En Wall Street el negocio de fusiones y adquisiciones es uno de los más importantes. Y en él las alarmas hace semanas que no paran de sonar. ¿El culpable? Donald Trump. ¿El motivo? Las operaciones corporativas con las que todos soñaban —claves para los bonus de miles de profesionales de la capital del dinero— no se están materializando. Así lo confirman los principales banqueros de inversión de Morgan Stanley y UBS: la negociaciones para sellar futuros acuerdos están paralizadas. ¿Más señales de esta sequía? Kirkland & Ellis, el asesor legal número uno del mundo en fusiones y adquisiciones (M&A, según sus siglas en inglés), advierte de que las entidades financieras son ahora mucho más selectivas a la hora de dar préstamos para crecer de forma inorgánica.
Este enfriamiento ya se traduce en cifras: Goldman Sachs, que preveía que la actividad de M&A creciese un 25% este año, ha recortado sus estimaciones hasta dejarlas en un 7%. Qué lejos queda la euforia de las primeras semanas de enero. Entonces, los asesores corporativos estaban entusiasmados esperando una gran cosecha en todo lo relacionado con las opas, las fusiones, las ampliaciones de capital o las salidas a Bolsa. El que animaba ese optimismo era el mismo que ahora se ha convertido en su principal lastre. El nuevo presidente de EE UU había sido elegido entre promesas que incluían recortes de impuestos, desregulación y una mayor contención de la inflación. Sin embargo, las primeras medidas del nuevo inquilino de la Casa Blanca están generando el efecto opuesto, llevando a los mercados bursátiles estadounidenses a una fuerte corrección, reavivando los temores inflacionarios y obligando a las empresas a pausar o cancelar algunas operaciones.
“Las cosas cambian minuto a minuto”, señala Jim Langston, socio de fusiones y adquisiciones de Paul Weiss Rifkind Wharton & Garrison. “Un día imprimes una presentación para una reunión, y cuando ésta se celebra al día siguiente, las cosas han tomado un rumbo diferente”. Y esa tremenda volatilidad afecta al negocio. Las mesas de M&A son una fuente crucial de ingresos para los bancos más grandes de Wall Street, por lo que la firma de análisis bursátil Oppenheimer ha decidido recortar su recomendación sobre las acciones de Goldman Sachs y Jefferies. Pero no solo se están resintiendo los asesores. La marea empieza a llegar también al capital riesgo ya que los inversores son ahora mucho más selectivos a la hora de meterse en operaciones corporativas apalancadas (con mucha deuda). Incluso las firmas gestoras de las Bolsas cruzan los dedos ante el temor de que muchos estrenos en el parqué (OPV) se puedan ver afectados.
De momento, los datos son decepcionantes: hasta el pasado 25 de marzo se han anunciado operaciones de M&A por 590.000 millones de dólares, según datos recopilados por Bloomberg. Esta cifra supone un ligero aumento respecto al mismo periodo de 2024, pero este se debe únicamente a algunos acuerdos de gran tamaño firmados recientemente como el plan de Alphabet para comprar la start-up de ciberseguridad Wiz de 32.000 millones de dólares o la venta de los Boston Celtics, el icónico equipo de la NBA, por más de 6.000 millones de dólares. Sin ambos acuerdos, las cifras del primer trimestre fueron decepcionantes.
“El año ha comenzado más lento de lo previsto”, reconoce Tom Miles, codirector global de M&A de Morgan Stanley, quien vincula la incertidumbre del mercado con la forma en que el Gobierno de Trump está implementando su política económica y geopolítica. “Las fusiones y adquisiciones son, por definición, proyectos a largo plazo, y se necesita cierta estabilidad para poder tomar ese tipo de decisiones”, recuerda.
Y eso que todo empezó bien. En las semanas previas a la toma de posesión de Trump, Corporación Constellation Energy acordó comprar Calpine por 29.000 millones de dólares y Johnson & Johnson anunció la adquisición de Intra-Cellular Therapies por 14.600 millones. Sin embargo, desde entonces las transacciones de mayor envergadura han sido escasas. En lo que va de 2025 solo se han anunciado siete acuerdos valorados en más de 10.000 millones de dólares. Esto representa aproximadamente la mitad de los datos de 2024 en el mismo periodo.
Muchos compradores y vendedores han optado por esperar y ver, mientras intentan evaluar el efecto económico de las políticas Trump. Por ejemplo, Reckitt Benckiser ha puesto a la venta un paquete de marcas vinculadas al cuidado del hogar y las empresas interesadas, según fuentes conocedoras de la operación, habrían pedido más tiempo para analizar cómo afectarán a estos activos los aranceles de la Administración estadounidense. Otro ejemplo de esta mayor cautela tiene que ver con Court Square Capital Partners. Esta firma de capital riesgo planeaba vender una de sus empresas participadas, Golden State Medical Supply, que suministra medicamentos genéricos al sistema federal de salud. Sin embargo, fuentes próximas al proceso de desinversión reconocen que se ha postergado esos planes a la espera de que haya mayor visibilidad económica.
Por otra parte, Rosebank Industries se retiró de una adquisición de 2.000 millones de dólares, culpando a la volatilidad del mercado por su decisión, mientras que la OPV valorada en 1.600 millones de dólares de la farmacéutica alemana Stada Arzneimittel, se ha retrasado por la misma razón.
“Estamos viendo que los procesos incluso para activos A+ [de mayor solvencia] se están alargando”, indica Marc-Anthony Hourihan, presidente de fusiones y adquisiciones globales de UBS. Los potenciales compradores solicitan más información por adelantado, explica este experto, y en paralelo intentan desentrañar los planes de Trump en materias como el comercio o la inmigración. “Es poco probable que la volatilidad a corto plazo que hemos visto en las últimas semanas disminuya rápidamente”, avisa Hourihan.
Wall Street pensaba que la vuelta de Trump al poder y su visión más promercado iba a desatascar los grandes movimientos corporativos. Los acuerdos a gran escala habían sido mal vistos por la Administración Biden ya que el expresidente y su equipo consideraban que una concentración excesiva en determinados sectores reducía las opciones del consumidor americano. Sin embargo, el pasado mes de febrero, los responsables de la aplicación de las leyes antimonopolio de Trump en el Departamento de Justicia y en la Comisión Federal de Comercio (FTC) anunciaron que seguirían aplicando normas más estrictas para las revisiones de fusiones y adquisiciones. Es más, la semana pasada, la FCC también amenazó con bloquear las fusiones entre empresas que promovieran políticas de diversidad, equidad e inclusión.
“La incertidumbre política y la volatilidad del mercado han reducido el interés por las transacciones, cerrando así la ventana de salidas a Bolsa y desalentando el entusiasmo que impulsa las fusiones y adquisiciones”, explica Julián Klymochko, director ejecutivo de Accelerate, cuya firma gestiona un fondo de arbitraje de fusiones. Además, alerta de que el sentimiento “anti-acuerdos” de los reguladores está dañando la confianza corporativa.
Las operaciones protagonizadas por el private equity, consideradas en el sector como el factor clave para que vuelva a resurgir la actividad de M&A, también se han visto frenadas. Si embargo, un gran trato logró maquillar las malas cifras del capital riesgo en el primer trimestre. Se trata de la compra de la cadena de farmacias Walgreens Boots Alliance por parte de Sycamore Partners, valorada en más de 20. 000 millones de dólares. Si bien Sycamore logró asegurar 12.000 millones de dólares en financiación para la adquisición, hay indicios de que los bancos se están volviendo más cautelosos a la hora de conceder préstamos por temor a quedarse con una deuda que no puedan liquidar. Aunque aún queda un resquicio para la esperanza. En una presentación de marzo, Kirkland & Ellis afirmó que el mercado aún espera un repunte en la financiación vinculada al M&A.
Los inversores han comenzado a exigir una compensación adicional para financiar acuerdos, lo que ha llevado a empresas de ambos lados del Atlántico a postergar sus planes de acceder al segmento más arriesgado del mercado crediticio, es decir, el formado por las empresas cuya deuda está calificada como bono basura. Este mayor miedo a los potenciales impagos es un lastre para futuros acuerdos. “Aún existe esta dinámica que dificulta concretar transacciones”, reconoce Jeremy Hazan, director del equipo de banca de inversión de Barclays.
En el caso del mercado primario, el desconcierto que ha generado Trump se suma al parón que vienen sufriendo a nivel global las operaciones de salida a Bolsa. Si bien el valor de las OPV hasta el 25 de marzo ha aumentado casi un 10% interanual, aún se encuentra por debajo del promedio del mismo período de la última década, según datos recopilados por Bloomberg. “Atribuyo esto en gran medida a la incertidumbre generada por los aranceles”, indica Shari Mager, socia y líder de preparación para los mercados de capital de KPMG en EE UU . “Ha provocado que muchas empresas simplemente detengan sus planes de colocación de acciones a esperar a ver cómo evoluciona la situación”. Algunas de las operaciones más importantes del año, como SailPoint y Venture Global, cotizan en números rojos desde su estreno. Por su parte, la colocación de Genesys Cloud Services, respaldada por Permira y Hellman & Friedman, se ha retrasado hasta finales de este año.
Otro factor que está condicionado la actividad de M&A es la geopolítica. A principios de marzo, BlackRock, la gestora de activos más grande del mundo, anunció la adquisición por 19.000 millones de dólares de los puertos en el Canal de Panamá a CK Hutchison Holdings, propiedad del multimillonario hongkonés Li Ka-shing. El acuerdo representa una victoria para Trump, quien ha reiterado su deseo de tomar el control de esta ruta marítima clave para el comercio mundial como parte de su visión de “América, primero”. Según pudo saber Bloomberg, Larry Fink, presidente de BlackRock, contactó directamente con la Casa Blanca para negociar el acuerdo. China está analizando la operación con lupa, lo que indica que las fusiones y adquisiciones podrían adquirir mayor carga política bajo el mandato de Trump.
Los planes del presidente para impulsar la producción nacional en áreas como la inteligencia artificial y la energía también han dado sus primeros frutos. El consejero delegado de Taiwan Semiconductor Manufacturing, C. Wei, estuvo en la Casa Blanca en marzo para anunciar una inversión de 100.000 millones de dólares en plantas de chips en Estados Unidos. Abu Dabi, mientras tanto, está ayudando a financiar el plan de infraestructura de inteligencia artificial de Trump, además de buscar maneras de invertir en activos energéticos estadounidenses.
En este artículo también han participado Aaron Kirchfeld, Bailey Lipschulz y Yiqin Shen
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