This article explores the complex relationship between artists, particularly filmmakers, and the political landscape in Spain. It highlights a deterioration in this relationship, fueled by perceptions of artists' alignment with specific political parties. The author notes a shift from a previous era where progressive citizens stood with artists against repressive politics to a current situation where artists are often perceived as aligned with those in power.
A pivotal point discussed is the negative impact of associating artists with specific political figures or movements, using the example of the “ceja” (eyebrow) gesture associated with former Prime Minister Zapatero. This, the author contends, damaged the image of artists, leading to accusations of dependence on government funding and a loss of public trust.
The author discusses the Spanish Transition from dictatorship to democracy, arguing that it was a significant achievement despite initial difficulties. The current tendency to negate this transition, often with an ideological overlay, is criticized.
The article concludes by highlighting the current challenging climate, where the government's treatment of filmmakers is seen as antagonistic. The author observes a parallel with the Franco era, expressing concern over a renewed polarization, yet maintaining hope for a resolution through political dialogue rather than conflict.
Se ha desmejorado la relación entre gobernantes y creadores. En el cine, sí; pero también se ha desmejorado la relación de los ciudadanos con los políticos. Lo malo es que la ciudadanía más progresista colocó a los creadores en connivencia con los políticos, una visión equivocada.
¿Cómo ve la sociedad a los creadores? Como bohemios sin grandes necesidades o como ricos con cochazos. Entre unos y otros están los creadores medios, que son los que de verdad hacen la creación... Se ha roto una especie de consenso que había entre la gente más progresista y la creación. En la época de la censura la gente estaba con los creadores en contra de la política represiva, ahora parece que nos colocan al lado de los políticos. Es un error, pero aquel pacto de la Transición se rompió.
¿Con qué consecuencias? Con consecuencias malas. Quizá ahora esté variando otra vez. Lo de la ceja hizo muchísimo daño; la derecha siempre vio el cine como algo contrario a sus ideas y una parte de las redes sociales lo colocó con los de la ceja. Se produjo un efecto tenaza pero me parece que va desapareciendo.
Aquí se identifica el trabajo del creador con sus ideas políticas. no tiene por qué ser así”
Fue para apoyar a Zapatero. ¿Usted pregonaría la neutralidad del creador o el compromiso? La gente es libre de elegir sus opciones. Pero en EE UU hay más radicalidad en los cineastas y no arremeten contra sus películas. Aquí se identifica el trabajo creador con sus ideas políticas. No tiene por qué ser así.
¿Qué peligro entraña la dicotomía viejo/nuevo? Es malo cuando se reviste de ideología. La revisión de la Transición ya la hicieron los mismos políticos de la Transición; fueron muy duros unos con otros. Ahora, este obligado relevo niega la Transición. La Transición no fue una conspiración para que todo siguiera igual; no fue de un día para otro, se fraguó mucho antes de que llegara la verdadera Transición. Con mucho esfuerzo.
¿Qué se consiguió con ese esfuerzo? Aumentó la autoestima. Descubrimos que éramos capaces de convivir y cumplimos un viejo sueño orteguiano: la normalidad europea. Empezó muy mal, con terrorismo, con presión militar. Terminó con una Constitución democrática. No la trajeron oscuras fuerzas del capitalismo, ni un pacto entre la CIA y la monarquía... La trajo el esfuerzo de la gente.
Volvamos a la ceja. ¿Por qué fue tan mala? Fue un invento nefasto. Quedó en el imaginario como imagen de un momento. El zapaterismo se desplomó y arrastró consigo mucha visión del mundo. Se nos identificó como dependientes del poder, en busca de subvenciones. No era así, pero se identificó por un gesto.
¿El 21% de Montoro fue consecuencia de la ceja? Las tornas se volvieron y ahora es al contrario de lo que pasó con Zapatero: el poder persigue a los cineastas, pero para mal. Me cuesta creer que un Gobierno persiga conscientemente a sus creadores, pero lo hacen como así fuera. ‘Gobiernan como si conspirasen’, que diría aquel... Antes pedíamos que no se nos tratara como a las frutas o como a las verduras; ahora pedimos que nos traten como a los tomates.
¿Ve más difícil la convivencia que cuando acabó el franquismo? Cuando hay una salida política, el desacuerdo no tiene por qué degenerar en cainismo. Franco nos quiso dividir en buenos y malos. No hay españoles malos y españoles buenos, todos tienen los mismos derechos.
Y también habrá españoles regulares... ¡Ja ja ja! ¡Aunque ya no exista el Tercio de Regulares!
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