This article discusses Vladimir Putin's recent privatization strategy in Russia, characterizing it as a means to reward loyalty and maintain control, especially amid the ongoing war in Ukraine. It cites the example of Danone's Russian subsidiary being transferred to a relative of Ramzan Kadyrov, illustrating how the government expropriates companies and then redistributes them to individuals close to power.
The Russian economy, though heated by the war, isn't yet critically damaged. While sanctions remain in place and Russia hasn't fully replaced European markets or businesses, potential negotiations with the US under a Trump administration raise possibilities of sanction relief.
Putin frames his privatization as a correction of the perceived injustices of the 1990s privatization, viewing it as a robbery of public assets. This serves as a justification for nationalizing companies, even those unrelated to national security. This move has unsettled the old oligarchs, some of whom have faced imprisonment, death, or exile.
La filial del grupo francés Danone en Rusia pasó a manos del Kremlin en 2023. ¿El nuevo jefe? Un sobrino del líder checheno Ramzán Kadírov, leal a Vladímir Putin, que se pasea por la sede de la empresa. La idea es que la compañía sea transferida a un miembro de la nueva dirección. Es quizá el caso más conocido de una ola de privatizaciones acelerada con la invasión a Ucrania que recuerda a la de la Rusia postsoviética. La diferencia es que las empresas actuales ya estuvieron en manos privadas: el Gobierno ruso primero las expropia y luego las entrega más baratas a personas próximas al poder. Con ello busca recompensar lealtades y controlar los recursos durante la guerra, pero también asegurar lo que pueda pasar después. La economía rusa está recalentada después de tres años de guerra, aunque la situación todavía no es crítica. Rusia sigue evadiendo las sanciones después de cada nuevo paquete que introduce la Unión Europea, pero sigue sin poder sustituir el mercado europeo ni a las empresas occidentales que trabajaban en el país. Sin embargo, las negociaciones con Estados Unidos a raíz del acercamiento de Donald Trump le están ayudando a crear expectativas de una posible normalización e incluso del levantamiento de sanciones. Una recompensa para los leales Para Putin, la privatización de los años noventa fue “injusta” y “un robo de propiedad pública”. Y en gran parte lo fue: él mismo participó en ello. El presidente ruso utilizó este pretexto para justificar parte de la nacionalización iniciada tras la invasión rusa de Ucrania en 2022. Su objetivo eran las empresas vinculadas a la “seguridad” nacional, aunque fueran de macarrones y vino. Esta maniobra alarmó a los viejos oligarcas de los años noventa, que temieron por sus activos. Putin siempre percibió una amenaza de esta facción por existir antes de su llegada a la presidencia, y muchos de ellos terminaron encarcelados, muertos o exiliados.
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