económicos provinciales (acero, aluminio, silvicultura, manufactura) ha echado el freno al separatismo, como si todos fueran muy conscientes de que un Quebec independiente solo puede existir si existe Canadá.

En solo dos meses, entre diciembre y febrero, el porcentaje de quebequeses que se declaran orgullosos o muy orgullosos de ser canadienses ha aumentado 13 puntos, hasta el 58%. La tendencia preocupa al Bloque, al alza en intención de voto en otoño y hoy rezagado. A una semana de la votación final, este lunes, el Bloque tenía un apoyo del 25% en Quebec y entre el 5% y el 6% a escala nacional, lo que podría dejarle con la mitad de diputados en la próxima legislatura. “Si logra menos de 25 escaños, será una derrota, pero si queda por debajo de 20, una debacle”, apunta Guy Laforest, de la Universidad Laval, para quien “Quebec solo tiene una buena carta que jugar, la de Canadá”. El voto soberanista es, sobre todo, imprevisible: en las elecciones de 2011, pasó de tener 47 escaños a solo cuatro.

Una mano tendida

En Quebec, los liberales de Mark Carney están tratando de recuperar el terreno que perdieron en las dos últimas elecciones. Las crecientes simpatías hacia el actual primer ministro —pese a su discreto nivel para expresarse en francés, que en otras circunstancias habría sido un hándicap cuando no una desautorización— preocupan sobremanera al Bloque, que ha tendido una mano al líder liberal como estrategia para no perder votos de más, así como para tener las espaldas cubiertas ante lo que pueda pasar con EE UU.

Fundado en 1991, el Bloque Quebequés es un partido de la esfera federal que busca crear las condiciones para la independencia de esta provincia, aunque funge en la práctica como el defensor de los intereses quebequeses en el Parlamento de Ottawa. Su líder, Yves-François Blanchet, ha manifestado que está dispuesto a unir fuerzas con Carney para hacer frente a EE UU, siempre y cuando el premier liberal reconozca diversos elementos distintivos de Quebec. Blanchet se refiere, entre otros, a la defensa de la lengua francesa y de la laicidad —un punto fundamental del programa bloquista—, así como a la salvaguarda de la producción de aluminio y la gestión de la oferta en lácteos y productos avícolas.

No obstante, su oferta de colaboración quedó un tanto empañada esta semana por la polémica que provocó al afirmar que Canadá es “un país artificial”, un argumento clásico soberanista. “Formamos parte, nos guste o no, de un país artificial con muy poco sentido llamado Canadá”, dijo el viernes, un discurso claramente interno para la sangría de votos bloquistas hacia los liberales.

Las elecciones provinciales en Quebec están programadas para octubre de 2026. La agrupación independentista en ese nivel es el Partido Quebequés, que ha gobernado en distintos periodos desde su fundación en 1968 y convocó dos referendos secesionistas, en 1980 (el no se impuso con el 59%) y en 1995 (los federalistas ganaron con el 50,5%). Su líder, Paul Saint-Pierre Plamondon, afirmó en marzo que el proyecto independentista sigue teniendo cabida. Plamondon subrayó que los argumentos utilizados por Canadá para descartar convertirse en un Estado de EE UU se pueden aplicar igualmente al caso quebequés en relación con la federación canadiense.

Esa fecha de octubre de 2026 puede ser el periodo de gracia del que disponga Carney, presumible ganador de las elecciones generales, para apaciguar o al contrario alentar la pulsión separatista. “Será fundamental escuchar su discurso del trono [como se denomina la presentación oficial del programa de gobierno]. En las elecciones de 2015, 2019 y 2021 que ganó Justin Trudeau, no hubo ninguna mención al federalismo en Quebec”, explica Laforest. “A diferencia de Trudeau, cuyo modelo era el de un país posnacional fundado sobre una base multicultural [de la inmigración] y una relación especial con los pueblos indígenas, Carney se centrará en el concepto de nación fundada sobre sus herencias francesa y británica. Tiene 18 meses por delante para demostrar sus intenciones”, concluye el profesor de la Universidad Laval.

Mientras el aliento soberanista parece apaciguarse en el este del país, se alzan voces airadas en el oeste, pero no por una razón identitaria, sino puramente económica. “Hay mucho descontento en el oeste del país, principalmente en Alberta y Saskatchewan, con el Gobierno federal cuando lo forma el Partido Liberal. Hay una larga historia de alienación que está fuertemente ligada al control de los recursos naturales”, sobre todo el petróleo, explica Lecours, de la Universidad de Ottawa. “Este sentimiento de alienación está fuertemente influido por la política partidista, es decir, se considera que el Partido Liberal de Canadá es parcial y favorece a Quebec y Ontario, y que defiende políticas energéticas y ambientales que perjudican la economía de Alberta y Saskatchewan. Incluso hay un movimiento muy pequeño que favorece la independencia de Alberta o, en el contexto actual, su adhesión a Estados Unidos. Estas tensiones empeorarán si se forma un nuevo Gobierno liberal a nivel federal”.

El también liberal Jean Chrétien, primer ministro entre 1993 y 2003, declaró entre risas el pasado 17 de abril: “Donald Trump nos ha ayudado tanto a unir a nuestro país que voy a proponer que reciba la Orden de Canadá”. Los quebequeses también están mostrando un marcado empeño en este esfuerzo por estrechar lazos pancanadienses y hacer frente a la ofensiva de Washington. Pero la incógnita de esos promotores de la adhesión de Alberta, un fenómeno residual, pero que en un momento convulso como este puede arder como la yesca, puede deparar muchas sorpresas a un lado y otro de la frontera.

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