A dos meses del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, parado y solitario frente a un tribunal de la Fuerza Aérea cada vez más impaciente con sus respuestas, Sergio Campos (76) prestaba declaraciones en un proceso en contra del senador socialista Erich Schnake, que lideraba la radio Corporación. Con 24 años, Campos había trabajado en la emisora identificada plenamente con la Unidad Popular, hasta el día del derrocamiento. La estación era vecina de La Moneda por calle Morandé, al interior del edificio del Banco del Estado. “Me estremeció las entrañas”, escribió en 2016, sobre el momento en que el palacio de gobierno se desfiguraba por el bombardeo de los Hawker Hunter.
“Queremos que confiese de una vez por todas -dijo el fiscal-, que Erich Schnake en la radio Corporación llamó a la gente a salir a las calles, para que se defendiera con las armas entregadas por el partido comunista, el partido socialista y el MIR. ¿Es así o no?”.
“No”, respondió Sergio Campos. “Lo que usted dice es falso”.
52 años más tarde, en su departamento en Providencia, el periodista sonríe al evocar su reacción que tilda de “coraje estúpido”. “En la academia de guerra asesinaron gente. A Clodomiro Almeyda, canciller del presidente Allende, lo torturaron ahí”.
“Si usted no confiesa -insistió el fiscal- puede ser encarcelado o lo podemos fusilar”.
Sergio Campos respondió mediante un valor que no ha transado como profesor, comunicador y periodista: ajustarse a los hechos.
“Señor fiscal -replicó-, lo que hicimos en radio Corporación fue hacer lo que dijo el presidente Allende, que la gente no debía sacrificarse y debía quedarse en los lugares en que estaba”. “Entonces, el presidente Salvador Allende, presidente constitucional de la república de Chile -remarqué-, hizo ese llamado, y nosotros tratamos de hacer ese llamado por el presidente de todos los chilenos”.
Una voz estentórea ordenó que lo sacaran “inmediatamente”.
Sergio Campos, que en la primera edición de El Diario de Cooperativa no le complicaba entregar el programa pasado el horario -un descalabro en las radios por las tandas publicitarias-, siguió hablando. “Hay que quitarle el micrófono”, recuerda un radiocontrolador, que lo conoció a su llegada a la radio en 1978.
“¿Y por qué usted me dice ‘salga de aquí’? ¿Usted cree que yo tengo que decir lo que usted dice?”.
Estuvo tres días incomunicado en la academia de guerra.
Sergio Campos ingresó a radio Cooperativa, fundada en Valparaíso el 21 de abril de 1935, cuando funcionaba en Bandera 236, pisos 8 y 9, en pleno centro de Santiago. Luego se trasladaron a Antonio Bellet 223 en Providencia, donde la estación experimentó una era dorada como líder del dial y credibilidad informativa por oponerse a la dictadura, protagonismo que se extendió por décadas. En 2014 se mudó al barrio Yungay, en un periodo donde el liderato ha quedado atrás, a manos de radio Bío Bío.
Ex colegas coinciden en que a) siempre anda de buen humor y es amable con todo el mundo b) el traslado nunca le acomodó, entre la lejanía y la inseguridad del barrio. Tampoco estaba a gusto con algunos de los cambios experimentados por el periodismo en los últimos lustros. Las selfies cuñas, se cuenta, no eran precisamente de su agrado.
“Es una época muy intensa, de relaciones complejas en la sociedad desde el punto de vista político y social -observa el periodista-, y eso también te va causando cierta mella profesional, te hace mirar con otros ojos el mundo y la realidad”.
Campos, educado como profesor normalista y locutor, se tituló finalmente de periodista en 1995 en la Universidad de Santiago, porque “faltaba esa gota de respeto por la carrera de periodista, por la formalización”.
Ha ejercido como académico en la Universidad de Chile y la USACH, y fue decano en la Universidad Central. Como profesor, dice un ex alumno, “ponía la pelota al piso” develando una profesión marcada por largas jornadas y editores siempre impacientes.
La última vez de Sergio Campos frente al micrófono fue el pasado viernes 11 después de 55 años en el medio radial, en tanto El Diario de Cooperativa tuvo su voz desde 1981. El retiro, sin embargo, es parcial. Continúa en el canal del senado y su trayectoria se va a convertir en un podcast para su casa radial de toda la vida.
A pesar de la masiva identificación con la radio, desde 1990 fue hombre ancla de noticias durante una década en Megavisión, y otros siete años en La Red.
“Lo que hay hoy -reflexiona sobre la pantalla chica- es totalmente opuesto a lo que creo que debería ser. ¿Cómo parten los noticiarios? Con un crimen que los mismos canales han repetido durante todo el día”.
“Hay situaciones que tienen distintas connotaciones -continúa-, pero la gente termina intoxicada. Si bien es cierto que en la sociedad hay un miedo, como dice Zygmunt Bauman, que es inmanente en relación con lo que ocurre, con los riesgos, con los desafíos, con las inseguridades, la televisión amplifica eso. Y esa amplificación es dañina para la salud de las personas”.
El periodista reconoce que la delincuencia actual posee otros rasgos -”creció, se internacionalizó con la aparición de bandas criminales, con el crimen organizado”-, pero cree que los medios también divisaron “una cifra de negocio y una explotación del morbo, que termina siendo un enganche publicitario para aumentar la sintonía”.
Para Campos, la raíz de este enfoque está en la experiencia televisiva de países vecinos. “Se desató una competencia en Chile que vi hace muchos años en la televisión peruana, o en el canal del Diario Crónica de Argentina, y eso contaminó al resto. Canales de televisión colombianos y venezolanos, también encontraron ahí una veta que les permite captar audiencias y avisadores”.
-Hoy todos tienen un teléfono y cualquiera puede jugar al periodista. Puede parecer de perogrullo, pero ¿qué distingue al profesional formado en aulas, a una persona que en cualquier instancia diga ‘estoy viendo esto y lo reporto’?
Primero la base, precisión, concisión y claridad para comunicar el mensaje. Después el marco ético, que aparte de lo que yo opino, lo que yo creo, lo que yo piense, soy capaz de recoger los antecedentes que van a conformar esa realidad, y ponerlos en escena. El tercer punto se relaciona con la verificación de los hechos que reportas. De repente veo algo y ese algo no es totalmente la realidad. Hay un trasfondo, hay otro antecedente que forma parte de esa realidad. La capacidad investigativa del periodista tiene que ser desarrollada y está obligado a hacerlo, para que la comunicación con la audiencia sea veraz y objetiva hasta el punto máximo posible. Y eso para la audiencia es muy complejo discriminarlo hoy día. ¿Por qué razón? Porque hay un sesgo permanente no solamente en las redes sociales, sino también en los medios de comunicación.
Los tambores de Cooperativa, cortina característica tomada del instrumental Neck and neck del músico británico Dave Richmond, se grabaron en la memoria colectiva nacional sobre todo en la década del 80, cuando la estación fue intervenida por el gobierno de facto por su cobertura de la contingencia. “Nos clausuraron, por ejemplo, con la muerte del padre André Jarlan [en 1984]. Dijimos que había sido un disparo de carabineros”.
A veces sólo podían programar música. Ante el micrófono Sergio Campos decía “buenos días Chile, buenos días América, buenos días al mundo”, daba el tiempo y luego leía el bando que les impedía informar. “Lo leía completo, con la firma del estúpido a cargo, y media hora después lo volvía a hacer”.
Las autoridades comprendieron la jugada y ordenaron una sola lectura. Como en un raqueteo de ida y vuelta, Campos saludaba a la audiencia a las 6 de la mañana diciendo que tenían un bando que no permitía emitir el noticiario, cuyo contenido sería leído a las 8. “Así, cada media hora, ‘a las 8 se lee el bando’. La gente entendía que era una manera de protestar. Durante el día decíamos ‘el bando que nos prohíbe transmitir noticias, lo hemos leído a las 8 de la mañana. Y así nos fuimos”.
Campos prácticamente vivía en la radio. “Hacía los tres noticiarios, el de las seis, el de la una, y el de las 18 con todo el equipo de periodistas”. A pesar de la vibra opresiva de la dictadura, el clima al interior de Cooperativa era relajado. “Un peluseo constante”, describe un ex reportero de la emisora, conocedor de anécdotas por boca de periodistas y radiocontroladores históricos, con jugarretas como esconderse los libretos en el momento menos indicado.
“Considerando ese grado de tensión, era muy bueno el ambiente”, evoca Campos. Aunque los pagos se retrasaban “decíamos, ‘¿por qué lo vamos a pasar mal?’ y nos íbamos a El Parrón a comer papas fritas y tomar vino”.
La brutalidad de la dictadura lo golpeó con el Caso Degollados. Manuel Guerrero, uno de los tres profesionales comunistas asesinados por Carabineros el 30 de marzo de 1985 -los otros fueron Santiago Nattino y José Manuel Parada-, había sido su compañero de la Escuela Normal entre 1962 y 1967. El viernes 29 recibió en la radio el llamado de Manuel Guerrero hijo, de 14 años.
-”Sergio, secuestraron a mi papá y a José Manuel”.
-”Vamos al aire y me lo cuentas inmediatamente”, respondió Campos.
El chico detalló cómo unos desconocidos habían abordado violentamente a su padre y a Parada en el frontis del Colegio Latinoamericano en Providencia. Un profesor resultó baleado en el abdomen -”el tío Leo”-, en un operativo descarado que incluía desvíos de tránsito y un helicóptero institucional.
“Lo que contó ahí provocó un revuelo a nivel nacional”, rememora el periodista y conductor. “El gobierno negó cualquier participación con un cinismo extraordinario. El sábado en la tarde, como a las tres, Eduardo Segovia reporta que hay unos cadáveres en una zanja en Quilicura, tres personas, sin dar la identidad. En la tarde noche nos prohibieron dar la identidad, a pesar de que se sabía. A las ocho entrevisté por teléfono a Enrique Palet, secretario de la Vicaría, y él da los nombres”.
“Fue una cosa horrorosa, horrorosa”.
Un par de semanas antes del arribo del Papa Juan Pablo II el 1 de abril de 1987, Sergio Campos recorrió junto a un equipo de la radio el trayecto que tomaría el pontífice desde el aeropuerto por avenida San Pablo, chequeando las casas que tenían teléfono. Se presentaba y explicaba que necesitaban la línea para llamar a la radio. Si accedían, un técnico se subía al techo, conectaba “unos alambritos”, y telefoneaba a los estudios de Cooperativa. “Lo hicimos como en 10 puntos. No existían internet, los celulares, nada. La gente con una voluntad y disposición extraordinaria, convidando almuerzo, once. Así de cariñosa y de comprometida”.
En los albores del regreso a la democracia con la elección de Patricio Aylwin el 14 de diciembre de 1989, el nombre de Sergio Campos se rumoreó para prensa en Televisión Nacional. “Hubo algunas ideas circulando en el ambiente, pero nunca me lo ofrecieron”, reconoce. “Cuando subió el gobierno me transmitieron ‘mira, hubo una decisión del canal que tú no fueras a conducir el noticiario’, porque estaba muy marcado por lo que yo había hecho en la radio”.
“A Patricio Bañados le hicieron lo mismo. Le dieron El Mirador pero nunca lo consideraron para cosas de mayor envergadura. El Pato, amigo mío, era un gallo excepcional, más que cualquiera de esos pelafustanes que estuvieron ahí en Televisión Nacional”.
La llegada de Sergio Campos al noticiario de Megavisión, cuyo dueño Ricardo Claro era un entusiasta partidario de la dictadura y sus organismos represivos, contrastaba con su reputación como voz de la radio que siguió informando verazmente en los años de Pinochet.
Campos cuenta que lo llamó Fernando Leighton, que había sido director de programas en Canal 13, para una cita en la naciente estación de Vicuña Mackenna. Le hicieron una prueba de cámara. “Empiezo a hablar de un terremoto. ‘Hace pocos momentos se acaba de producir un sismo de grandes proporciones, que ha afectado gran parte del territorio…’. Cortan y me dicen, ‘¿esto lo sabes de memoria?’ ‘No, dime otro tema’. No fue necesario y quedé. Pregunté a quién pertenecía el canal y me dijeron que a una sociedad privada’”.
Todo parecía resuelto hasta que la oferta de sueldo desilusionó a Campos. Pidió el doble y fue así como se ligó a la primera estación privada de Chile, en agosto de 1990. “El contrato decía Sociedad Chilena Megavisión S.A. nada más, y firmé con el gerente general, un tipo que venía de una fábrica de plástico”.
Durante la marcha blanca -el canal salió al aire el 29 de octubre de 1990-, cubrieron la toma de rehenes derivada de un asalto fallido a una casa de cambios en el centro de Santiago, ocurrido el 28 de agosto. El incidente de gran revuelo mediático dio origen al film Johnny Cien Pesos (1993). “Hicimos una transmisión de prueba y resultó fantástico. Después, cuando ya estaba en funcionamiento el canal, me enteré que el dueño era Ricardo Claro. Nunca tuve problemas con él”.
En 1992 llegó a la dirección de prensa la periodista Patricia Guzmán, orgullosa de su cercanía con Augusto Pinochet. Lo llamaba “Tito”, como sólo lo hacía el círculo más cercano del dictador. Ex directora de prensa en TVN -impuso a Raquel Argandoña, amiga íntima, como lectora de noticias en 60 Minutos-, le dio forma definitiva al noticiario de Megavisión.
“Fue súper deferente conmigo”, comenta Sergio Campos. “Un día tuvo un incidente con una entrevista. El noticiero lo hacía Susana Horno conmigo y Patricia me dice ‘Joaquín Lavín’, candidato presidencial, ‘no quiere que estés tú’. Pregunté la decisión del canal, pero me respondió que dependía de mí. Dije que había un bien superior de informar a la gente, y escuchar la voz del candidato. ‘Si me quiere marginar es su responsabilidad’”.
Campos dice que el incidente lo marcó. “Me estaban objetando”, resume. Finalmente su salida en 2000 fue motivada por una información publicada en el desaparecido diario El Metropolitano, asegurando que “nosotros no dábamos el perfil ABC1″, sin citar fuentes.
Sergio Campos partió al diario y pidió hablar con el director. “No me acuerdo quién era, no era un tipo conocido, después asumió Alejandro Guillier”, y le dijo que la información era dañina. Periodista a fin de cuentas, presionó para averiguar quién había filtrado, mientras el mandamás se escudaba en que era “muy complicado” revelar la fuente. El rostro de las noticias de Megavisión insistió, jugó al descarte y ató cabos: “hablemos en confianza, alguien tiene que haber transmitido esa información porque el sentido de la noticia está redactado por alguien interesado en el tema, y el canal es el interesado”.
El director de El Metropolitano cedió. “Fue (William) Phillips, el gerente general (de Megavisión)”.
Campos habló con Patricia Guzmán acusando “una deslealtad tremenda de alguien que no tiene idea cómo se manejan las relaciones con profesionales”.
Al tiempo la directora de prensa le informó “la inconveniencia” de su continuidad. Sergio Campos se encogió de hombros. Sus días como rostro de Megavisión habían terminado.
Guzmán le ofreció asumir la conducción de Aquí en vivo, que recién había dejado Santiago del Campo. “Pero el Aquí en Vivo lo hace Claudio Espejo ahora”, observó Sergio. Daba lo mismo. Lo sacaban y lo ponían a él.
Sergio Campos replicó que era inaceptable una cosa así y redactó su despedida del noticiario. “Con bastante mierda, pero muy sutil”.
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