Es uno de los establecimientos más emblemáticos de Palencia, al que también se le conocía como 'el marrano' o 'el guarro', apelativos que a su dueño no le molestaban. Eran hasta cariñosos, simpáticos y entrañables como los recuerdos que guardan las generaciones que han pasado por el bar, abierto aproximadamente desde 1960 en la calle Mayor Antigua 86, y los que estaban marcando a los más jóvenes que incluso en los recreos de sus jornadas lectivas acudían cada mañana a por un bocata.

Incluso páginas de gastronomía recogían que en el Trompicón se recomendaba «a quienes buscan una experiencia auténtica y sin pretensiones», haciendo referencia a su popularidad, su comida sabrosa y abundante y sus precios económicos. «A pesar de que el olor a fritanga puede quedarse en la ropa si se pasa mucho tiempo dentro, la comida es variada y sabrosa. Es un lugar económico y popular entre la juventud, se ha consolidado como un referente en Palencia. Aquí, los comensales disfrutan de abundantes raciones de comida tradicional a precios irresistibles, destacándose por platos como calamares, pinchos morunos y panceta crujiente. La atmósfera es informal, ideal para quienes buscan un bocado después de la fiesta, ya que permanece abierto casi toda la noche. Este local humilde atrae tanto a los lugareños acomodados como a aquellos en busca de sabrosos manjares, convirtiéndolo en un lugar imprescindible para explorar la cultura gastronómica palentina», rezaban las recomendaciones en web, siempre con altas puntuaciones. Desde luego, los bocadillos de torreznos eran los reyes de una oferta que incluía muchos otros productos singulares, como el chicharro o los champiñones.

Y no solo en el sector de la hostelería se hizo y mantuvo un hueco muy popular 'El marrano', sino también en los corazones de los palentinos, también en los de la diáspora que lo convertían en visita ineludible al volver a casa.

El Trompicón también ha quedado estampado, como marca de Palencia, en las camisetas de Niquis del Páramo, una iniciativa que lleva quince años presumiendo de Castilla y León en cualquier rincón del mundo a través de sus camisetas: han llegado al Himalaya e incluso, a la fosa de las Marianas en el océano pacífico. Todo empezó en 2010 en Villalar, adonde los creadores de la marca acudían, siempre con la ilusión de llevar una camiseta de Miguel Delibes. Llevaron la caja a la campa y las vendieron todas, y desde entonces en Niquis del Páramo tiran de ingenio para reinterpretar el mundo en clave de Castilla y León, diseñan camisetas que invitan a hablar del legado de esta tierra, y como parte de esa historia está también la dedicada en 2018 al Trompicón, con el cartel de sus letras rojas y azules de su fachada en la parte delantera de la prenda, y el menú en la espalda. «Torreznos, 0,50; Callos, 3 euros; Champiñón, 2; Calamares, 3; Pinchos morunos, pepitos, huevos fritos, francesa, chorizo, langostinos.... Vete pidiendo que vamos calentando la plancha», se lee en la camiseta en una invitación a visitar el Trompicón que ya queda para el recuerdo.