Un doble asesinato por 15 pesetas en la Siberia sevillana


In 1907, a double murder in rural Seville, Spain, for a paltry sum of 15 pesetas shocked the nation, leading to a complex investigation and eventual trial.
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El 19 de enero de 1907, el corresponsal de ABC enviaba un telégrafo a la redacción central en Madrid. Se acababan de descubrir los cadáveres de un matrimonio anciano en el interior del ventorrillo que regentaban, y donde además vivían, en la carretera de Constantina. ... Las víctimas habían sido degolladas y desde un principio se apuntó al móvil del robo porque el interior del hogar estaba revuelto y faltaban a primera vista productos de la matanza.

La noticia del doble asesinato, que rápidamente se bautizó con el nombre del crimen de Constantina, se coló en la actualidad nacional e internacional del periódico y desde un primer momento se posaron las sospechas en los mineros que vivían y trabajaban en el cercano Cerro del Hierro, que era lo más próximo que había al ventorrillo de la Buena Moza, como así se llamaba el negocio de Rufino García y Pastora Muñoz. Una modesta casa de comidas que tenía como clientela casi en exclusiva a los habitantes del poblado minero.

La violencia ejercida contra los ancianos sexagenarios no casaba con la idea de un crimen ocasional fruto de unos ladrones que no querían ser descubiertos. Pero a principios del siglo pasado y en un rincón remoto de lo que se llama la Siberia sevillana, los métodos de investigación de la Guardia Civil eran muy rudimentarios. Así que durante los días posteriores, aquellos agentes que vestían tricornio y capa diariamente, ejecutaron a diestro y siniestro varias redadas por el poblado minero en busca de sospechosos.

Con esos métodos, los agentes llegaron a arrancar la supuesta confesión de uno de esos trabajadores de la mina quien aseguró haber sido el responsable del doble crimen. Pero unas pocas pesquisas demostraban que no podía haber sido él. Las indagaciones no salían de ese entorno hasta que a los guardias civiles les llegó la información de que el yerno de las víctimas estaba gastando más dinero de lo que acostumbraba. Un detalle que no pasó por alto la Guardia Civil.

El ventorrillo que regentaban las víctimas en la carretera de Constantina ABC

El 1 de febrero, apenas doce días después de ocurrir el doble crimen, un grupo de guardias civiles llegaba a la casa de Matías García en el mismo poblado para proceder a detenerlo. Dentro de su casa encontraron efectos de las víctimas y dinero en metálico que correspondía a la pareja fallecida. Los agentes también se llevaron a su madre, Petra Serrano, y a su mujer, María García, hija de Rufino y Pastora a las que acusaron de haber encubierto el doble crimen. Las sospechas iniciales de los agentes no estaban del todo desacertadas. Los autores estaban ligados a la mina. Matías, natural de Zaragoza, era minero y allí había conocido a la hija de los dueños del ventorrillo.

Pero, además, el doble crimen tenía un componente familiar. La acusación que después defendería el fiscal en el juicio es que el yerno no se llevaba bien con sus suegros y además sabía que tenían dinero guardado en la casa. El botín que se llevó del ventorrillo fueron 15 pesetas.

Poco después de esas primeras detenciones, la Guardia Civil arrestó a otro hombre, José Parrón, que trabajaba en la casa de Matías, como colaborador en las muertes del matrimonio. En marzo de 1909 se celebró la vista oral que sentó en el banquillo de los acusados a los cuatro sospechosos. Pero un jurado popular dictaminó un veredicto de culpabilidad sólo para el principal acusado y exoneraba de culpas a las dos mujeres y al supuesto compinche del yerno. Todos ellos habían negado su participación en los hechos.

Tras escuchar al tribunal, el representante del Ministerio Público pidió la repetición de la vista con un nuevo jurado. Defendía que los dos hombres habían sido copartícipes en el doble asesinato y consiguió que en mayo se celebrara un nuevo juicio que acabó con una condena a pena de muerte para Matías García y José Parrón.

Pero ahí no se cerró este caso que causó una honda conmoción a la localidad de Constantina hace más de un siglo. En 1910, el Rey Alfonso XIII firmaba 23 indultos para condenados a muerte a los que conmutaron la pena por cadena perpetua. Entre los reos beneficiados, los dos autores materiales de un crimen atroz que se cometió por 15 pesetas.

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