Qué miedo le tenía al día de hoy. El estreno de La familia de la tele, pospuesto en dos ocasiones (una por la muerte del papa Francisco, y otra por el gran apagón) podría acarrearnos cualquier catástrofe, desde un tsunami que arrase la Península a una bíblica lluvia de ranas. Dios, que aprieta pero no ahoga, no quiere que TVE se convierta (más aún) en un plató de frivolidades. La intendencia, sin hacer caso de las clarísimas advertencias del Universo, ha presentado este lunes una cabalgata como puesta de largo del estreno del programa.
No recuerdo un despliegue así en TVE. Promo, presentación con alfombra roja (colgado en la web de RTVE tienen una hora de alfombra roja, y otra hora de autobombo con público, grabado en un teatro), y cabalgata de cuatro horas. Este es, punto por punto, el tipo de espectáculo que ofrecía Telecinco allá por 1990, cuando anunciaba la programación haciendo galas playeras, con todos sus presentadores anunciando aquello como si celebrásemos que Ra va a atravesar el Stargate para esclavizarnos a todos.
La puesta de largo de La familia de la tele ha estado marcada por innumerables problemas técnicos. Podría calificar el programa de sorprendente, pero el adjetivo correcto es “caricaturesco”. Ha sido un larguísimo y carísimo anuncio institucional del presente Gobierno. No sé cuántas veces han podido decir “diversidad, inclusión, solidaridad, y servicio público”. Servicio público con personas que leen silabeando (como es el caso de Belén Esteban), que tienen que buscar palabras básicas en el diccionario en los directos (María Patiño), que atacan a las mujeres por su edad, su peso o su pasado (Kiko Matamoros), o que le dicen a una víctima de violencia machista que “por mujeres como tú, muchos hombres tienen problemas” (Víctor Sandoval refiriéndose a la situación de Marta Riesco con Antonio David). La gente de La familia de la tele, es decir de Sálvame, ha vivido de remover la mierda ajena. Han humillado, expuesto, maltratado, y hundido a mucha gente. Quizás es culpa nuestra, de los que les hemos reído las gracias (como espectadores o como periodistas) que entren en TVE como si fueran la familia Telerín.
Una charlotada faraónica a mayor gloria de la incultura y el analfabetismo funcional.
Pero vamos con el programa en sí: una primera hora viendo cómo los agraciados con el sueldazo público (mientras algunos colaboradores de la casa cobran entre 100 y 250 euros por programa) hacen autoestop en una prueba digna del ¿Qué apostamos? Una entrada en Prado del Rey dando voces como si fueran cabreros, y Paloma del Río acompañada de Cayetana Guillén Cuervo sin autocúe (esto ha sido lo único sorprendente de la gala). Le han dado a la presentación un empaque digno de película de Leni Riefenstahl, si Riefenstahl hubiera hecho gañanadas sin cuento. Las reporteras, alcachofa en mano, le preguntan a cada jubilado y chaval (no hay gente de mediana edad, o no la sacan) por lo importante que han sido estos personajes de Sálvame para ellos. Lo que dan a entender es que lo que ha hecho TVE en los últimos 20 años ha sido la nada. Insisten en que Sálvame ha sido la viga maestra de la educación sentimental de España. Flaco favor le hace a la propia televisión pública.
Cuando por fin empieza el desfile (el de verdad) arranca una carroza con Inés Hernand sonriendo mucho y unos bailarines de hip hop. El plato fuerte es cuando algunos de ellos se bajan de la carroza y hacen un grafiti en el que pone “La familia de la tele”. Calidad.
Llega el desfile de moda. Marta López Álamo, modelo intermitente, influencer, y mujer de Kiko Matamoros, es la primera en caminar sobre la alfombra fucsia con un modelo que llevó en su día (con mucha más elegancia) Mayra Gómez Kemp. Continúan los modelitos y sale, cómo no, Samantha Hudson —que ha opositado a opinadora en innumerables debates en Gen PlayZ, donde también comenzó Inés Hernand— con un traje de la pobre Raffaella Carrà.
La cabalgata, deslucida e interminable, avanza entre flamencas, gaiteros, drags, gigantes, cabezudos, bailarines. No mucha gente, pero variada. Confeti pasado por agua, mucho selfi, un sonido que viene y va...
Chelo García Cortés (prácticamente la única a la que veo en una televisión pública) acompañada de Carlota Corredera, pura encarnación de la posverdad y de la modernidad líquida (y conste que esto no es un halago). Aparece Bob Pop, porque no puede faltar en ningún programa la opinión de Bob Pop sobre lo que sea (derecho penal, fitness, agujeros negros, geranios, menudeo, chemsex). Los expertos elegidos para el amplio abanico de temas del programa contendor vienen casi todos de redes sociales, porque basta con tener muchos seguidores para salir en la tele, incluso en TVE.
Entra, en una carroza, el fichaje estrella: Isa Pi. Es decir, Chabelita. La hija de Isabel Pantoja hablará de... ¿su propia vida? De qué si no. Llega un cabezudo y, como en Masked Singer, se desenmascara. Arrea, que es... ¡Rociíto! Rocío Carrasco, hija de la inmensa Rocío Jurado y de Pedro Carrasco, sin más currículum que ese, es ahora colaboradora en TVE. Dos mujeres que han vivido única y exclusivamente de hablar de sus respectivas madres, y luego de sus hijos. Dos ricas hijas de ricos que no han brillado en los estudios ni en ningún otro ámbito, pero que darán ejemplo a toda España, porque en la TVE diversa, inclusiva, solidaria, y para toda la familia, hay una importante idea que transmitir: no importa cuán carroñero, cuán vago, cuán faltón seas, que siempre puede llegar un director nuevo a RTVE y darte no ya un programa, sino el contenedor de tardes entero, para que todos los estudiantes de este país, todos los profesionales, y todos los paganinis entiendan que la honradez y el esfuerzo no valen nada, que trabajar es de tontos, y que lo que renta es liarse con un famoso, hacerse un tiktok, o nacer en la familia adecuada.
Esta vergonzosa cabalgata de cuatro horas es el triunfo de la mediocridad, del enchufe, del politiqueo, de la vulgaridad. Mientras la familia de la tele (Belén, Patiño, Kiko, Lydia, Carlota, etc.) llora de la emoción, otros que no salen en esta larguísima oda al papanatismo, y que han sostenido esa televisión pública, puede que lloren de amargura porque no cobran lo que cobran estos, y porque todo lo que han construido se ha ido a tomar viento entre besamanos y horteradas coyunturales.
Me gustaba muchísimo el Ni que fuéramos Shhhh. Era la renovación fresca y desprejuiciada de un formato agotado. Y estaba en la televisión privada, esa que está para hacer dinero y nada más. La familia de la tele no me gusta un pelo. Pinta muy mal.
Esta cabalgata ha sido el entierro de la meritocracia. Y espero que los responsables de comprar semejante espacio tengan que rendir cuentas dentro de la propia RTVE, si es que queda algo de decencia en este centro donde, por cierto, sigue sin aclararse qué ha pasado con esas oposiciones que hace unos meses hubo que cancelar por una filtración de preguntas. Esta es la nueva TVE, la que tiene que competir con las privadas por audiencia, no por calidad. La TVE de los programas de saltos y famosos bailando, a años luz de la que nos entretuvo y educó con programas como La clave, La huella del crimen, Estudio 1, Un,dos, tres, Informe semanal (ahí tienen que estar flipando), Rockopop, Historias para no dormir... La nueva TVE ha cogido todo lo que Mediaset ha querido desechar. Y no ha habido nadie para ponerle freno a esto que es mucho peor de lo que parece. Estos son los barros, ya veremos los lodos.
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