Donald Trump acertó en describir este miércoles como un día histórico para su país y el mundo con el anuncio de la andanada de aranceles masivos a las importaciones a Estados Unidos. Pero seguramente no en el sentido que el magnate republicano sospecha. Hay al menos dos evoluciones que discuten el armado. Trump unificó al planeta contra lo que se percibe como una agresión norteamericana al remontar la estructura comercial global a los parámetros proteccionistas de un siglo atrás y hasta la famosa ley arancelaria Smoot Hawley de 1930 que profundizó la Depresión.No compite e impide la competencia dirian los puristas.
Unida a esa circunstancia, ayudó a consolidar el lugar de China como la alternativa de la defensa retórica del libre mercado, pero especialmente abriéndole a su principal adversario areas centrales de influencia y alianzas en los sitios que antes eran irreductiblemente estadounidenses.El cambio extrordinario de la época, al margen de la discusión sobre su calidad, será si la República Popular asume la responsabilidad de ese espacio.
El reciente episodio de la tragedia en Myanmar con el terremoto que dejó casi tres mil muertos avanza en ese sentido. China se exhibió como el principal e inmediato auxilio para las víctimas, con asistencia médica, alimentaria y de tiendas de campaña. En las listas de los donantes de ayuda económica, Beijing aparece encabezando la nómina que suma 84 millones de dólares. EE.UU. ha sido el gran ausente.
Ha sido la primera consecuencia del desmonte del USAID, la agencia que históricamente brindó presencia humanitaria e influencia a la potencia norteamericana. La cancillería de EE.UU. advertida tardíamente del fallido, lo agravó al anunciar que enviará escasos dos millones de dólares. Nada que sorprenda, el propio Trump apenas iniciado su mandato había menospreciado a la ayuda exterior norteamericana y el poder blando consecuente, como una "industria" que, en muchos casos, era "antitética" a los valores estadounidenses.
Otro hecho aún más significativo de estas mutaciones ha sido el acuerdo de Beijing con Japón y Corea del Sur para elaborar una respuesta común a las sanciones comerciales. Esos dos países son parte de los principales aliados de EE.UU. en la estrategia de contención a China. Es claro que algo se está desbaratando en lla geopolítica.
El derrumbe de las bolsas esta semana, expresa el desconcierto global contra la agresión proteccionista norteamericana, pero también esta ahí el sentido de estas nuevas alianzas. En cierta medida se cumple una profecía que Xi Jinping pronunció en 2018 cuando afirmó que el mundo se encaminaba a "cambios no vistos en un siglo". La sinóloga Jude Blanchette, en Foreign Affairs, sostiene que esa visión del presidente chino “ha sido la clave de la geopolítica de Beijing”
La frase evocaba paralelismos con los dramáticos cambios globales que siguieron a la Primera Guerra Mundial, incluyendo el colapso de los imperios europeos y la reorganización de la política internacional. “Hoy, Beijing percibe una transformación sísmica similar, esta vez impulsada por la aceleración de los avances tecnológicos en inteligencia artificial, biotecnología y computación cuántica, junto con la creciente volatilidad de la política interna estadounidense y europea, y un pronunciado cambio económico hacia la región de Asia-Pacífico, impulsado en gran medida por el propio y rápido desarrollo de China”, sostiene Blanchette.
Reconoce que en 2018, el análisis de Xi podría haber parecido prematuro. Pero ahora su visión es precisa. Encaja con la guerra comercial y el contexto del mayor conflicto de Europa desde la Segunda Guerra en Ucrania, sin perspectivas de una paz duradera. Todo unido a la reaparición, como afirma malicioso Vladimir Putin, de "la legitimidad de las ambiciones territoriales de las grandes potencias". Otra señal con 100 años de atraso que dibuja un mundo más imprevisible.
Trump no duda en amontonar al planeta en su contra detrás de la ilusión de que esta ofensiva disparará una “era de oro con los empleos y la fabricas regresando en rugido a nuestro país". La experiencia histórica pone en duda el procedimiento. Se aplastó a Huawei para sacarla del mercado en beneficio de Apple, pero la tecnológica china regreso reforzada, y la escalada proteccionista actual jaquea de modo terminal a la competidora norteamericana que no puede regresar a EE.UU. a riesgo de quedar fuera del mercado. Sus télefonos los produce en la República Popular, a costos menores que los que implicaría hacerlo en Norteamerica.
En términos objetivos, este impulso radical muy superior al primer mandato de Trump y al de Joe Biden, tambien proteccionista, tiene el costo de convencer al resto del mundo que reduzca su exposición comercial con EE.UU. y apunte a las alternativas de Asia o de la UE, ahora con sus significativas inversiones en defensa.
El líder republicano, al mismo tiempo, subestima la reacción que producen sus políticas que defiende para reconstruir el poder manufacturero norteamericano y reducir sus rojos fiscales. Pero el impacto doméstico será evidente antes de que eventualmente se logre algún tipo de relocalización empresaria significativa. Sobre ese disgusto se montan las corporaciones.
Las automotrices estadounidenses perderán 110 mil millones de dólares según estimaciones del Financial Times debido a la cortina arancelaria de 25% vigente desde este jueves. Los problemas de esa industria simbolizan estas mutaciones. La idea de fabricar un automóvil totalmente en EE.UU., que propone el magnate, es por el momento imposible, al igual que los celulares de Apple o el calzado de Adidas. El mérito de la globalizacion es que abarató el producto final.
La industria automotriz, y no solo ella, demoraría años de pérdidas en adaptarse y no es claro si tendría sentido futuro hacerlo. La globalización se ha transformado pero es aventurado darla ya por muerta.
“En qué clase de burbuja vive este hombre”, protesta el establishment norteamericano a través del Partido Demócrata, que es una de las ramas concretas del poder corporativo de la potencia. No hay que confundirse con el relato de que ahí está la izquierda. En absoluto. La mirada disgustada de ese vértice la reflejó aun con mayor potencia la ex canciller Hillary Clinton en una columna en The New York Times en la que se preguntó: ¿Cuánto más tonto será esto? Revela la incomodidad de los liberales de ambos partidos que visualizan como vetusta la esgrima proteccionista. Por eso The Economist dibuja en la tapa de su última edición a un Trump extirpando con un serrucho a EE.UU. del mundo.
Para China el momento puede ser especial pero se enfrenta con límites y contradicciones. Exhibe una diplomacia más refinada lejos de la actitud agresiva de hace apenas pocos años, que es consecuencia de su propia fortaleza objetiva. Así como con los acuerdos con Corea del Sur y Japón, países que temen ser los próximos en el desdén de Washington, es difícil no adivinar la influencia de Beijing en la decisión de estas horas de Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos de no permitir un eventual ataque norteamericano a Irán desde bases en sus países.
También más claramente en la suspensión de la venta por parte del empresario hongkones Li Ka-shing de los puertos de Balboa y Cristóbal en el Canal de Panamá a la corporación norteamericana Black Rock. Pero hay un largo camino pendiente que China debe recorrer para establecer puentes de confianza, particularmente con Europa debido a su alineamiento con Moscú en la guerra de Ucrania que configura una línea roja en la UE por la peligrosidad que descuenta del liderazgo ruso.
Paradójicamente, sin embargo, el vínculo que el magnate republicano ha construido con Putin, y cierta actitud sobradora del líder ruso en esa relación, que siempre busca mostrarse como regresando de donde Trump pretende llegar, es lo que construye la impresión de una China más previsible y adulta que ya no copia invenciones, ni tiene el poder previo de dos dígitos de crecimiento, pero que es el otro platillo en el balance capitalista mundial.
La gran pregunta es si la República Popular está dispuesta a aprovechar esta circunstancia para amplificar sus intereses sobre la grieta transatlántica que abrió EE.UU. como ya lo ha hecho en los antiguos patios traseros norteamericanos del sur mundial. Es un interrogante que debe preocupar en Moscú, pero que cuaja con aquella idea de un cambio tectónico que entretiene las reflexiones de Xi Jinping.
Skip the extension — just come straight here.
We’ve built a fast, permanent tool you can bookmark and use anytime.
Go To Paywall Unblock Tool