¿Vivir cerca de una central nuclear puede causar cáncer? La polémica para la que la ciencia no tiene respuesta clara


The article explores the ongoing debate about the potential link between living near nuclear power plants and increased cancer risk, examining scientific studies that have yielded inconclusive results.
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A todos nos gusta tener energía eléctrica barata y disponible las 24 horas, pero no son tantos los que aceptan tener plantas generadoras cerca. La oposición a centrales térmicas, hidroeléctricas e incluso fotovoltaicas y eólicas ha sido una constante a lo largo de los años, llegando incluso a protagonizar películas multipremiadas.

El apagón eléctrico masivo del pasado 28 de abril ha reabierto el debate sobre el uso de la fuente de energía más polémica de todas, la nuclear. Hay dos bandos claros: unos buscan apostarlo todo a las renovables y continuar con el plan de cierre de plantas nucleares establecido en nuestro país.

Al frente tienen aquellos que opinan que la energía obtenida mediante fisión nuclear es una alternativa segura –si obviamos que la peligrosidad de los residuos generados dura miles de años– al uso de combustibles fósiles y tiene una mayor capacidad reguladora que las renovables.

Los desastres de Chernóbil (1986) y Fukushima (2011) han marcado la energía nuclear con un estigma difícil de eliminar, pero no es menos cierto que se ha aprendido de ellos y la inmensa mayoría de centrales nucleares en todo el mundo funciona con perfecta normalidad.

Pero incluso aquellos que respaldan a las nucleares tuercen el gesto si les toca tener una cerca. No se trata solo de la memoria de aquellos graves accidentes sino que hay un debate abierto sobre las consecuencias para la salud a largo plazo de vivir o trabajar cerca de una de ellas. Y este debate todavía no se ha cerrado.

Los efectos carcinógenos de la radiación son bien conocidos. Entre los supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki comenzó a notarse un incremento en los casos de leucemia y se estima que el 46% de los casos son atribuibles a la exposición a radiación.

Esta relación, sin embargo, está lejos de confirmarse en el caso de la exposición prolongada a dosis bajas de radiación, como la que puede generar una central nuclear en sus entornos cercanos.

Un estudio encargado por la Oficina Federal de Protección Radiológica alemana observó 37 casos de leucemia infantil en un radio de 5 kilómetros de los reactores nucleares entre 1980 y 2003, cuando lo esperable era de unos 17 entre los menores de cinco años.

Sin embargo, el informe, publicado en 2007, reconoce que no es posible sacar conclusiones fiables de este resultado, pues no se conoce la cantidad de radiación recibida en cada caso, y además se trata de una asociación observacional. Es decir, se ven dos fenómenos juntos pero no sabemos si uno es causa del otro.

Ese mismo año se publicó en el European Journal of Cancer Care un meta-análisis que evaluaba los casos de leucemia infantil cercano a 136 instalaciones nucleares, con una conclusión parecida: se observaban más de los esperados pero no se podía establecer una relación con la dosis de radiación recibida. Con todo, llamaba a no ignorar estos resultados.

En 2008 apareció una revisión similar, esta vez englobando a 198 instalaciones nucleares en 10 países distintos, y el veredicto era similar: se hallaban algunas agrupaciones de casos en torno a dichas localizaciones, pero no se observó un incremento global del riesgo.

Cáncer de tiroides, el canario en la mina

Otro cáncer asociado a radiaciones nucleares es el de tiroides. Esta glándula absorbe yodo del torrente sanguíneo para producir hormonas reguladoras del metabolismo, por lo que es más propensa a acumular yodo-131, un isótopo radiactivo producto de la fisión nuclear.

Una revisión de 13 estudios que englobaba a 36 plantas nucleares de 10 países concluyó que la cercanía a las mismas no aumentaba, por lo general, la incidencia de este cáncer ni su mortalidad, si bien análisis de sensibilidad por exposición mostraban que vivir a menos de 20 kilómetros se asociaba con un incremento significativo de tumores.

A finales del año pasado, es decir, casi una década después de la publicación de ese trabajo, una nueva revisión de estudios concluía que vivir a menos de 25 kilómetros de distancia de una central nuclear se asociaba con un riesgo ligeramente mayor de cáncer de tiroides, si bien ese riesgo no era considerado significativo.

Menos tranquilizador era que el riesgo era mayor cuando se recortaba la distancia a 5 kilómetros. Lo mismo pasaba cuando se tenían en cuenta los estudios que mejor habían manejado posibles sesgos, si bien la variación entre los resultados era tan amplia que los autores se abstuvieron de elaborar una conclusión firme.

En 2024 apareció otra revisión interesante sobre el tema. Publicada en la revista Current Environmental Health Reports, del grupo Nature, analizaba los riesgos para la salud de trabajadores de centrales nucleares y personas que residían cerca de ellas, cubriendo un total de 175 instalaciones de 17 países.

Entre los residentes, el riesgo de sufrir cualquier cáncer, así como cáncer de tiroides y leucemia, era significativamente mayor, si bien el trabajo advierte que muchos estudios analizados no ajustaban sus resultados para evitar confusiones con otras variables de riesgo, por lo que la asociación entre radiación y riesgo de cáncer podía haber sido sobreestimada.

En el caso de los trabajadores, por cierto, se descubrió que el riesgo de sufrir cualquier tipo de cáncer era significativamente menor. Sin embargo, sí se observaba una mayor probabilidad de padecer mesotelioma, un tumor raro que afecta a la membrana que rodea diferentes órganos.

Esta asociación con el mesotelioma también se ha puesto sobre la mesa en otro estudio reciente, en que se valoraba la exposición a radiación en personas que habían recibido dosis altas (pacientes sometidos a radioterapia) y también en dosis bajas pero de manera prolongada, como los operarios de estas centrales.

Así, el riesgo entre los trabajadores triplicaba el de la población general. Eso sí, los autores del trabajo recuerdan que el número de mesoteliomas en general es muy bajo, por lo que solo unos pocos casos de más explican el notable incremento. Con todo, subrayan que merece la pena considerar este riesgo en los individuos expuestos a radiación.

En España se han realizado varios estudios sobre el cáncer y la cercanía a centrales nucleares. En la población vecina a las centrales de Zorita, Garoña, Vandellós y Almaraz no se observó un mayor riesgo de cáncer en general, pero sí mayor riesgo de cáncer de estómago en el área cercana a Garoña, de cáncer renal y óseo en Vandellós y de tumores de tejidos conectivos en las de Zorita y Almaraz.

Sin embargo, en 2010 un informe realizado por investigadores del Instituto de Salud Carlos III y el Consejo de Seguridad Nuclear concluyó que las dosis de radiación acumuladas en la población que vive en el entorno de las instalaciones eran muy reducidas y, por tanto, no se consideraba que pudieran afectar a la salud de las personas.

El trabajo evaluó la mortalidad por 17 tipos de cánceres distintos en 500 municipios situados dentro de un radio de 30 kilómetros a la redonda de las centrales nucleares españolas entre 1975 y 2003, y se comparaban con la de poblaciones a distancias entre 50 y 100 kilómetros.

Aunque se observaban asociaciones "aparentes" de dosis y respuestas, los autores las desestimaban al tratarlas como puramente estadísticas y relacionadas con las limitaciones de los estudios observacionales.

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