María Jesús Montero y Vinícius, semejanzas


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María Jesús Montero's Political Trajectory

The article critically examines the political career of María Jesús Montero, focusing on her perceived overacting, inconsistent statements, and the negative impact on her image. It details her efforts to revitalize the PSOE in Andalusia, which haven't yielded the expected results.

Public Perception and Criticism

Montero's image is portrayed as negatively affecting her political standing, with her controversial statements and lack of rigor leading to public mockery. Her attempts to shake up the PSOE in Andalusia have seemingly backfired. Her recent apologies and comments on the presumption of innocence and university education further exacerbated the situation.

Comparison with Vinicius

The author draws a comparison between the criticism faced by Montero and that received by Vinicius Junior, a Real Madrid player. While racism is acknowledged, the author suggests the criticism towards both figures stems partly from their perceived actions and perceived lack of judgment.

Andalusian Political Landscape

The article suggests that the long-standing political dominance of the PSOE in Andalusia has shifted, with Juanma Moreno, a conservative leader, gaining popularity due to a conciliatory approach. This contrasts with Montero's perceived aggressive strategy.

Montero's use of Andaluz Accent as a Political Strategy

Finally, the author notes Montero's use of the Andaluz accent as a political strategy to highlight alleged discrimination. This is contrasted with the author's view that criticism towards Montero is not based on her accent but rather on her manner of expression and her political approach.

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María Jesús Montero es una política sobreactuada. Desde que comenzó su carrera política ha sido así, y eso que se inició en la escalada de puestos de designación política casi directamente desde la Facultad de Medicina, primero en los hospitales y luego, directamente, en los sucesivos gobiernos de Andalucía al principio del milenio. Sobreactuada y marrullera, con un concepto de la verdad tan laxo que es capaz de decir una cosa y la contraria, con el mismo convencimiento. Valores y principios intercambiables, cada vez que lo aconsejen las necesidades políticas, porque en el desahogo va incluida la inmediata arremetida contra la derecha, pararrayos de todo lo suyo. Era del todo normal, por lo tanto, que en su nueva etapa andaluza haya intentado zamarrear las estructuras mohosas del PSOE de Andalucía, anquilosado tras cuatro décadas de hegemonía, con una concatenación de discursos mitineros, como de último día de una campaña electoral. Pero ha comenzado a dar signos evidentes de saturación, lo que, unido a la sobreactuación, provoca el resultado desolador de un esperpento.

En política no hay nada más corrosivo que una imagen negativa que se fija en los ciudadanos, y la vicepresidenta del Gobierno corre el riesgo de que cada vez se tomen más a mofa sus discursos, por la falta de rigor y los excesos que luego se ve obligada a corregir. Por esa condición suya, que puede resultar incompatible, de altísima representante del Gobierno de un país -hoy mismo está de presidenta en funciones de España- y de candidata agitadora de una comunidad autónoma, en la que hace de oposición.

Esta impresión de sobrecarga, de futilidad, no se ciñe, en todo caso, al análisis político, como el anterior, sino que se proyecta, además, en las propias encuestas que se han ido haciendo desde su llegada. La ‘revolución’ que se esperaba con María Jesús Montero no se ha producido, ni siquiera un leve estallido, un repunte esperanzador de las expectativas del PSOE. “¡Moreno Bonilla, se te acabó el vivir de las rentas!”, dijo enfática la nueva candidata de los socialistas andaluces cuando fue elegida en un congreso regional. Pero, de momento, se está desgastando más ella que su adversario.

Si tenemos en cuenta que en enero fue proclamada, sin rival, como vencedora de las elecciones primarias, ya ha pasado un trimestre desde su irrupción andaluza. Y nada… César Calderón, miniaturista de los estudios demoscópicos, sostiene con ironía que con María Jesús Montero se ha quebrado el principio de que “a candidato nuevo, subida asegurada en las encuestas”. La gráfica electoral de Andalucía sigue igual, salvo subidas o bajadas inapreciables de algunas décimas, pero sin que se altere la correlación de fuerzas que sigue manteniendo al Partido Popular dentro de la mayoría absoluta en el Parlamento andaluz.

Opinión

Si los socialistas andaluces tuviesen un instante de sosiego y pudieran mirar hacia atrás, hacia su propia experiencia, comprobarían que quizá el factor político más determinante de esta comunidad es que un presidente conservador se ha asentado sobre el tejido sociológico andaluz que durante tantos años mantuvo fidelidad hacia el Partido Socialista. El centro izquierda moderado, que se identificaba con la socialdemocracia que proclamaba el Partido Socialista, ha ido girando hacia el centro y centro derecha, que es donde se encuentra en la actualidad la mayoría de la sociedad andaluza y toda esa franja se ve representada por la forma de hacer política de Juanma Moreno. Al menos, hasta ahora.

Los populares lo saben bien y la primera instrucción que se ha aplicado a sí mismo el presidente andaluz es la de no caer en ninguna de las provocaciones que le lanza la vicepresidenta Montero, porque lo que dicen sus encuestas es que cuando se presenta ante los ciudadanos como un político conciliador y dialogante, las encuestas andaluzas le aplauden. Y que sucede todo lo contrario cuando se sube a un atril con un discurso agresivo, amenazante, insultón. Si eso es así, ya tenemos la explicación de que María Jesús Montero no remonte y de que hayan comenzado a surgir dudas y preocupaciones sobre su saturación y las polémicas sucesivas en las que se ve envuelta. Afirmar, como hizo, que la presunción de inocencia no puede estar por encima de la denuncia de una mujer y tener que pedir disculpas después, con la boca pequeña, la dejó muy tocada y la siguiente boutade, esa de despreciar a los médicos que salen de universidades privadas, como si hubieran comprado el título en un McAuto, ha acabado de machacarla. Se decía al principio que pocos líderes políticos se reponen de una mala impresión generalizada, de una imagen negativa prefijada. Una de las más demoledoras es la de un ‘viva la vida’, como se dice popularmente, carente de todo rigor, sólo con ganas de crispación follonera.

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Quizá para sobreponerse a las torceduras de su candidatura, el último ardid al que ha recurrido María Jesús Montero, aunque no es la primera vez, es a la ofensa por su acento andaluz. Como está con aceleración de campaña electoral, ha llegado más lejos que nunca. Esta vez ha dicho que las mujeres andaluzas son las que más sufren esa discriminación y se ha puesto de ejemplo; se ha puesto de ejemplo de discriminación alguien que es vicepresidenta primera del Gobierno. En fin… Como en otras ocasiones, no es verdad que el acento andaluz sea objeto de discriminación, aunque persistan complejos y tópicos en la sociedad española que se remontan a Elio Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática española, en 1492, antes que la inglesa.

Un contemporáneo, Juan de Valdés, natural de Cuenca, escribió ‘ Diálogo de la lengua’ para criticar a Nebrija, del que dijo que la lengua que usaba “no era muy pura” por ser andaluza. Es decir, que los tópicos y la desconsideración del habla andaluza existen, pero ni son determinantes en el desarrollo profesional de cualquier andaluz ni motivo de chufla.

Cuando se mofan de María Jesús Montero no es tanto por su forma de hablar, por su fonética, sino por su forma de expresarse, que es muy distinto. Sólo tiene que mirar a su alrededor y comprobar, por ejemplo, como nadie ha criticado nunca a Carmen Calvo por su forma de hablar. Ni a Felipe González, aunque la vicepresidenta dirá que se trata de un hombre, con lo que el ejemplo no vale. Es algo parecido a lo que sucede periódicamente con Vinicius, el jugador del Real Madrid. ¿Es cierto que existe el racismo? Por supuesto, pero a Vinícius no le pitan por negro en los estadios sino por bobo y por provocador. Pues eso.

María Jesús Montero es una política sobreactuada. Desde que comenzó su carrera política ha sido así, y eso que se inició en la escalada de puestos de designación política casi directamente desde la Facultad de Medicina, primero en los hospitales y luego, directamente, en los sucesivos gobiernos de Andalucía al principio del milenio. Sobreactuada y marrullera, con un concepto de la verdad tan laxo que es capaz de decir una cosa y la contraria, con el mismo convencimiento. Valores y principios intercambiables, cada vez que lo aconsejen las necesidades políticas, porque en el desahogo va incluida la inmediata arremetida contra la derecha, pararrayos de todo lo suyo. Era del todo normal, por lo tanto, que en su nueva etapa andaluza haya intentado zamarrear las estructuras mohosas del PSOE de Andalucía, anquilosado tras cuatro décadas de hegemonía, con una concatenación de discursos mitineros, como de último día de una campaña electoral. Pero ha comenzado a dar signos evidentes de saturación, lo que, unido a la sobreactuación, provoca el resultado desolador de un esperpento.

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