Justo bajo nuestros pies y sin que nos demos cuenta, la vida oculta misterios que sólo ahora empezamos a comprender. Y uno de los últimos en desvelarse ha sido el de una inesperada y hasta ahora desconocida red 'secreta' y súper profunda de raíces de ... árboles y plantas de todo tipo. Durante décadas, los científicos han asumido que las raíces disminuyen a medida que se adentran bajo tierra. Y pensaban que la mayor parte de la acción, la absorción de nutrientes y agua, se concentraba en las capas más superficiales del suelo, como si las plantas tuvieran un límite, una frontera invisible más allá de la cual su esfuerzo se volvía inútil.
Pero nada más lejos de la realidad. Un nuevo e impactante estudio, recién publicado en 'Nature Communications', acaba de revelar una verdad sorprendente: muchas plantas desarrollan una segunda y profunda capa de raíces, a menudo a más de un metro de la superficie, para acceder a todo un 'banquete' de nutrientes adicionales.
El hallazgo no es baladí. De hecho, podría cambiar radicalmente nuestra forma de entender cómo los ecosistemas responden a los caprichos de un clima que cambia cada vez más deprisa. Y, aún más importante, sugiere que las plantas podrían estar transportando y almacenando dióxido de carbono (CO2) a profundidades mucho mayores de lo que se creía. Una noticia esperanzadora en estos tiempos en los que los niveles de CO2 en la atmósfera, según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial, han alcanzado niveles que no se veían en la Tierra desde hace 800.000 años. Algo que, por sí mismo, debería provocarnos escalofríos.
Mingzhen Lu, profesor de Estudios Ambientales de la Universidad de Nueva York y autor principal de este estudio, lo explica con una claridad meridiana: «Nuestra comprensión actual de las raíces es, literalmente, demasiado superficial. En la superficie, tenemos una visión de águila, gracias a los satélites y la teledetección. Pero bajo tierra, tenemos una visión de topo». Una analogía que resulta crucial para comprender la magnitud del sesgo que ha limitado nuestra investigación hasta ahora.
«Comprender dónde crecen las raíces de las plantas -afirma Lu- resulta vital, ya que raíces más profundas podrían significar un almacenamiento de carbono más seguro y a largo plazo. Las condiciones más duras en profundidad pueden evitar que los microbios que se alimentan de detritos liberen carbono de nuevo a la atmósfera». Esa es, precisamente, la clave: a mayor profundidad, menos actividad biológica que pueda devolver el carbono almacenado a la superficie. Es como si la Tierra tuviera su propio 'búnker' subterráneo para el CO2.
Hasta ahora, nuestras observaciones ecológicas y los modelos que utilizamos para predecir el comportamiento de los ecosistemas suelen detenerse en profundidades superficiales. «Al no buscar lo suficientemente profundo -subraya Lu-, es posible que hayamos pasado por alto un mecanismo natural de almacenamiento de carbono en las profundidades del subsuelo».
Para desentrañar este enigma subterráneo, el equipo de investigadores recurrió a la vasta cantidad de datos de la Red Nacional de Observatorios Ecológicos (NEON, por sus siglas en inglés), un auténtico tesoro para los científicos, ya que incluye muestras recolectadas a una profundidad asombrosa: hasta dos metros por debajo de la superficie. Lo que contrasta drásticamente con la escasa profundidad, a menudo de sólo 30 centímetros, que se suele estudiar en los trabajos ecológicos tradicionales.
Observar lo que sucede 'más abajo´ permitió a Lu y su equipo detectar patrones de enraizamiento hasta ahora desconocidos y que, para sorpresa de los científicos, abarcan una diversidad asombrosa de zonas climáticas y tipos de ecosistemas, desde la gélida tundra de Alaska hasta las exuberantes selvas tropicales de Puerto Rico. Un verdadero mosaico de la vida vegetal del planeta.
La investigación se centró en tres preguntas fundamentales, todas ellas dirigidas a comprender mejor las estrategias de las plantas para adquirir recursos y su resiliencia frente a los vaivenes del medio ambiente:
-1. ¿Cómo cambia la abundancia de raíces con la profundidad? Una cuestión que parecía resuelta, pero que ahora se revela mucho más compleja.
-2. ¿Cuáles son los factores que influyen en la distribución de las raíces en profundidad? ¿Es la disponibilidad de agua, la composición del suelo, la presencia de ciertos nutrientes?
-3. ¿Se explotan los nutrientes en los suelos más profundos de manera igual, insuficiente o excesiva por las raíces finas en comparación con el suelo superficial?
En resumen, ¿existe bajo nuestros pies un 'banquete' inesperado de recursos que las plantas han estado aprovechando sin que nos demos cuenta? Las respuestas han sido, cuando menos, sorprendentes. Los investigadores, de hecho, descubrieron que casi el 20% de los ecosistemas estudiados tenían en común un fenómeno fascinante: las raíces alcanzaban dos picos de abundancia a lo largo de la profundidad, un fenómeno que han bautizado como 'bimodalidad'. En otras palabras, muchas plantas desarrollan una segunda y más profunda capa de raíces, a menudo a más de un metro bajo tierra, que coincide de forma asombrosa con capas de suelo ricas en nutrientes.
El hallazgo implica, sin lugar a dudas, que las plantas, para explotar esas fuentes adicionales de alimento, han evolucionado de formas desconocidas para nosotros. Un ejemplo ilustrativo de esta bimodalidad podría ser el de un árbol que, además de su red de raíces superficiales para captar la lluvia, desarrolla raíces profundas que alcanzan un acuífero subterráneo o una capa de suelo con una concentración elevada de fósforo o nitrógeno, elementos vitales para su crecimiento. Es como tener un doble grifo de agua y nutrientes, asegurándose la supervivencia incluso en condiciones adversas.
«Nuestra limitada visión subterránea -insiste Lu- significa que no podemos estimar la capacidad total de las plantas para almacenar carbono profundamente en el suelo».
Lo cual, a su vez, abre todo un abanico de nuevas incógnitas. Avni Malhotra, coautora de un estudio complementario que exploró la conexión entre la distribución de las raíces y las reservas de carbono en el suelo, lo resume así: «Las raíces profundas de las plantas pueden causar un aumento en el almacenamiento de carbono en el suelo en determinadas condiciones, pero también conducir, en otras, a pérdidas debido a una estimulación de los microbios del suelo». Es decir, se trata de una relación compleja y que no siempre es lineal.
«Este descubrimiento -añade Malhotra- abre una nueva vía de investigación sobre cómo los patrones de enraizamiento bimodales impactan la dinámica del flujo de nutrientes, el ciclo del agua y la capacidad a largo plazo de los suelos para almacenar carbono». Es como si hubiéramos encontrado una nueva pieza en el intrincado rompecabezas del ciclo del carbono. Ahora solo falta entender cómo encaja y qué implicaciones tiene.
La conclusión de Mingzhen Lu es clara, y constituye un llamamiento a la acción tanto para la comunidad científica como para los responsables políticos: «Los científicos y los formuladores de políticas -dice Lu- deben mirar más profundamente bajo la superficie de la Tierra, ya que estas capas profundas de suelo, pasadas por alto hasta ahora, pueden contener claves críticas para comprender y gestionar los ecosistemas en un clima que cambia rápidamente».
«La buena noticia -concluye el investigador- es que las plantas ya podrían estar mitigando el cambio climático de forma más activa de lo que pensábamos; solo necesitamos cavar más profundo para comprender plenamente su potencial».
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