Los cardenales debaten sobre los problemas financieros y la “herida de la polarización” en la Iglesia de cara al cónclave de la próxima semana | Internacional | EL PAÍS


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Financial Troubles

The Vatican's 83.5 million euro deficit in 2023 and declining donations were key concerns discussed by the cardinals.

Polarization within the Church

The cardinals acknowledged the significant internal division within the Church as a major issue impacting the upcoming conclave. Veteran Vatican journalist Marco Politi called this conclave the most dramatic in 50 years, describing a climate of conflict unprecedented since Vatican II.

Synodality and Traditionalism

The challenges of overcoming polarization through the synodal process, a topic of contention between traditionalists and reformers, was also addressed. Traditionalists view it as a dangerous democratization of the Church.

Candidates and the Conclave

While a lengthy list of potential papal candidates exists, including prominent figures like Pietro Parolin and Matteo Zuppi, there's a lack of strong alliances among them, indicating the complexity of the process. The cardinals' open communication style in this conclave distinguishes it from previous ones, highlighting increased transparency.

Past and Present Papal Issues

The article contrasts the priorities of previous conclaves: stability under Benedict XVI (2005) and reform under Francis (2013). The current sentiment appears to favor continuing Francis' path while addressing excesses and restoring balance.

Financial Management and Reforms

The article emphasizes the ongoing financial problems, noting past failures that contributed to Benedict XVI's resignation and the need for the next Pope to make crucial decisions. Cardinals from various economic positions within the Vatican discussed these issues. The ongoing struggle for equal pay, with Vatican lay workers' salaries frozen since 2008, also demonstrates persistent financial challenges.

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Ya están en Roma 124 de los 133 cardenales que entrarán en el cónclave el 7 de mayo ―se confirman dos ausencias por motivos de salud, y todo apunta a que son el español Antonio Cañizares y el keniano John Njue―, y las discusiones de las congregaciones generales, las decisivas asambleas preparatorias del cónclave, entran por fin en los debates cruciales. El primer gran tema que han abordado los cardenales este miércoles, tras los tanteos de la semana pasada, es revelador de lo que más les preocupa, al margen de cuestiones doctrinales: los dineros. Con razón, porque en 2023 el Vaticano tuvo un déficit de 83,5 millones de euros y los ingresos y donaciones no paran de caer. Según ha informado el director de la sala de prensa del Vaticano, Matteo Bruni, los cardenales han dedicado a este tema media mañana, con intervenciones explicativas de los cuatro purpurados con puestos de responsabilidad en ese ámbito.

El segundo problema abordado es más espiritual y ya solo la admisión pública de que existe lo hace aún más relevante: “Se ha citado como una herida el tema de la polarización en la Iglesia y la sociedad”, dijo Bruni. Es decir, la clara división interna, a veces muy virulenta, que ha marcado estos 12 años de pontificado de Jorge Mario Bergoglio se ha impuesto ya como gran tema en el debate de los cardenales. Porque un cónclave es en realidad la búsqueda de la unidad y de una síntesis en un papa. “Este es el cónclave más dramático de los últimos 50 años, llega después de 10 años de guerra civil, ni después del Concilio Vaticano II [1962-1965] había este clima de choque”, resume Marco Politi, veterano vaticanista italiano, en una conversación con periodistas extranjeros.

Además, los cardenales hablaron luego de cómo “superar la polarización” mediante una adecuada forma de discusión interna en la Iglesia, que casi lo complica aún más porque es otro de los temas más conflictivos estos años: la sinodalidad. Se trata del gran proceso asambleario impulsado por Francisco, con participación de laicos y mujeres, que el sector más tradicional desdeña como una fatal democratización de la Iglesia y quiere diferenciar de la colegialidad, el gobierno del Papa con los obispos. Se habló de la “unidad” de ambos conceptos “como una corresponsabilidad diferente para superar la polarización en la Iglesia”, todo un debate, árido para no iniciados.

Un cardenal africano sale de la asamblea de cardenales celebrada este miércoles por la mañana en el Vaticano.ANGELO CARCONI (EFE)

En estos días cruciales previos al cónclave esta es la mecánica de trabajo: se debaten los grandes problemas, se escuchan críticas y soluciones, para que surja de la discusión el borrador de un programa, generalmente más de uno, y de ese modo buscar quién sería la persona más adecuada para llevarlo a cabo. Así surgen los candidatos, mientras la lista de papables en la prensa italiana sigue siendo amplia y confusa, con la ya crónica sobrerrepresentación italiana: Pietro Parolin, de quien se escribe que ya tiene entre 40 y 50 votos, pero que quizá no basten; y luego Matteo Zuppi; el húngaro Peter Erdo; el italiano Pierbattista Pizzaballa; el maltés Mario Grech; el francés Jean-Marc Aveline; por sorpresa, el español Cristóbal López, arzobispo de Rabat; Fernando Filoni, otro italiano… El problema no es tanto la falta de candidatos como que incluso hay demasiados, las corrientes están atomizadas y desorientadas, aún no ha habido grandes confluencias en nombres. Pero es cuestión de pocos días.

En 2005, con Benedicto se buscaba estabilidad, rigor y seguridad. En 2013, una Iglesia más enérgica, reformas y limpieza. Tras el vendaval de Bergoglio, parece haber una corriente mayoritaria que desea seguir su camino, pero con corrección de excesos y restableciendo algunos equilibrios rotos. De ahí la necesidad de hablar con franqueza. Y si hay algo novedoso en este cónclave respecto a los dos últimos es que los cardenales están hablando mucho, dan entrevistas, hacen declaraciones, no se oculta tanto lo que se piensa y lo que está pasando. En 2005 Ratzinger, como decano de los cardenales, prohibió hablar con la prensa casi desde el primer día. Y en 2013 se siguió el ejemplo. Esta vez, de momento, hay vía libre.

Curiosamente, en este clima se ha hablado muy poco del que en realidad ha sido el primer gran tema de debate: las precarias finanzas y la mejorable gestión económica de la Santa Sede, cuando son un problema de primer orden. Al preguntar estos días a algunos prelados por los temas en el aire, se podían esperar cavilaciones doctrinales y sociales, pero uno de los primeros que citaban siempre era este. La verdad es que ya lo fue en 2013, era uno de esos laberintos kafkianos irresolubles que acabaron por abocar a Benedicto XVI a la dimisión y que Francisco estaba llamado a resolver. Pero es uno de esos grandes asuntos sobre los que también hay críticas al difunto Pontífice y sobre los que el próximo papa tendrá que tomar decisiones.

Este miércoles han intervenido el cardenal Reinhard Marx, coordinador del Consejo para la Economía, que “ha presentado algunos desafíos, problemas, propuestas, en la perspectiva de la sostenibilidad, con el objetivo de que las estructuras económicas sigan sosteniendo la misión del papado”. Bien leído, es una frase alarmante. Francisco limpió corruptelas, ordenó cuentas, quitó privilegios e impuso austeridad, arrebató el control de la caja y las cuentas a la secretaría de Estado. Hay quienes piensan que debería volver allí, dentro de una cierta restauración del poder de la Curia. Luego habló el cardenal estadounidense Kevin Farrell, presidente del Comité de Inversiones; el cardenal austriaco Christoph Schönborn, presidente de la Comisión de Vigilancia del IOR, el banco vaticano famoso por sus escándalos en el pasado, ya bastante saneado. Después, el cardenal español Fernando Vérgez, presidente emérito de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano, un detalle revelador de una disfunción pendiente de evolución: Vérgez es eso, emérito, porque desde marzo hay una presidenta, la monja Raffaella Petrini, pero por no ser cardenal no puede participar en la asamblea. Ha sido uno de los cambios importantes de Francisco, una mujer como alcaldesa del Vaticano, pero con difícil encaje en los esquemas de la Santa Sede. Por último, habló de las obras de caridad el cardenal Konrad Krajewski, Limosnero Apostólico.

Que la economía fue el tema del día quedó definitivamente claro cuando la Asociación de Dependientes Laicos del Vaticano hizo un comunicado reivindicativo recordando que tienen los salarios congelados desde 2008, un rasgo terrenal bastante común al resto de los mortales.

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