Si alguna vez se encuentran a MĂ rius Serra (Barcelona, 1963) en un tren, no le molesten. Especialmente, si le ven con un cuaderno, un bolĂgrafo y unos cascos con mĂşsica. Es uno de sus espacios de trabajo preferidos, ya que siempre escribe en movimiento. En un vagĂłn –a veces, sin rumbo fijo –, en un aviĂłn, en metro… “En un autobĂşs mejor no, que me mareo”. Como escribe sus novelas a mano, puede permitirse esa “extravagancia”, como Ă©l mismo define. “Lo son las dos cosas, el escribir mientras me traslado y el hacerlo de mi puño y letra. Pero, Âżno es acaso eso una forma más de libertad y de rebeldĂa en los tiempos que corren?”, reflexiona el autor, que teme que le roben su mochila, pues casi siempre los carga. Aunque, admite: “No temo que nadie copie nada ya que serĂa impracticable hasta para un secretario, pues no siempre están ordenados”.
CristĂłbal Polo (Cádiz, 1982) toma nota de su caso, pues acaba de publicar CuadernĂstica (Wunderkammer), donde recoge las experiencias de escritores, artistas y pensadores que han hecho de sus cuadernos un laboratorio, como Paul ValĂ©ry, que se levantaba cada mañana entre las cinco y las seis, encendĂa un cigarrillo y escribĂa sin interrupciĂłn. Una rutina parecida, pero no tan temprana, tiene Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970), quien sĂ cuenta con ayuda: su padre. “Él pasa a ordenador todo lo que escribo”. Y no es poco, pues su Ăşltima saga, Mil ojos esconde la noche (Espasa) tiene unas 1500 páginas, divididas en varios tomos. “No sĂ© quĂ© será de mĂ el dĂa que ya no estĂ©. Espero que quede mucho para ello aunque, llegado el momento, imagino que tendrĂ© que contratar a alguien y que mejorar mi caligrafĂa, pero no me veo pasándome al ordenador. El bolĂgrafo es más visceral. Te duele la mano al terminar y tienes la sensaciĂłn de que el trabajo está hecho por el dĂa”.
Laura Fernández (Terrassa, 1981) admira el tesĂłn de los dos y les llega a comprenderlos. Si bien ella escribe sus novelas y relatos a ordenador, tambiĂ©n practica a diario la escritura a mano. “Tengo muchos cuadernos que uso a modo de diario y en los que plasmo todo lo que he escrito durante el dĂa. Los personajes nuevos que han ido apareciendo, las ideas que se me ocurren y las que desecho... TambiĂ©n dejo constancia de quĂ© es lo Ăşltimo que he redactado, lo que resulta muy práctico de leer al dĂa siguiente, para no perder el tiempo y saber dĂłnde me habĂa quedado”.
Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) tambiĂ©n valora mucho su tiempo y, por supuesto, todo lo que le pasa, ya que puede ser material susceptible para sus libros. Todos estos apuntes previos los escribe a mano por una cuestiĂłn práctica, pues “es fácil cargar con una libreta o con folios sueltos”. Algunos los deja en su mesita de noche, ya que “a veces, me vienen ideas a horas intempestivas. O tengo sueños que no quiero que se me olviden. No todo lo que apunto lo empleo luego, pero me gusta dejarlo escrito y que quede constancia de esas ideas que en algĂşn momento me han parecido buenas”. Carlos ZanĂłn (Barcelona, 1966) la comprende a la perfecciĂłn, pues Ă©l tambiĂ©n acostumbra a tener un cuaderno siempre a mano, por lo que pueda surgir. “A poder ser, una Moleskine. Pero para tomar notas. Para escribir la novela entera lo veo más complicado, aunque nunca digas nunca. ÂżAlguien lo sigue haciendo?”.Â
Ana Merino (Madrid, 1971) serĂa una de aquellas que levantarĂa la mano y que mostrarĂa orgullosa los cuadernos de todos y cada uno de sus libros, pues los conserva todos en su desván. “Apunto la fecha, por lo que puedo saber dĂłnde estaba y cĂłmo de productiva fui. Me da mucha seguridad trabajar a mano las primeras versiones y disfruto muchĂsimo más del proceso”. Añade tambiĂ©n motivos cientĂficos: “Los conectores cerebrales de escribir a mano son diferentes de los de escribir a máquina. A mĂ me interesa mucho aprovechar una parte neuronal concreta para el proceso creativo”. Diversos estudios defienden esta teorĂa. Uno de los más recientes lo llevaron a cabo investigadores de la Universidad Noruega de Ciencia y TecnologĂa (NTNU) y la conclusiĂłn fue que escribir a mano genera más conexiones neuronales que escribir en un teclado.
“El bolĂgrafo es más visceral”, asegura Juan Manuel de PradaLo de Flavia Company (Buenos Aires, 1963) va un paso más allá, pues no solo escribe a mano todas sus novelas, sino que lo hace en un cuaderno que le haya regalado alguien que quiere y aprecia. La Ăşnica excepciĂłn es con los libros infantiles, que sĂ escribe directamente a ordenador. “Con el resto, no me veo capaz. No lo he hecho nunca. Siento que hay otro tipo de verdad y de compromiso al escribir a mano”. Al igual que Merino, conserva todas sus notas, incluidas las de su primera novela, Querida NĂ©lida. Tanto esta como las demás las ha escrito a pluma. “Siempre llevo una en el bolso”. Muchos podrĂan pensar que su idilio con la tinta es tal, que por ello llamĂł a su perrita Parker. “En realidad, es por Dorothy Parker”, justifica. “Un dĂa, escribĂ a Parker, la firma de tintas, y les expliquĂ© que, desde pequeña, escribo con pluma y que mi compañera se llama Parker, y que deberĂan regalarme por ello una pluma. No pensĂ© que nadie fuera a contestarme, pero me parecĂa una historia bonita que contar. Pocos dĂas despuĂ©s, recibĂ una estilográfica”.
Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) escribe algo a mano “casi a cada hora”. Tiene al menos un cuaderno grande por libro, donde anota frases e ideas que “casi siempre me acaban dando la trama”. Luego, tiene un segundo bloc más pequeño para cuando las musas le pillan fuera de casa. “Trato de pasarlo a limpio luego en la libreta grande, para tenerlo todo junto. Esta no sale de mi casa, porque ahĂ está todo”. ÂżY quĂ© pasa con las ideas que desecha? “Dejo que vuelen. No las retomo para futuros libros porque escribo tanto que me volverĂa loco”. Eso sĂ, pese a que todo el trabajo previo estĂ© escrito a mano, la novela o el ensayo a cuestiĂłn la redacta con el ordenador. “Soy zurdo y me resulta más fácil. Además, la idea romántica de que la tinta es como sangre, me duele, pero es verdad que para hacer volar la imaginaciĂłn es muy Ăştil, al menos para mĂ”.Â
También para Eduardo Lago (Madrid, 1954), que acumula en el despacho de la universidad donde imparte clases más de 500 cuadernos. “Pronto me voy a tener que marchar de allà y no sé que va a pasar. Si los llevo a casa, mi familia me echará. Pero, aunque los dejara en otro lugar, acabarán surgiendo nuevos porque siempre escribo a mano. Es como mejor surgen las ideas”. Luz Gabás (Monzón, 1968) está de acuerdo y aporta la reflexión final: “En unos años, los escritores acabaremos siendo los artesanos de la palabra porque con inteligencia artificial se podrá crear una novela decente en poco tiempo. Los que lo hagamos todo de cero, como hasta ahora, y a mano, seremos rara avis. Ojalá me equivoque.
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