This opinion piece sharply criticizes Spanish Prime Minister Pedro Sánchez's absences from key events, including the funeral of Pope Francis in Rome and the Cervantes Prize award ceremony. The author argues that these absences, rather than increasing his visibility as Sánchez intended, highlight his political ineptitude and lack of stature.
The article links Sánchez's actions to a perceived "Paiporta syndrome," suggesting an avoidance of proximity to King Felipe VI. It frames his non-attendance at the Pope's funeral as a serious political miscalculation, characterizing it as a form of "terminal abdication." His foreign policy decisions, such as visiting Xi Jinping and neglecting the Pope's funeral, are also deemed inexplicable and detrimental to Spain's national interests.
The author criticizes Sánchez's governance, mentioning his handling of the military rearmament plan, conflicts with his ministers, and disregard for democratic principles. The article suggests that his actions reflect a self-serving pursuit of power, regardless of the consequences to the nation. His recent actions are seen as the culmination of a series of mistakes and poor judgment.
Ultimately, the article concludes that Sánchez is politically finished, even if he remains in power. His absence in Rome, driven by perceived jealousy towards the King, represents a final, egregious error.
Se ha escrito que "la ausencia es la forma más elevada de presencia" explicando así lo que se conoce como ‘la paradoja de Joyce’ eximio autor de Ulises. Las dos últimas ausencias del presidente del Gobierno han sido tan toscas como elocuentes, aunque él ha creído que no aparecer en determinados escenarios le haría más visible, más polémico y, acaso, más añorado. Pero, en su altivez, no ha reparado en su escasa dimensión, que es inapropiada para protagonizar la paradoja de James Joyce. Se requiere para lograrlo de una envergadura de la que él carece. Hace un año se ausentó cinco días buscando la paradoja de una voluminosa presencia. Fue aquella una gamberrada política. Y ahora, estamos en un decadente suma y sigue.
"Desde que padeciera el 'síndrome de Paiporta' el 3 de noviembre del pasado año, Sánchez huye de la proximidad con Felipe VI"
Porque su inasistencia al funeral del Papa Francisco, ayer en Roma, ha sido una incomparecencia epigonal. La propia de un político incapaz de superar sus propios hándicaps personales y temperamentales, inhábil como jefe del Gobierno para conducirse en un sistema de monarquía parlamentaria y poseído por una soberbia que mutila su capacidad de percepción de la realidad. Desde que padeciera el ‘síndrome de Paiporta’ el 3 de noviembre del pasado año, Sánchez huye de la proximidad con Felipe VI porque, ni admite su prelación, ni puede asumir la lección estadista que le denunció en sus cada día más evidentes carencias, políticas y personales. Y en sus errores.
Abstenerse de estar presente en una cita internacional sin parangón con ninguna otra —y previamente, hacer lo mismo en el acto cultural más significativo de cada año, la entrega del premio Cervantes, siempre bajo la presidencia del Rey— no admite solo una lectura interpretativa de carácter político, que también, sino que requiere, además, de una indagación en el personaje enclaustrado en sus propias obsesiones. Porque solo analizándolas se comprende que el jefe del Gobierno de España haya pretendido su visibilidad mediante su ausencia ayer en la ciudad eterna en una convocatoria de significaciones extraordinarias que solo se produce de década en década. Y la del sábado en el Vaticano se produjo en el pliegue más crucial de la reciente historia del planeta.
"No estar en Roma este 26 de abril de 2025, siendo presidente del Gobierno, ha sido una suerte de abdicación terminal"
Se celebraron ayer el funeral y el sepelio del Papa Francisco, pero el evento ofreció un grosor político y diplomático de tal calibre que el error de cálculo de la Moncloa alerta de la certeza de un fin de ciclo de su inquilino. No estar en Roma este 26 de abril de 2025, ostentando la condición de presidente del Gobierno de España, ha sido una suerte de abdicación terminal. Sobre todo, destructiva para el propio Sánchez; contradictoria con sus visitas al Pontífice finado; incoherente con su pretendida proyección internacional y expresión de un ensimismamiento derrotado. Y un desdén hacia la sociedad española mayoritariamente conectada con Francisco (pinchar aquí para conocer la encuesta de Metroscopia sobre la adhesión al Papa)
OpiniónSánchez ha abandonado el escenario en el que parecía moverse con soltura y confianza: el internacional. Desde el volantazo clandestino sobre el Sahara Occidental, la política exterior de España es un perfecto desastre en la gestión de los intereses nacionales. Visitar en plena crisis del comercio planetario al dictador Xi Jinping, previo homenaje a Ho Chi Minh en Vietnam, y faltar a la cita de la cumbre funeraria del Papa en Roma es históricamente inexplicable, salvo que responda, que responde, a motivos banales incompatibles con los que debe manejar un gobernante con algún sentido estadista.
Mientras desde el lunes hasta ayer Roma reclamaba la atención de buena parte del mundo con la presencia allí de toda la nomenklatura política occidental, justo en el pico del cambio de era, en España Sánchez protagonizaba el repertorio de sus habituales mendacidades, desde el fraudulento e inviable Plan de Rearme a la enésima humillación de uno de sus ministros más lastimosos, todo ello y mucho más en el contexto de la mutación del sistema constitucional, con un propósito compulsivo: permanecer en el poder al precio que sea.
"Alguien ya le advirtió: 'Pedro, tú eres el problema'. Efectivamente, lo está siendo para el Estado y para la Nación"
Alguien le espetó hace no mucho tiempo "tú eres el problema, Pedro", y alguien también, le inquirió "pero, Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?". Efectivamente: Sánchez es el problema de la nación y un lastre para el Estado. Su ausencia en Roma ha hecho aún más visible la domesticidad de su discurso, la pequeñez de su figura, el desprecio al modelo parlamentario (gobernar con hostilidad al Rey, eludir las Cortes Generales, colonizar las instituciones, hostigar a los jueces y magistrados, transaccionar de continuo con los enemigos de la Constitución y de la unidad territorial de España) y su ignorancia de los principios éticos en un sistema democrático que él maneja sin respeto a la ciudadanía a la que ha depredado.
Cuando se amplía el foco, cuando se abre el angular de la observación, en definitiva, cuando Sánchez se hace más visible en su incomparecencia vaticana, sus perfiles le definen con mayor intensidad y le sitúan en su fase epigonal. Podrá, desde luego, encastillarse en la Moncloa hasta 2027. Pero Sánchez es un zombi retenido por sus socios que le quieren cada día más débil y, así, más concesivo. Podrá procurar más destrucción, acaso siga enladrillando el muro, tal vez logre desatar algún ramalazo más de soberbia y resentimiento. Pero está acabado. Su último y gravísimo error ha sido faltar a la cita funeraria en Roma y hacerlo por un brote de celotipia aguda ante la presencia del Rey. Ya quisiera él haber protagonizado ‘la paradoja de Joyce’. No le da.
Se ha escrito que "la ausencia es la forma más elevada de presencia" explicando así lo que se conoce como ‘la paradoja de Joyce’ eximio autor de Ulises. Las dos últimas ausencias del presidente del Gobierno han sido tan toscas como elocuentes, aunque él ha creído que no aparecer en determinados escenarios le haría más visible, más polémico y, acaso, más añorado. Pero, en su altivez, no ha reparado en su escasa dimensión, que es inapropiada para protagonizar la paradoja de James Joyce. Se requiere para lograrlo de una envergadura de la que él carece. Hace un año se ausentó cinco días buscando la paradoja de una voluminosa presencia. Fue aquella una gamberrada política. Y ahora, estamos en un decadente suma y sigue.
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