The article highlights the disproportionate impact of rising rental costs in Bilbao, Spain, particularly on low-income neighborhoods. While rent has increased across all neighborhoods, poorer areas like Otxarkoaga and Uretamendi see residents dedicating over 30% of their income to rent—significantly higher than the recommended 30% threshold for financial sustainability. Conversely, wealthier areas like Abando and Indautxu, with higher rents, see residents allocating a smaller percentage of their income.
The socio-economic disparity is exacerbated, leading to increased homelessness and widening the gap between rich and poor.
Sociologists highlight the evolving role of housing as a key factor in poverty. The crisis is not simply about rental costs; it affects access to essential services like electricity and heating. While some believe prices will eventually stabilize, the disparities between wealthy and poor neighborhoods are expected to persist.
Que el alquiler está caro en Bilbao no es ninguna sorpresa. En la última década el precio se ha disparado por encima de los 930 euros en la ciudad. Lo dicen los expertos, pero también las estadísticas. La caída de la oferta frente a la alta demanda ha hecho estallar una crisis residencial que afecta incluso a las familias de clase media, aquellas que antes podían acceder al domicilio libre y ahora luchan por conseguir una VPO. La vivienda está «aflorando» situaciones de mayor pobreza, dice el sociólogo Arkaitz Fullaondo. «Las clases altas no están sufriendo este auge de precios, sino los jóvenes que no pueden emanciparse o a las familias que viven en situaciones de precariedad», alerta.
Lo que confirman los datos es que la crisis habitacional que sacude el territorio no entiende de barrios. El precio del alquiler ha subido en todos sin importar el poder adquisitivo que tengan las familias que allí residen. En Abando, el barrio más rico de la capital, con una renta familiar neta por encima de los 70.000 euros, los pisos se han encarecido un 17% en ocho años. Mientras tanto, en Otxarkoaga, donde los ingresos descienden hasta los 24.650 euros y casi la mitad proviene de ayudas sociales, los arrendamientos cuestan un 36% más que en 2016. La diferencia de precio entre un barrio y otro –1.065 euros frente a 739– sigue siendo considerable, pero el cerco se estrecha.
Uno de los indicadores que refleja con mayor claridad la dificultad que tienen las familias para acceder a un piso en el mercado libre es la tasa de esfuerzo. Esto es, el porcentaje de ingresos que las unidades convivenciales destinan a la vivienda. Los expertos en sostenibilidad financiera sostienen que los hogares no deberían dirigir más del 30% de su sueldo a la mensualidad para vivir de forma holgada. Esta es una de las variables que también utiliza el Gobierno vasco para determinar si un municipio o barrio cumple o no con las condiciones para ser declarado zona tensionada.
En los barrios más pobres, Otxarkoaga y Uretamendi (el Gobierno vasco no dispone de datos sobre los contratos firmados por año en Iturrigorri-Peñascal) las familias destinan más dinero de lo recomendado al pago del alquiler. El cálculo se realiza cruzando los datos de la renta y los alquileres anuales a fecha de 2023, último dato a cierre de año que dispone el Gobierno vasco. No se ha tenido en cuenta el gasto adicional de los suministros, lo que elevará aún más el porcentaje de esfuerzo. En Otxarkoaga, el 36% de los sueldos se va al alquiler y en Uretamendi el 32%.Los vecinos se han empobrecido porque el precio de la vivienda ha crecido a mayor ritmo que los ingresos. Asimismo, en otras zonas de rentas bajas como Zabala o San Francisco, con alquileres entre 775 y 744 respectivamente, los vecinos también destinan más del 30% de los sueldos. «La pobreza siempre se ha asociado al acceso al mercado laboral, pero la vivienda se está convirtiendo en un factor determinante. No solo es el pago de la renta, sino que a las familias les puedan cortar la luz o que no puedan poner la calefacción en invierno», lamenta el sociólogo.
Mientras tanto, los barrios de Abando e Indautxu afrontan los incrementos con mayor holgura. En estas dos zonas los pisos están por encima de los 1.100 euros en 2024, pero las familias apenas dirigen el 20% de los ingresos a la mensualidad. Esta baja tasa de esfuerzo es lo que podría llevar al Ayuntamiento a excluir ambos vecindarios de la declaración de zonas tensionadas, una medida que prevé que entre en vigor en julio.
El sociólogo y profesor de la UPV,Enrique Antolín, mantiene que no existe una correlación directa entre el esfuerzo del pago del alquiler y un barrio en concreto. Asegura que hay otras variables que determinan este hecho, como «la llegada de población migrante, la localización o el porcentaje del parque residencial que se destina al alquiler». Los ciudadanos que vienen de otros países en busca de hogar se fijan en los barrios más baratos, lo que «tensa» la oferta y hace que los precios suban. «La crisis de la vivienda está aumentando el sinhogarismo y ensanchando la diferencia entre los pobres y los ricos, lo que genera desigualdad», advierte Fullaondo.
Más allá del análisis sociológico, hay otro motivo que impulsa el precio. Y es que «cada vez hay más particulares que deciden invertir su dinero en la compra de un piso en alguno de estos barrios para ponerlo en alquiler». La vicepresidenta de los APIs en Bizkaia, Ana Acasuso, subraya que la inversión «en pisos baratos es mucho más rentable». «Mucha gente se ha dado cuenta que el ladrillo es un bien seguro. Un piso por menos de 850 euros vuela», alude.
¿Hasta cuándo seguirán subiendo los precios? Acasuso mantiene que «llegará el momento en el que se estabilicen». Añade que las diferencias entre los barrios más ricos y los más pobres «seguirán existiendo». «Los inmigrantes con menos recursos buscan habitaciones como solución al no encontrar un domicilio que se adapte a sus necesidades», se duele la gerente de En Casa de Ana.
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