En 2008, un pescador que se encontraba faenando a 25 kilómetros de la costa occidental de Taiwán, en el canal Penghu, rescató de entre sus redes un extraño objeto que parecía tener unos enormes dientes. Podía tratarse, como luego se confirmó, de restos humanos antiguos ... , pues aquel terreno, ahora sumergido por el mar, hace miles de años era tierra firme donde la vida terrestre florecía. Consciente de la rareza, el pescador vendió el fósil a una tienda de antigüedades local, donde un coleccionista lo acabó rescatando y este, a su vez, la entregó al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Taiwán.
En 2015 un equipo internacional de investigadores reparó en la pieza, bautizada como Penghu 1, y descubrió que aquella mandíbula, aunque más robusta y corta de lo habitual, con grandes molares y premolares, perteneció a un homínido. Además, datados en el Pleistoceno (hace entre 2,6 millones de años y 11.700 años), eran los restos más antiguos encontrados hasta la fecha en Taiwán. Ya entonces se barajó la posibilidad de que pudieran pertenecer a un antepasado anterior al homo sapiens o incluso a otra especie distinta. Ahora, un estudio publicado en 'Science' revela el misterio: en efecto, aquel hueso fue de un denisovano, el misterioso linaje del que, hasta ahora, solo se habían hallado restos contrastados mucho más al norte.
Hace más de 50.000 años, nosotros, homo sapiens, coexistimos (e incluso nos cruzamos) con dos especies distintas a la nuestra: neandertales y denisovanos. Ambos linajes, ahora extintos (aunque han dejado su impronta en nuestro genoma), tenían un cuerpo más más robusto que el nuestro, poseían una frente inclinada y una gran pelvis. Los segundos, además, tenían un cráneo especialmente ancho y un gran arco dental, único entre los homínidos. El problema a la hora de reconocer los restos de los denisovanos es que los fósiles de esta especie que han podido ser inequívocamente identificados están muy fragmentados y solo en dos yacimientos del norte de Asia (concretamente una falange de una niña en Siberia, en la cueva de Denisova; y otra mandíbula en Xiahe, en la meseta tibetana).
En los últimos años se han hallado por toda Asia muchos restos candidatos a pertecener a este esquivo linaje. Esto encajaría con el hecho de que las personas actuales que viven del este asiático y más concretamente en el sureste, poseen elementos genómicos derivados de los denisovanos, lo que es una prueba de que ambas especies se cruzaron hace miles de años en la región.
Es por ello que desde el estudio de 2015, esta pieza ha intrigado a los expertos: diferentes investigaciones han analizado sus características morfológicas, con rasgos arcaicos que podrían ser denisovanos, pero que no concordaban al 100% con ninguna de las especies antiguas conocidas; se ha intentado también extraer ADN del fósil, pero los intentos han sido en vano. Ahora, este nuevo equipo formado por investigadores de Dinamarca, Japón y Taiwán ha conseguido secuenciar sus proteínas óseas, identificándolo inequívocamente.
Mediante análisis proteómicos antiguos, el equipo extrajo proteínas del hueso y el esmalte dental del fósil y recuperó un total de 4.241 residuos de aminoácidos, dos de los cuales eran variantes proteicas específicas de los denisovanos. Algo así como una 'huella denisovana' indiscutible. Según los autores, estas variantes son poco frecuentes en las poblaciones humanas modernas, pero presentan «una mayor frecuencia en regiones asociadas con la introgresión genética (movimiento de genes de una especie a otra) de los denisovanos». Además pudo certificar que se trata de un especímen varón que vivió en el Pleistoceno, una época que comenzó hace 2,6 millones de años y terminó hace unos 11.700 años.
Las implicaciones del descubrimiento van más allá de ampliar el registro de fósiles inequívocamente denisovanos: la localización del hallazgo señala «evidencia molecular directa de que ocuparon diversos climas, desde las frías montañas siberianas hasta las cálidas y húmedas latitudes subtropicales de Taiwán, y ofrecen nuevos conocimientos morfológicos sobre este enigmático linaje de homínidos», indican los autores.
Por otro lado, el análisis morfológico de los restos de Penghu 1 revela que la estructura mandibular robusta con molares grandes es semejante a los rasgos observados en el espécimen denisovano tibetano, «lo que sugiere que estos rasgos eran característicos del linaje y quizás específicos del sexo».
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