La operación de venta de los asientos vip del nuevo Spotify Camp Nou tiene varias caras problemáticas. Y ninguna de ellas deja bien a Joan Laporta. La principal, en la que se centró la polémica cuando se cerró la transacción, hace referencia a lo irregular de la operación, por la que el club ha asegurado obtener unos 100 millones de euros. Inversores anónimos, de lugares extraños y con aroma de pago de comisiones, siguiendo la práctica habitual de la casa desde que Laporta la preside. Después se supo que uno de los dos supuestos inversores, el único que había pagado parte del acuerdo, es un empresario moldavo, sin experiencia en el negocio, con antecedentes de prácticas irregulares y que parece una pantalla de intereses inconfesables. Todo altamente sospechoso de trampa.
Nada ha aclarado el club sobre esos hechos, como es la norma con Laporta al frente, mientras se aplica a desinformar y confundir a socios y seguidores, sacando a pasear teorías conspirativas y alegando que están en marcha supuestas campañas contra el club.
La venta de los palcos vip tiene varias caras, todas muy feas para LaportaOtra cara muy fea de la venta es la maniobra para conseguir que LaLiga elevara el límite de coste de la plantilla deportiva, el conocido como fair play financiero, computando esa operación de venta como un ingreso en las cuentas de la actual temporada 2024/2025. Recurriendo a métodos de tiburón financiero sin escrúpulos, Laporta y los suyos rompieron con su auditor, Grant Thornton, que ya había defraudado sus expectativas al descalificar la operación de venta de Barça Studios por otros 408 millones, y se sacaron del bolsillo otra empresa que certificara el ingreso de la operación asientos vip de la manera que ellos querían. Nueva trampa.
Si la gestión del Barça fuera seria, rigurosa y profesional, habría recurrido a una firma de prestigio. Pero, claro, su objetivo era incompatible con una auditora de esas características. Así que recurrió a una firma desconocida, incluso entre los profesionales de la auditoría, y con solo seis empleados, que igual consiguieron la factura de su vida. A cambio de arruinar su futuro.
Laporta ha actuado como estaba previsto, haciendo trampa. Y su problema ha sido que LaLiga tiene establecido un sistema de control pautado y exigente. Pero es que además, su presidente, Javier Tebas, que ya quedó desairado con el fiasco de la venta torticera de Barça Studios, ha reforzado las cautelas para no quedar de nuevo en descubierto. Demasiado para un Laporta cuyas trampas sobreviven gracias a la indulgencia de los socios, la mediocridad de los reguladores y la indolencia social. Ahora, todos descubren que la realidad del club es mucho peor de lo que habían querido creer.
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