Leamos de nuevo ahora aquel manifiesto de los "buenos periodistas contra el fango"


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Key Figures and Events

The article centers on the conflict between Spanish Prime Minister Pedro Sánchez and the press, particularly concerning reporting on his wife, Begoña Gómez, and various corruption allegations involving his government. It highlights the role of a manifesto signed by prominent journalists defending Sánchez against accusations of spreading false information ('fango').

The Manifesto and its Signatories

The manifesto, published in April 2024, condemned the media's reporting on Sánchez as a politically motivated campaign of disinformation orchestrated by the right wing. Notable signatories included several influential journalists such as Silvia Intxaurrondo, Iñaki Gabilondo, and others. The author strongly criticizes the manifesto and its signatories for their perceived bias and alignment with a potentially corrupt government.

Accusations of Bias and Corruption

The author alleges that the signatories of the manifesto exhibited a clear bias, only investigating and reporting on issues that did not negatively impact the Socialist Party (PSOE). They are accused of defending a corrupt government and engaging in a cover-up. The article connects this to the broader context of ongoing investigations and scandals, implying a coordinated effort to discredit critical journalism.

The Author's Argument

The author argues that the manifesto represents a significant scandal in Spanish journalism, a blatant example of journalists abandoning their professional integrity to support the government. The author contrasts those who signed the manifesto with journalists who maintained their objectivity and continued to investigate potential corruption, regardless of political implications. The fall of Santos Cerdán is mentioned as a pivotal moment that exposes the extent of the alleged cover-up.

  • The author uses the term 'sanchismo' to refer to a perceived culture of corruption and political maneuvers under Sánchez's leadership.
  • Key controversies mentioned include those surrounding Ábalos, Armengol, and Delcy Rodriguez, among others.
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Pedro Sánchez pasó a la ofensiva abierta contra el periodismo cuando empezaron a publicarse informaciones sobre su mujer, Begoña Gómez, pero su relación con la profesión había sido siempre belicosa. Nunca le gustaron las noticias sobre José Luis Ábalos, Koldo García, Santos Cerdán o su propio hermano y los que lo contrataron (hoy refrendadas por la UCO o en procesos judiciales abiertos), ni las de Armengol y las mascarillas, o Delcy Rodríguez y las maletas, o Isabel Pardo de Vera y las mordidas, ni las de Ángel Víctor Torres, tal vez por judicializar.

Por no hablar de otras, posiblemente ciertas a tenor de las chabacanerías destapadas en el informe de la UCO, y que uno hubiera preferido tomar por bulos o cuanto menos exageraciones, no por el bien PSOE, sino por el del país. Me refiero a temas bananeros como las predicciones de Aldama que aún no se han cumplido, o las corrientes de aire de Marruecos, el voto por correo, las saunas del suegro y el proceso de primarias en el PSOE. De la tesis con que se doctoró Sánchez, mejor ni hablar.

Nótese que la mayor parte de los procesos judiciales abiertos para el sanchismo se iniciaron con noticias de prensa. Fabulosos periodistas fueron tirando de hilos de apariencia esdrújula mientras muchos de sus compañeros los miraban por encima del hombro. "Denuncia de un grupo ultra hecha con recortes de prensa", decían a coro, como si estos dignos hicieran otra cosa que recortes de prensa.

Al reguero de noticias, el Gobierno lo tildó “fango” y “bulos” y casi nada aparecía en medios de órbita socialdemócrata. Ningún prurito acosó a sus redacciones, ninguna curiosidad, salvo para desmentirlo todo con copia-pegas de gabinete y canutazos en los pasillos del Congreso. Cierto que hubo algunos bulos y cagadas, pero la todavía incipiente sincronizada hizo algo peor que equivocarse. Desacreditó la verdad que hoy nos aplasta, cogió la parte por el todo y aplicó esta regla tan sencilla: si deja mal al PSOE, ha de ser falso.

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En El País y LaSer, Idafe Martín se enfrentaba a estas noticias con los ladridos estridentes del pequinés de una señora enjoyada, y se refería al conjunto de periódicos que informaban como la “fachosfera”. Llamaba a The Objective “contenedor amarillo” o “the ojete”, a VozPópuli “contenedor verde”, a El Debate "mierda" y no le temblaba el pulso para ladrar a los investigadores de El Confidencial, El Mundo o el Abc o contra radiofonistas como Carlos Alsina, a quien profesaba una manía particular. Terminaría en la Secretaría de Estado de Comunicación de Moncloa y cobrando un sueldo de dinero público como premio a sus vituperios, junto a Daniel Bernabé.

Menciono a Idafe y su ascenso para recalcar algo: la actitud de Pedro Sánchez con el periodismo ya era muy tensa antes de las elecciones anticipadas del verano, cuando Idafe tuvo en LaSer una tostonera sección sobre “buen y mal periodismo”. Sánchez no solo no concedía entrevistas a quien le apretaba las tuercas, vicio habitual en los presidentes, sino que señalaba veladamente a comunicadores como Pablo Motos o Ana Rosa Quintana, quienes según él trabajaban para el PP.

Y contaba con un verdadero ejército de activistas en las redacciones, las tertulias y las redes sociales, supimos poco a poco que pagados, para que las acusaciones más o menos sutiles de Moncloa adquirieran luego la apariencia de listas negras. Ketty Garat puede hablar de esto tanto como José María Olmo.

La dialéctica en la que el PSOE planteó su campaña electoral veraniega fue: un gobierno honrado y progresista trata de mejorar España, pero la caterva de pseudomedios de ultraderecha hablan de “sanchismo” y utilizan “la máquina del fango”. Era "Sánchez vs. el periodismo", como más adelante sería "Sánchez vs. los jueces" o "Sánchez vs. la UCO". En esa campaña electoral, por cierto, Leire Díez estaba trabajando en Correos y la trama criminal descrita por la guardia civil operaba a pleno rendimiento.

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Sin embargo, como decía al inicio, para este culturista del ego llamado Sánchez, las informaciones sobre su mujer marcaron la diferencia. Cuando la prensa empezó a dar a conocer la actividad de Begoña Gómez, el presidente enloqueció. Dijo necesitar cinco días de reflexión y su opereta lo cambió todo. Fue entonces cuando un grupo de periodistas firmaron un manifiesto contra el “fango” y los “bulos”. Tomaron partido abiertamente por el Partido y contra su profesión, y lo hicieron en nombre de la profesión. Estoy de acuerdo con Rubén Arranz: aquello quedará, tal vez, como el mayor escándalo sucedido a la sombra del sanchismo.

El manifiesto decía así:

“El ataque de la ultraderecha mediática y judicial contra la esposa del presidente del Gobierno es un nuevo intento de subvertir la voluntad popular expresada en las urnas mediante medios ilícitos. La campaña de bulos, falsedades y acoso contra los miembros de los dos últimos gobiernos de coalición y otras fuerzas progresistas e independentistas, coordinada y financiada por la derecha política, mediática, empresarial y judicial, atenta contra las bases mismas de la democracia parlamentaria, y deja inerme al Estado de derecho. Las y los periodistas abajo firmantes invitamos a la sociedad civil a sumarse a este manifiesto y a movilizarse en las redes sociales y en las calles contra este atropello antidemocrático. Los gobiernos se eligen y se cambian en las urnas y en el Parlamento. No al golpismo judicial y mediático. No a la máquina del fango”.

Firmaban la “espontánea” homilía gubernamental, entre otros, Silvia Intxaurrondo, Iñaki Gabilondo, Miguel Mora, Rosa María Artal, Mónica Andrade, Virginia Pérez Alonso, Vanesa Jiménez, Maruja Torres, Gerardo Tecé, Juan Tortosa, Manuel Rivas, Antón Losada, Ana Pardo de Vera, Manuel Sánchez, Rosa Villacastin, Jesús Maraña, Javier Gallego, Magda Bandera, Cristina Fallarás o Marisa Kohan (estas últimas, por cierto, algunas de las más activas promotoras del “yo sí te creo, hermana”).

Opinión

Cuando se publicó este manifiesto, el 26 de abril de 2024, hacía poco más de un mes que el Fiscal General del Estado había filtrado presuntamente la comunicación entre el abogado del novio de Ayuso y la fiscalía con la excusa de escribir una nota de prensa para luchar contra un bulo. Efectivamente, se había publicado uno, pergeñado por Miguel Ángel Rodríguez, sobre un pacto frustrado del novio de Ayuso y la fiscalía. Luego García Ortiz borró sus teléfonos y a muchos profesionales eso no les parece sospechoso.

En el caso del bulo de MAR, los periodistas del manifiesto y aquellos a los que estos tildaban de “pseudoperiodistas” estuvieron de acuerdo: el PP había intoxicado informativamente. Y yo pensé que esta es exactamente la diferencia entre los que firmaron ese engendro y los que no. Los primeros solo están dispuestos a investigar si favorece al socialismo. Los segundos, mientras tanto, se dedicaban a informar, a fiscalizar, caiga quien caiga.

Mi homenaje hoy para todos esos periodistas acusados por el manifiesto de un crimen tan terrible como hacer buen periodismo, mientras los firmantes se alineaban con un gobierno corrupto y un presidente de opereta. Ahora que la caída de Santos Cerdán hace caer las fichas de dominó, y se conoce el burdo intento de fontanería para reventar la UCO, esa lista de nombres ilustres debería llamar, puerta por puerta, por las redacciones, y rogar el perdón de sus compañeros.

Pedro Sánchez pasó a la ofensiva abierta contra el periodismo cuando empezaron a publicarse informaciones sobre su mujer, Begoña Gómez, pero su relación con la profesión había sido siempre belicosa. Nunca le gustaron las noticias sobre José Luis Ábalos, Koldo García, Santos Cerdán o su propio hermano y los que lo contrataron (hoy refrendadas por la UCO o en procesos judiciales abiertos), ni las de Armengol y las mascarillas, o Delcy Rodríguez y las maletas, o Isabel Pardo de Vera y las mordidas, ni las de Ángel Víctor Torres, tal vez por judicializar.

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